Los Ketama -Josemi, Juan y Antonio Carmona- llevaban 12 años sin tocar juntos cuando el último de ellos sufrió una infección que le llevó a estar varios días en coma. El susto (y su final feliz) sirvió para que el gusanillo de aquella banda que cantaba eso de «No estamos locos», «Se dejaba llevar» o «Vente pa Madrid» volviera a asomarse y llevase de nuevo a los tres de gira. «Hay un refrán que dice que ‘no hay mal que por bien no venga’ -dice Josemi Carmona en entrevista telefónica para Urban-. Y yo creo que cuando la vida te da un toque de atención así, a veces pones las cosas con más tranquilidad. Yo, claro, hubiera preferido que mi primo no hubiera pasado por ese trance, porque fue un susto muy grande. Pero ahora estamos disfrutando mucho, riéndonos mucho, está la banda más tranquila y estamos sonando como un cañón.

P ¿Qué pasó hace 14 años para que decidierais separaros?

R Fueron muchos años y muchos discos juntos y hay un momento a determinadas edades en el que te das cuenta de que cada uno quiere tener sus inquietudes musicales, salirnos por otro lado… Sabíamos que no iba a ser fácil, porque Ketama era una marca ya hecha, pero sin pensarlo mucho creo que lo hicimos bien, porque la gente se quedó con un buen recuerdo y eso está haciendo que los nuevos conciertos se estén siguiendo con expectación. No nos echaron, nos fuimos.

P ¿Quién ha cambiado más en este tiempo, vosotros o la música?

R Lo que ha cambiado mucho es el negocio. Nosotros también hemos cambiado, hemos aprendido mucho. Yo he conocido a mucha gente y he participado en muchos discos. Antonio ha hecho sus discos en solitario, yo también… Es decir, han pasado muchas cosas. A nivel musical siguen pasando cosas muy buenas. En nuestra música en particular, en el flamenco, hay muchos artistas jóvenes de un valor increíble. La industria es lo que está más rara, ya no se venden discos, el sistema de trabajo es otro… Pero la gente joven le da otro valor a la música. Nosotros somos de una época en la que se veneraba el disco que habías comprado, y ahora no.

P Volvéis en un momento en el que se vuelve a hablar mucho de la fusión del flamenco, algo en lo que Ketama fuisteis pioneros.

R Me doy cuenta con el tiempo que lo que hicimos marcó en generaciones de gente que se animó a meterse en líos. Ahora el tipo de fusión es otra pero la intención es la misma. Yo no soy crítico con la gente que hace fusión, si bien te digo que me gusta llamar a las cosas por su nombre. Y hay una cosa que es el flamenco puro u ortodoxo, y otra que se acerca al flamenco pero no lo es.

P A vosotros los puristas os ponían finos.

R Sí, muchísimo. Lo que pasa es que nosotros veníamos del flamenco, y cuando nos decían que lo que hacíamos no era flamenco, nosotros les recordábamos que habíamos tocado con Farruco, con Chocolate, con Camarón, con Paco de Lucía, que nuestra familia era la de los Habichuelas… Quizá lo nuestro no era flamenco ortodoxo pero sí puro, porque puro es lo que sale del corazón, y que nosotros eso lo conocíamos porque habíamos estado en el tablado y habíamos pasado por todas las etapas que debe de vivir un flamenco para considerar como tal. Además, el flamenco es una forma de vivir y nuestro forma de vivir es flamenca.

P ¿Y los puristas son un lastre para el flamenco o son necesarios para su supervivencia?

R Yo más que puristas los llamo ortodoxos porque lo puro es lo que sale del alma. Ortodoxo es cantar como hacían Chacón la Malagueña, o los fandangos del Gloria, o la soleá en Triana… Las dos cosas son necesarias. A mí igual me gusta escuchar a Marchena y a Terremoto como a los Chorbos y las Grecas, y a Morente con Lagartija Nick, a Michael Jackson, a Jobim… No hay que poner fronteras pero sí marcar el territorio para que se sepa qué es cada uno, que se reconozca, que se mantenga el flamenco ortodoxo para que no se pierda, como hace Israel Fernández o Farruquito, que es el mayor exponente de flamenco puro que hay en este momento. Y después me gusta que esté Rosalía y gente que se mete en líos, aunque hay algunos líos que me gustan más que otros, pero para gustos colores.

P He leído un montón de entrevistas que os han hecho en el que más pronto que tarde acaba saliendo el nombre de Rosalía. ¿Os molesta?

R Eso es algo que nosotros no buscamos. A mí no me molesta hablar de Rosalía, igual que no me molesta hablar de Camarón ni de nadie. Es una chica muy preparada y que ha conseguido un éxito mundial, aunque yo personalmente no la considero una cantaora flamenco, porque para eso hay que vivir dos veces, pero me parece que lo está haciendo muy bien. El disco de El Mal Querer está muy bien hecho, tiene una producción impecable. Para mí no es un producto y la admiro.

P Vosotros sois de una familia, los Habichuela, que es aristocracia flamenca. ¿Cómo llevan vuestros hijos ese peso familiar?

R En mi caso los dos hijos mayores me han salido estudiosos, de lo que me siento muy orgulloso. Uno trabaja en una empresa y otro es psicólogo. En el caso de la familia de Juan y la de Antonio, las hijas sí se han dedicado a la música. Yo les digo lo mismo que me dijo mi padre a mí, que tenía que ser yo mismo, tener mi personalidad. A mí padre se le reconoce cuando toca la guitarra, y yo he tratado de hacer lo mismo.

P ¿Te hubiera gustado que tus hijos se dedicaran a la música?

R El mayor toca la guitarra y es músico aunque no lo ejerza. Y al otro le encanta la música aunque tampoco la ejerce. Yo lo que quiero es que estén a gusto. La música está muy difícil, la cultura en España no tiene el valor ni la seguridad que tiene en otros países, y por ese lado me alegro. Pero también es verdad que la vida del músico a nivel espiritual y bohemio es muy bonita.

P ¿Ser bohemio está peor visto ahora que antes?

R Es diferente, igual que todo. Es diferente la educación y la forma en la que la gente se comunica. Ahora está todo el mundo con los móviles. Yo antes me iba de borrachera y no llamaba a mi casa hasta que encontraba una cabina a las ocho de la mañana. Ahora es todo muy inmediato, lo que tiene su parte positiva si se usa bien. Pero hay veces que nos comen las prisas y la falta de buscarnos para adentro.