«Si de Vilafamés se mira hacia norte, se descubre una hermosa vista€ Desde la raiz del monte se extienden dilatadas llanuras€síguense a las llanuras cerros que van levantándose mas y mas hasta formar montes dispuestos en semicírculo, en los cuales se notan varios lugares. Casi al nordeste y a ocho horas de distancia se descubre Peñagolosa...»

A.J. Cavanilles (1795): Observaciones sobre la historia natural, geografía, población, agricultura y frutos del Reyno de Valencia

Vilafamés em corprenia. Era tan diferent dels altres pobles que havia vist! Aquella barreja urbana, alternància de cases i roquers, d'arbres en bancals i paleres rampant els penyals; els carrers costeruts i ben empedrats amb voravies enllosades; els nobles casals de porta redona i parets de pedra; l'església gran i de línies severes; l'Ajuntament; la casa del Batle; i a dalt de tot el castell, que vaig veure a la claror de la lluna; ...era un poble monumental, però viu, net i amb gent pels carrers...»

F. Esteve Gálvez (1923): En la claror de l'alba. Uns començos difícils

El paisaje experimenta cambios sustantivos a lo largo de los siglos a causa de transformaciones sociales colectivas del medio natural. A la tenacidad de generaciones debemos los viñedos y los olivos, los abancalamientos y las parcelaciones, el poblamiento compacto y el disperso, la trama de las redes viarias y de los mosaicos productivos, el admirable manejo de los injertos o la incorporación de innovaciones técnicas y sociales. Por ello, los paisajes de Vilafamés expresan la voluntad de desarrollar, con los diversos elementos de la naturaleza, un proyecto de vida colectiva sin dilapidar sus recursos. El carácter reside en la sabia conjunción rural de las obras de la naturaleza y de las obras del arte, desde las más modestas hasta las más ambiciosas, un valor que, en tiempos de la actual metamorfosis del pueblo, se debe fomentar, gestionar y proteger.

1. Obras de la naturaleza

Según el viajero prerromántico Laborde, la población de Vilafamés, "situada a media altura de una montaña plantada de olivos y que domina un llano fértil, presenta un aspecto alegre". Laderas de diversas litologías y una llanura son los soportes de la diversidad del potencial ecológico, y los dos escenarios principales de un medio intramontano. En una posición preeminente, se asienta el núcleo urbano.

Desde la rambla de la Viuda (extremo occidental del término) hasta la cima de la Balaguera (en el oriental), en un domo de dirección ibérica, fallado y hundido hacia el Pla y hacia el mar, afloran pizarras, rodenos o arcillas del zócalo ibérico, junto a rocas carbonatadas de la cobertera mesozoica. En concreto, las pizarras carboníferas, las areniscas rojas del Bunt y otros roquedos permotriásicos, muy llamativos en el estrecho corredor que desde el pueblo se dirige a la ermita de Sant Miquel, aportan singularidad al paisaje natural. Mención singular merece el color vinoso del rodeno en el recinto histórico de la villa, amplificado por los mampuestos de las construcciones y las pequeñas canteras urbanas.

Pero al afloramiento del zócalo, que desde el pueblo sigue hacia el Morral y el Mollet, lo anteceden y suceden otros de la cobertera mesozoica en la parte alta de la sierra y los cerros próximos, cuyas faldas, recubiertas de terra rossa, están plantadas de olivos y otros árboles. En este sector calcáreo del término, se han desarrollado fenómenos cársticos superficiales y subterráneos, bien documentados por el Espeleo Club Castelló.

Por su parte, hundida y enmarcada por bloques levantados se halla una depresión amplia, denominada el Pla, donde se depositan los aportes procedentes "de la descomposición de las vertientes. En el Pla se ve la greda con la porción de arenas útil" para hacerlo fértil, aunque en algún sector verdaderos arenales son objeto de remoción eólica (arena voladora) en días de fuerte tramontana. El Pla es muy frío algunas madrugadas invernales, asfixiante durante las horas de calma veraniegas, ameno en primavera y ubérrimo en otoño. Las brisas aportan confort climático en muchos momentos.

En un entorno intramontano, las inversiones térmicas invernales son fenómenos recurrentes en días de gran estabilidad atmosférica. A primeras horas de la mañana suelen registrarse temperaturas inferiores a los cero grados, acompañadas a menudo de espectaculares escarchas. Cuando las heladas ocurren en las semanas iniciales de primavera, causan graves daños a la agricultura. Son un factor limitante para ciertos cultivos.

Toda esta arquitectura ambiental se halla condicionada a su vez por la disponibilidad hídrica estacional, más azarosa si cabe. Los ciclos hidroclimáticos anuales se plasman además en la vida social del secano y en el calendario de las labores agrarias que, de forma tan precisa, describió Cavanilles, desde la primavera hasta la recolección invernal de la aceituna. Apenas había concluido esta última actividad, se iniciaban de nuevo los trabajos rurales, base de la construcción y, sobre todo, la custodia del secano mediterráneo.

El núcleo urbano

Los fundadores de Vilafamés prefirieron, según Cavanilles, "la seguridad y fácil defensa a la conveniencia de vivir junto a las heredades que debían proporcionarles sustento". En consecuencia, "se subieron al monte para edificarlo, lo cercaron de murallas y lo defendieron con un castillo". No obstante, "la necesidad de bajar a cultivar las llanuras obligó a abrir paso en las peñas y a establecer alguna comunicación". Esta sucinta exposición refleja el dilema histórico de su desarrollo urbano hasta que recientemente se ha consolidado un segundo núcleo concentrado en la falda del monte, más accesible y cercana a los lugares de trabajo. Por ello el actual casco de Vilafamés, cuya evolución urbanística presenta etapas bien definidas, se compone de un sector antiguo en lo alto, otro formado por los antiguos accesos (ahora calles) al bastión y, al pie, un tercero más accesible.

El sector antiguo: El pequeño asentamiento musulmán se situó en el área formada por el castillo, iglesia de la Sang y el Quartijo. El recinto defendía, además de los caminos, las heredades del Pla y un pequeño espacio hidráulico coincidente con el entorno de la actual plaza de la Font. Posteriormente el conjunto islámico se reformó y adaptó a los usos de la sociedad cristiana feudal, dando lugar a una plazoleta irregular alrededor de la cual se levantaron, entre otros, la casa de la villa, el horno, la primitiva iglesia asentada en parte sobre un antiguo aljibe del castillo. Por su parte, la orden de Montesa también reformó el castillo para sede de la bailía.

Pero pronto el espacio primitivo resultó insuficiente. En el siglo XIV se amplió con un recinto rectangular amurallado con tres puertas (Onda, Portalet y Font), en cuyo interior siguió creciendo el pueblo. Nuevas calles (Pilar, Dalt, Baix, etc.) con grandes casas alineadas albergaban estructuras familiares muy distintas a las actuales. Muy ilustrativa es la antigua casa del Batle, notable edificio del gótico civil, con reformas renacentistas y barrocas. Fuera de las murallas, junto a la rampa oriental de acceso a la villa no lejos de la Font, se construyeron en el siglo XV alguna instalación productiva (almazara) que mejoraban las ya existentes.

En el siglo XVI el proceso constructivo prosiguió, como en otras bailías del Maestrat. Entre otras actuaciones se abrieron la calle y el portal nuevos o la actual plaza del ayuntamiento, acompañadas de alguna gran casona. También se modernizó el acceso principal a la villa desde la Font. Al tiempo, extramuros, se iba consolidando el arrabal de Sant Antoni. El programa se completó, a fines del siglo XVI y principios del siguiente, con la construcción del tramo renacentista de la iglesia parroquial y del Planet que le antecede, ambos edificados en parte fuera de la muralla. El gran ciclo edilicio del siglo XVI, que agotó el suelo edificable intramuros, consolidó el carácter monumental de Vilafamés.

Superada la crisis del siglo XVII, aunque faltaba sitio intramuros para aumentar el número de casas, el recinto amurallado siguió siendo el centro de la vida social. A lo largo de los siglos XVIII y XIX hubo un significativo incremento demográfico, tanto que, según Cavanilles, "fue rara extravagancia continuar el pueblo en aquella situación". Muchas de sus antiguas viviendas se subdividieron, se reformaron las puertas doveladas de medio punto para dar entrada a los carros y otros aperos de labranza, antiguos ventanales se transformaron en balcones e incluso muchas casas se recrecieron en altura con el desván (falsa o andana). En general, fue un proceso de adaptación doméstica de la economía agraria del policultivo de secano al crecimiento demográfico.

Durante las guerras carlistas, especialmente la primera, Vilafamés fue de nuevo plaza fuerte, razón por la cual se repararon, reforzaron y aspillearon paramentos del castillo y tramos de la muralla medieval. Durante el asedio carlista de enero de 1837, las tropas liberales y la gente del lugar, "sin distinción de personas" en palabras de Madoz, reforzaron la muralla y los mejores tiradores se apostaron en el campanario para repeler a los atacantes. En marzo se repitió el sitio durante el cual, entre otras escaramuzas, las tropas carlistas bombardearon la débil muralla, y, sobre el paseo, abrieron un boquete de 20 varas y redujeron a escombro muchas casas. Acabada la primera guerra, se construyó la torre que ocupa el centro del castillo. En consecuencia, la muralla y el castillo medievales incorporan posteriores reformas y otros estilos tardíos de fortificación.

Los accesos al casco histórico: Algunos de los caminos radiales históricos, a la salida del recinto amurallado, se fueron transformando en tramos más o menos largos de calles. Las inmediaciones de las puertas de la muralla fueron el germen de pequeños barrios o ravales (como el de Sant Ramón en el camino de Borriol, o el de Dolors a la salida del portal Nou). Un elemento simbólico común del arrabal solía ser una ermita como la de Sant Ramón, levantada en el siglo XVIII, de planta central y cubierta de cúpula ciega.

El acceso principal al recinto amurallado, al menos desde el siglo XVI, ha sido la rampa que desde la Font asciende hasta el antiguo portal homónimo. A ambos lados se construyeron casas de varios pisos para acomodarlas a los fuertes desniveles de la ladera. A menudo, el rodeno del solar de tales edificios se aprovechó como material constructivo de la obra y al tiempo se ganaba espacio dentro de la casa. En otros casos los afloramientos del Bunt fueron auténticas canteras al aire libre. En este contexto, cabe interpretar la Roca Grossa como asomo restante de la utilizada para las obras de la iglesia parroquial y el Planet.

A principios del siglo XX hubo una reforma del espacio hidráulico medieval estructurado en el entorno de la Font para convertirlo en el nuevo centro urbano (sindicato, cine, casinos, plaza de toros en fiestas mientras se desplazaban el abrevadero y los lavaderos públicos a su posición actual. La plaza de la Font ha sido de facto el nuevo centro del pueblo casi hasta la actualidad. Esta centralidad se reforzó en los años setenta y ochenta con la localización de diversos servicios públicos (escuelas, biblioteca, farmacia, ambulatorio, etc.) y sociales.

El sector moderno: En la parte baja de la población había una red de caminos tradiciones (Cabanes, Morella, Onda, etc), que fue el germen del Ventorrillo, un pequeño barrio que atendía necesidades de los transeúntes o de sus medios de transporte. Esta trama viaria se convirtió en el callejero del primer crecimiento urbano del Ventorrillo. Pero este patrón se reordenó con la apertura de la carretera moderna de la Pobla a Albocàsser al concentrar preferentemente la construcción de viviendas a ambos lados de la vía. El esquema viario se completó posteriormente con la nueva carretera a Sant Joan de Moró. Esta forma de expansión urbana, junto a la carretera principal, se mantuvo hasta los años setenta. Así sucedió con el traslado hasta allí del cuartel de la Guardia Civil y, posteriormente con las nuevas instalaciones deportivas, el edificio escolar, etc. En la salida hacia Albocàsser ya se había construido la bodega-cooperativa en la década de los cincuenta.

Este esquema se ha ido transformando en las dos o tres últimas décadas con la apertura de una plaza (La Tanca) y sus calles adyacentes. En el entorno de la plaza vive ahora una parte significativa de la población en nuevos edificios con sus servicios comerciales y de ocio. Aunque no forma parte del Vilafamés monumental, este sector moderno no debe ser un barrio dormitorio sin apenas servicios públicos e integrarse plenamente en el conjunto urbano.

La sierra

La sierra al sur y los otros cerros que por el norte delimitan el Pla de Vilafamés, acogen una amplia diversidad ecológica, donde "€ los madroños, labiérnagos, retamas, enebros y xaras€ crecen con lozanía. Es tal la multitud de arbustos que apenas dexan paso para subir a la cumbre de los montes, especialmente el llamado tossal de Mollet". Siglos de trabajo rural han conseguido poner en cultivo (ager) la parte de las laderas recubiertas en mayor o menor medida por terra rossa, margas o areniscas, ganadas a lo inculto (saltus). Las relaciones entre lo culto y lo inculto siempre fueron complejas y su ecotono, inestable. En momentos de fuerte presión demográfica o de alto valor comercial de un cultivo, las tierras agrícolas se ampliaron gracias a la ingente labor de aterrazamiento de las laderas. Por contra, en la actualidad las tierras más agotadas e inaccesibles ya han sido abandonadas y están siendo colonizadas por la vegetación más oportunista del saltus. Nuestra sociedad, a diferencia de siglos anteriores, considera lo inculto como improductivo.

Los equilibrios de los condicionantes físicos, materializados por la piedra, el suelo y el agua, han jugado un destacado papel en el abancalamiento de las vertientes. Las terrazas, algunas construidas mediante el transporte de grandes bloques y la remoción de arcillas de descalcificación procedentes de pequeñas brechas o cuencos, son un modesto artificio que, repetido en un sin número de laderas, son la expresión de la gran obra de colonización de laderas, a menudo con suelos raquíticos y pedregosos.

En la actualidad siguen llamando la atención los cultivos arbóreos de secano en la sierra y cerros adyacentes como algarrobos, almendros, higueras y, sobre todo, olivos. Este dominio del árbol y de la frutalización del paisaje deriva de un largo proceso de domesticación y mejora del bosque mediterráneo mediante acciones de mejora genética (injertos) y del sabio manejo de las técnicas agronómicas en las nuevas plantaciones: "€ allí (el olivo) se puede reputar nativo, atendida la multitud de acebuches que crecen en lo inculto; los quales plantados e inxertos en los campos forman en pocos años árboles sin comparación más hermosos que los que provienen de estacas". Además las aceitunas son de variedades muy adaptadas a la diversidad de los nichos ecológicos.

Desde una perspectiva más visual, "los olivos parecen formar un bosque en las inmediaciones de Vilafamés; pocos habrá que no sean del tiempo de los Moriscos; los enormes troncos y la altura extraordinaria anuncian su vejez y la bondad del suelo...". Esta acertada referencia de Cavanilles acerca de la edad de los olivos, se compagina con otros testimonios que vinculan el "bosque de olivos" a la etapa serial de domesticación del bosque mediterráneo. Así en la ladera situada arriba del polígono industrial (restaurante) y cerca del camino de la Font de les Piques, hay unos bancales de olivos, algunos centenarios, denominado el Carrascal del Batle, un topónimo medieval que evoca el estadio previo formado todavía por el bosque termófilo mediterráneo.

El Pla

Al pie del castillo, se extiende una llanura espectacular. Es una fosa tectónica enmarcada por bloques sobreelevados y desnivelados, surcada hacia poniente por los barrancos de Cabanes, la Pobla y Moró que, precisan cierto acondicionamiento de sus someros canales para desaguar en la rambla de la Viuda. En consecuencia, la llanura, espacio parcialmente inundable, actúa durante horas como superficie de laminación de las mayores crecidas.

Desde las calles altas del pueblo y, sobre todo, desde el castillo, las vistas del Pla son una mezcla de geometría de parcelas, de variados colores según los cultivos y la época del año, y de mosaicos productivos identificados por expresivos topónimos (les eres, les bodegues, etc). En el Pla se entrelazan elementos paisajísticos más estables (parcelaciones, red viaria) con otros muy cambiantes (cultivos) con el paso de las estaciones o las coyunturas económicas.

La parcelación en tablas alargadas y estrechas es otro rasgo del Pla, muy elocuente de las transformaciones individuales y colectivas acometidas por la sociedad medieval. De otra parte, los lindes de las suertes no están acompañados de muretes de piedra seca, dado que no hay afloramiento de rocas compactas. El trazado de un camino rural (denominado de les Eres) marca el límite de la falda abancalada de la sierra con la llanura sin muretes. Por ello, el camino es un verdadero ecotono ambiental y cultural que delimita el sector de las eras en la franja basal de la sierra.

El Pla ha sido la despensa del pueblo durante siglos, tierra de pan y tierra de vino, y un espacio vivido y trabajado por las sucesivas generaciones. Además, había y hay cultivos propios de arenales al ser una tierra que sin riego "da las producciones de la huerta quando no llueve en verano", como los altramuces, cacahuetes, melones y hortalizas. Según Cavanilles, "las sandías son de las más sabrosas del reyno".

El colapso del mundo rural de mitad del siglo XX, agravado en Vilafamés y sus pueblos cercanos por la prohibición de seguir cultivando la viña híbrida en 1967, marcó un momento crítico para el Pla. El arranque obligatorio de las cepas, junto con el retroceso general de la cerealicultura, no incentivó una reestructuración de cultivos ni una reorientación económica. Solo la voluntad y el esfuerzo de quienes permanecieron condujo a una recuperación parcial del Pla en las décadas siguientes basada en la agricultura a tiempo parcial y en la arborización con otras especies y variedades de floración más tardía.

Retorno del paisaje

En la inmediata posguerra hubo una vuelta momentánea a la agricultura de autoconsumo, pero poco después se reactivó el éxodo rural a la Plana, acompañada además de una pérdida de consideración social de quienes permanecieron en el pueblo. Rural devino sinónimo de pobreza, atraso e incultura. La emigración, especialmente de la juventud, fue intensa en los años cincuenta y sesenta. Fueron años de cierre de casas, especialmente en la parte alta del casco histórico, de abandono de explotaciones agrarias y de deterioro de servicios públicos. El desarrollismo agudizó el proceso y sus efectos sociales en los pueblos de interior porque no hubo una política regional. Además la prohibición de seguir cultivando la vid híbrida (1967) y el estatuto de la viña (1971) arruinó su principal actividad económica y exacerbó el proceso de desintegración de las formas de habitar y vivir. El núcleo de Vilafamés, con notorias deficiencias infraestructurales y sin apenas implantación industrial, corrió el riesgo de haber quedado reducido a barrio-dormitorio de trabajadores que a diario se desplazaran a las fábricas de cerámica de Sant Joan de Moró y Alcora.

Para contener la sangría emigratoria, se planteó la creación de un polígono industrial y el fomento del turismo cultural al amparo del nuevo Museo de Arte Contemporáneo, creado en 1970 e inaugurado en 1972, en la antigua casa-palacio del Batle. En la propuesta de ambas alternativas intervinieron agentes endógenos y exógenos, con fases más activas y momentos más lentos. En aquellos años se establecieron las bases del Vilafamés actual encaminadas al fomento industrial y turístico, mientras avanzaba la arborización del Pla. En ese contexto se inscribe la puesta en valor del patrimonio y del paisaje.

Hacia 1970, la parte alta del casco urbano estaba muy deteriorada, con edificios arruinados o abandonados y otros con dificultades de modernización y adaptación a las nuevas demandas habitacionales. La creación del Museo atrajo a artistas que, cautivados por el carácter del casco histórico, compraron e iniciaron la reforma de casas como residencia y estudio artístico.

Pero el pueblo carecía de infraestructura turística para sustentar esta especialización productiva, siendo pionera la conversión en mesón de una almazara medieval (hacia 1975), no lejos de la plaza de la Font. En las décadas posteriores se fueron añadiendo nuevos locales, algunos al amparo de fondos europeos. De esta forma se crearon plazas hoteleras y casas de turismo rural que permiten alargar la permanencia de visitantes. Al mismo tiempo se han desplegado iniciativas de atención informativa a los visitantes y de promoción turística en diversas ferias del sector. La apuesta turística municipal, en colaboración con la Diputación y la Generalitat Valenciana, es cada vez más sólida. En esta labor promocional también participa el Museo de Arte Contemporáneo, que implementa la dimensión cultural a la marca de pueblo de interior. Por su parte la incorporación de Vilafamés a la asociación de "Los pueblos más bonitos de España" (noviembre de 2014) está contribuyendo de forma significativa a su promoción turística y la creciente afluencia de visitantes.

Mientras avanzaban las iniciativas de promoción, también se apostó por la restauración de su valioso patrimonio, muy deteriorado, con intervenciones en el edificio del Museo (casa del Batle), el castillo y las murallas. También se actuó en la antigua escuela (Quatre Cantons) para convertirlo en el Museo del Vino hasta su cierre, y recientemente en sala de exposiciones y conferencias. Se intervino igualmente en la iglesia parroquial y en la iglesia de la Sang. Paulatinamente se ha ampliado la oferta con actuaciones arqueológicas (Cova de Matutano, El Racó de Rata, pinturas rupestres del castillo, etc.), puesta en valor del patrimonio etnológico (muestra anual dedicada a "Vilafamés 1900"), jornadas gastronómicas, restauración de lugares de memoria (campo de aviación de la guerra civil). Cada vez hay más gestión del patrimonio (visitas guiadas, señalización de edificios históricos, jornadas de difusión del patrimonio, etc.). Pero la referencia más destacada de la política patrimonial fue la declaración como BIC del recinto histórico en 2005, delimitado por la muralla del siglo XIV, y que engloba notorias edificaciones. Está pendiente de aprobación el Plan especial de protección del recinto histórico. Por su parte el plan de ordenación urbana (2003) incluye la protección del paisaje, considerado legalmente recurso económico, expresión de calidad de vida, etc. Además el plan considera la parte septentrional del municipio como área de especial protección paisajística para asegurar el mantenimiento y mejora de las vistas ya referidas por A.J. Cavanilles.

En síntesis, en los últimos cincuenta años Vilafamés ha experimentado una metamorfosis de su estrucutra económica que se manifiesta también en la dinámica reciente del paisaje. Los cambios productivos del territorio (el núcleo urbano, el Pla, y la sierra y cerros adyacentes) también han implicado algún deterioro que importa revertir para el mantenimiento, mejora y realce de los paisajes con carácter de Vilafamés.