Los años en México me han hecho descubrir que en esta sociedad perduran muchas de las características de la España de hace 40 años donde el peso de la religión marcaba a la sociedad y la familia tradicional tenía el monopolio.

En México resulta enternecedor ver cómo la gente más humilde se santigua por cada peso que recibe o te lanza el «que vaya usted con Dios» o «bien gracias Dios» con tanta frecuencia. Se trata, obviamente, de actos reflejos pero ponen de manifiesto la fuerza de la religión. La enorme pobreza en determinados sectores de la sociedad hace que en el país subsistan diferentes Méxicos y nada tiene que ver la realidad del blanco adinerado con la del indígena chiapaneco, pero en todos ellos prevalece ese fervor por lo religioso que marca distancias con la España de nuestros días.

Dejando el tema religioso aparte la diferencia más llamativa entre ambos países es el papel de la mujer en la sociedad. Aunque la erradicación del machismo en España tiene aún mucho camino por delante nuestro país lleva muchas décadas de ventaja a México. No quiero entrar en estadísticas de maltrato a la mujer que pondría los pelos de punta sino centrarme en la extendida idea, aceptada por hombres y mujeres, de que la mujer mexicana debe ocuparse casi exclusivamente del hogar y de los hijos. Y eso no tiene nada malo siempre que sea consecuencia de una decisión libre. Pero en México no es exactamente así. Unos buenos amigos mexicanos de menos de cuarenta años y formados en el extranjero, es decir, de lo más moderno que puedas encontrar, me abrieron definitivamente los ojos al reconocerme que al poco de casarse el marido le pidió a la mujer que dejara de trabajar. En la España de hoy esa petición resulta inimaginable pero en México no levanta ninguna suspicacia y son muy pocas las mujeres que desarrollan su vida profesional al margen del hogar. La mujer mexicana de cualquier clase social se casa pronto, tiene muchos más hijos que la española y se dedica a su casa.

La separación entre géneros es otro elemento llamativo. Los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Cuando dos parejas se conocen la mujer pide el teléfono de la mujer y el hombre el del hombre. Y nunca de manera diferente. Las mujeres hablan de temas de mujeres y los hombres de temas de hombres. Incluso en alguna cena las mujeres se colocan en una mitad de la mesa y los hombres en la otra, para que cada uno hable de sus temas más a gusto. Afortunadamente siempre hay excepciones pero esta separación está muy presente y se inculca desde la infancia. Resulta también poco habitual que una pareja conviva antes del matrimonio y una de las grandes preocupaciones de los padres es conseguir que sus hijas adolescentes no mantengan relaciones sexuales antes de casarse. El aborto es legal en casos muy limitados y en una sociedad tan religiosa como ésta no se plantea como opción por lo que el riesgo a un embarazo indeseado puede suponer un verdadero drama.

España y México son países muy cercanos en superficie pero con enormes diferencias culturales en profundidad ya que, a pesar de todo lo bueno del país, las privaciones de una religiosidad excesiva y el machismo siguen estando demasiado presentes.