Sorprende escuchar cómo reflexiona Mikel Erentxun sobre el paso del tiempo. Coleccionista de chupas de cuero y botas, el cantante confiesa que el tiempo es algo que le «agobia» y lo vive tal forma que, sin quererlo, lo contagia. Esa obsesión, llamada cronofobia, es la que marca El último vuelo del hombre bala, el decimoquinto álbum en solitario del cantante vasco.

P ¿Por qué te obsesiona tanto el paso del tiempo?

R Es una de mis obsesiones, algo que me persigue desde hace muchos años y que de vez en cuando me quita el sueño. Trato de llevarlo con cierta alegría y me rio de mí mismo para que no sea algo dramático, pero sí, es algo que está ahí siempre... el paso del tiempo. A ver, no me gusta la sensación de no poder detener el reloj y que las agujas del reloj siempre vayan hacia adelante. Esto lo ligo a las segundas o a las últimas oportunidades. En fin, que el tiempo está muy presente en estas canciones porque está muy presente en mi vida. El tiempo, por esta y otras más cosas, es el eje argumental de este disco.

P ¿Tan mal llevas el cumplir años?

R No es por el hecho de cumplir años o envejecer, es por el sentido de que ha empezado la cuenta atrás. Esto me agobia. Es como que ya no puedo guardar las cosas para más adelante porque, a lo mejor, ya no me da tiempo. Por eso me han entrado las prisas. De verdad, no es por el tema de envejecer porque, sinceramente, yo me siento más joven que hace mucho tiempo. Creativamente creo que estoy mucho mejor ahora que antes y deportivamente ando y corro mucho más que antes... El envejecer no me afecta pero me agobia la sensación de cuenta atrás. No pienso en la muerte pero sí en lo que puedo dejar de hacer.

P Esta sensación no debe ser buena para la salud.

R Para la salud no sé pero creo que creativamente estoy en mi mejor momento. Con el El último vuelo del hombre bala se cierra la trilogía. Creo que es lo mejor que he dado yo. Es la primera vez que hago la música y la letra de todas las canciones. Todo gira en torno a mí, por lo que es una trilogía tremendamente personal en la que hablo de mis temores y mis miedos. El álbum es una especie de exorcismo, de ahorrarme el diván del sicólogo o siquiatra.

P ¿No te da apuro compartir tus temores?

R Y es curioso, porque soy muy tímido y pudoroso. En privado me corto mucho pero, a la hora de escribir, me gusta soltar todo lo que pienso y no me corto de nada. Si coges los tres discos y los analizas, ahí estoy yo.

P ¿Das por finalizada esta serie?

R Esta sí, pero no mi carrera musical. Con la trilogía cierro muchas cosas, lo primero, por ejemplo, el tema argumental. Los tres discos son muy conceptuales, giran en torno a mí y están escritos en primera persona. Me apetece cambiar, cerrar esta etapa y abrir otra. Creo que ya no voy a escribir tanto en primera persona y voy a mirar más hacia afuera. Musicalmente no sé qué haré porque los tres discos son distintos pero tienen en común que han sido grabados con el mismo productor, Paco Loco, y en el mismo estudio con sistemas analógicos. Éste es muy eléctrico y El hombre sin sombra, el anterior, era muy acústico; el primero, Corazones, era más variado y multimedia. Ahora me apetece buscar algo distinto.

P En ese futuro, ¿continuarás con Paco Loco?

R Ahora mismo me resultaría complicado no trabajar con Paco porque es el productor con el que más a gusto he estado y el que más y mejor ha sacado de mi.

P Pues dicen que es muy tiquismiquis.

R Sí, pero me gusta que me exijan y me saquen de mi zona de confort. Uno, cuando tiene cierta edad, tiende a acomodarse y está bien el encontrarte con productores que te sacan de tu zona de confort, que te pinchan, que te llevan al abismo y que están buscando el riesgo todo el rato. Paco es todo eso y, además, es muy atrevido y cualquier locura que le propongas le parece bien y en ese sentido me ha rejuvenecido mucho, ¡eso que es mayor que yo!

P Te confieso que tras escuchar el álbum sentí el contraste de un chute de energía y a la vez paz.

R Me gusta que me lo digas porque yo también lo veo así. Es un disco muy energético. Nunca había hecho un disco con tantas canciones rápidas y tan eléctrico pero también hay cuatro canciones muy lentas. Creo que es el orden en el que están mezcladas las canciones lo que le da el tono eléctrico-melódico- sugerente porque las capas de guitarras crean un poco de magia y aportan sensación de bienestar.

P De tu discografía ¿qué canciones han envejecido mejor? ¿Qué canción soporta mejor el paso del tiempo?

R Hay algunas que han envejecido muy bien y otras no tanto. Lo que peor suele envejecer son las letras. Algunas canciones las he retirado. Hay canciones que son eternas y que la letra no pasa como Cien Gaviotas que ya tiene 34 años. Sin embargo, hay otras de ese mismo disco que fueron número uno como No puedo evitar pensar en ti o Esos ojos negros, que creo que no han envejecido tan bien. Mi primer éxito, A un minuto de ti, la sigo tocando en directo, pero hay otras como Quien se acuerda de ti o California que no las toco porque las veo lejanas a mí.

P ¿Sientes nostalgia de aquella época?

R No soy muy nostálgico.

P Pero sí participas en festivales «remember».

R He participado en alguna movida de estas sí, pero de forma anecdótica porque no me siento identificado con esas corrientes. Me lo he pasado bien pero no es mi mundo. Yo quiero mirar hacia adelante. He grabado un montón de discos nuevos y creo que, además, estos son mejores que aquellos y no tengo esa necesidad. No me gusta recrearme en el pasado. Provengo de un pasado exitoso y sé que mucha gente que viene a mis conciertos prefiere ese pasado, pero yo no. Nunca he querido convertirme en una caricatura que es lo que creo que puede pasar; de hecho, creo que hay compañeros de mi generación que son caricaturas porque llevan haciendo la misma canción treinta años. No es mi caso. Prefiero mirar hacia adelante.

P Se trata de reconducir la carrera.

R Gente como Coque Malla, Ivan Ferreiro o Bunbury, por citarte a algunos de los que venimos de un grupo de éxito, hemos sabido readaptarnos.

P Decía el otro día Cristina del Valle que las canciones son ahora cerillas que arden durante dos semanas y luego desaparecen cuando antes sonaban en la radio cuatro meses.

R Es terrible, ahora el consumo tiene velocidad de crucero. Los discos no duran nada y solo interesa la novedad inmediata. Muchas radios ponen la canción un día y ya no la vuelven a poner, y lo mismo la gente, que escucha una canción en el teléfono o un mp3 y a los tres días ya está con otra cosa. Eso de poner un vinilo y tenerlo en casa y desgastarlo ya se hace a cuentagotas.

P Vivimos en una sociedad de usar y tirar.

R Me da mucha pena pero no me quiero poner nostálgico pensando que guay era antes y que mierda es ahora, no. Es lo que hay. Afortunadamente, el oficio de cantar en directo sigue funcionando. Yo nunca he dejado de tocar desde que empecé en el año 85. Digamos que mi vida no ha cambiado demasiado.

P Vamos que eres un superviviente.

R Se trata de adaptarse. En la crisis pasé de ir con una banda y un equipo de sonido, luces y técnicos a acabar yendo yo solo con mi guitarra y en mi coche. A mí no se me caen los anillos. Disfrutaba igual y no tuve ningún problema en hacerlo. Ahora, el negocio se ha recuperado y me va bien. De todo se aprende y ahora que ya no lo necesito sigo haciendo conciertos acústicos porque me gusta mucho ese concepto.

P A pesar de que tendemos a etiquetarlo todo, parece que en la música se rompen las barreras.

R Afortunadamente. Antes, o eras indie o rock, o pop o hortera, o bueno o creíble. Se han diluido y roto las fronteras. Ahora yo ya no sé qué soy pero es que ya no me importa. Estoy en el sitio perfecto porque estoy por encima del bien y del mal. Me he convertido en un clásico atemporal y estoy al margen de las modas. Eso me aleja de la primera división pero estoy permanentemente en segunda sin miedo a desaparecer. Quiero vender, eso es obvio, pero las cifras no me preocupan y lo veo como algo anecdótico porque apenas da para pagar los gastos de grabación. Es lo que hay.