Cada vez que escucho la expresión de que alguien tiene que ganarse la confianza, como si se tratara de un proceso objetivo, me entran unas ganas irrefrenables de explicar que ese proceso es totalmente subjetivo.

Así, sentir o no sentir confianza en alguien es fruto de un juicio que elaboramos. Dicho juicio consiste en la creencia de que algo sucederá en el futuro con esa persona, teniendo en cuenta las circunstancias actuales y la experiencia del pasado. Dicho de otra manera, es un juicio que, a su vez, depende de tres juicios. Es como una banqueta con tres patas que no puede sostenerse si no cuenta con todas sus patas porque, una pata o más, están quebradas o inestables.

El primer juicio (o pata de la banqueta) tiene que ver con la «competencia» que atribuimos a la persona en cuestión. Es decir, «si le vemos capaz de hacer lo que dice que sabe hacer». La valoración la podemos fundamentar en los conocimientos, o la experiencia previa de esa persona, pero no deja de ser un juicio. ¿Cuántas veces, ante dos personas con idéntica formación y experiencia, sentimos diferentes grados de confianza? ¿O dos personas distintas tienen una percepción diferente sobre la competencia de una misma persona? He ahí el juicio.

El segundo juicio, es el de la sinceridad. Tiene que ver con que, cuando esa persona en cuestión afirma que hará algo, creamos que realmente quiere hacerlo. Muchas veces escuchamos unos «si» es dudosos, o a los que unos brazos o piernas bien cruzados no acompañan, y llegamos a la conclusión de que esa persona no quiere realmente hacer lo que se le pide, no es sincera, y, consiguientemente, no confiamos en ella. No es raro escuchar «aunque me dijo que sí, no me fío...», de forma que emitimos un juicio negativo sobre la sinceridad de algunas personas. Para que esta pata esté bien robusta necesitamos emitir el juicio de que la persona en cuestión «quiere hacer lo que dice». No nos engañemos, las certezas sobre lo que las personas quieren o no quieren hacer no existen, sólo podemos valorarlo a partir de nuestros juicios.

El tercero de los juicios, o la última pata de la banqueta, es el de los antecedentes con esa persona. Si en el pasado una persona ha cumplido su palabra, le otorgaremos credibilidad, pero si no lo ha hecho, nos costará más. Este último juicio consiste en valorar si la persona en cuestión «hace lo que dice». Esta es la mirada sobre el pasado que nos lleva a elaborar creencias sobre el futuro, nuevamente juicios, y no certezas. ¿O acaso no habéis dicho nunca «normalmente suele cumplir, no sé qué le habrá pasado hoy»?

Dado que son tres juicios los que, emitidos de forma favorable, dan forma al juicio final sobre la confianza, y los juicios son absolutamente subjetivos, es difícil garantizar la posibilidad de «ganarse objetivamente» la confianza, pues más bien se «da subjetivamente».

¿Significa ello que no podemos hacer nada para que nos den la confianza? En absoluto, sólo significa que no podemos asegurar que nos la vayan a dar, pero que si nos aseguramos de comportarnos de una manera que pueda reforzar las tres patitas (competencia, sinceridad y credibilidad) será más probable que alguien decida dárnosla. Así mismo, si dudamos sobre la confianza que sentimos en alguien, podemos revisar estas tres patas y tratar de averiguar si el juicio negativo que habremos emitido respecto de alguna o alguna de aquellas, podemos modificarlo... no olvidemos que no hay mejor manera comprobar que podíamos confiar alguien que dándole la oportunidad (o si no, ¿cómo podemos valorar la credibilidad?).

Y un último apunte para no olvidar: una creencia compartida no hace una verdad (¿Cuántas veces has sentido frío/calor y todo el mundo afirmaba que no hacía frío/calor? ¿Quién tenía razón?).

A partir de ahora, ¿la confianza se la tendrán que ganar o la darás?