La pandilla más querida de la televisión ha vuelto con nuevos monstruos a la parrilla de Netflix. «Strangers things» estrenó el pasado jueves su tercera temporada, una de las más esperadas tras la consolidación de los datos de audiencia, y las reacciones de la crítica no podrían ser más dispares. La serie llega por primera vez en temporada estival. Perfecta para un maratón, la historia transcurre esta vez en los días previos de la festividad del 4 de julio, el día en el que Estados Unidos conmemora su independencia del Imperio británico. Después de derrotar a los demogorgons, estos chavales -que ya no son niños- se enfrentan a una nueva amenaza. Por suerte, ahora son más listos, tienen más recursos defensivos -Dustin ha ido a un campamento de ciencias- y tienen algo por lo que luchar. Y es que el amor ha tomado por completo el guion de la serie para edulcorar gran parte de los capítulos en forma de besos, flirteos y detalles que buscan bajar la guardia a millones de espectadores que vivieron su juventud a en los 80. La presencia de las hormonas es evidente, y no solo en los actores, ya que los hermanos Duffer se han introducido de lleno en la edad del pavo para hacer una serie entretenida, pero que no logra mantener el suspense como en las primeras temporadas.

Millie Bobby Brown (Eleven), Gaten Matarazzo (Dustin), Finn Wolfhard (Mike), Winona Ryder (Joyce) o Joe Keery (Steve) nada pueden hacer con un guion al que le faltan giros narrativos emocionantes más allá de los sustos. Esta tercera temporada está escasa de ritmo. La serie logró meterse al público en el bolsillo con su aire ochentas pero, en parte, eso solo es mérito del departamento de diseño de arte y vestuario. Necesitamos más historia y menos hormonas. Aunque no crean que todo es negativo. En esta tercera entrega, los creadores han introducido más recursos narrativos que sustentan un poco más la historia que hace al pueblo de Hawkins ser único. Este nuevo escenario permite a los Duffer hacer una crítica al sistema capitalista. Los creadores ponen en contexto a esta pandilla de adolescentes, ajenos a la actualidad política de su país. Los sitúa en plena Guerra Fría con un final inesperado que hace pensar en una temporada cuarta.

El aspecto interpretativo de la entrega es un buen ejemplo de la sensación agridulce de la crítica. Hay personajes -y actores- que lastran la historia, como es el caso de la actriz Sadie Sink, que interpreta a Max. En cambio, hay nuevos fichajes que suman, como es el caso de la actriz Maya Hawke, hija de Uma Thurman y Ethan Hawke. Pese a las notas negativas, la serie no ha parado de encandilar tanto a espectadores como a marcas comerciales. De hecho, Levi's acaba de lanzar una colección de vaqueros inspirados en la serie. Felices compras y feliz maratón.