Josep Maria Pou es un señor de las tablas, de los que pareciera haber nacido sobre ellas. Vuelve a Sagunt a Escena, el día 8 estrena Viejo amigo Cicerón, dirigida por Mario Gas. Menudo tándem. Llegan del Festival de Mérida. De teatro romano a teatro romano. La trama, sin togas, transcurre en nuestros días, en una biblioteca pública. Allí dos jóvenes se encuentran con un viejo profesor -¿o quizás no?, no sabemos muy bien quién es-. Los tres plantean una confrontación generacional y debaten sobre la vida de Marco Tulio Cicerón, jurista, político, y orador romano.? El maestro de la oratoria.

P Cicerón personifica la integridad moral, firme en sus convicciones políticas aún en las más adversas circunstancias. Esto es algo que parece que ya no se estila desde el siglo I ante de Cristo.

R (Risas). La figura de Cicerón es, quizás, poco conocida para el gran público, pero muy conocida para los hombres de letras. Vimos claro que había que hacer una obra sobre él, sobre ese hombre de leyes, intelectual, un pensador que, de repente, se mete en política. No es un político nato y los avatares de la política acaban costándole la vida y no hago ningún spoiler. Acaban cortándole la cabeza y las manos. Era el gran maestro de la oratoria, la gente se acumulaba como en un concierto de rock para oírle hablar. Se mete en política porque cree que los intelectuales tienen la obligación de colaborar en el bienestar de sus conciudadanos. Pero también es una figura con blancos y negros. Cambió de chaqueta fluctuando con los vientos. Hay un episodio fundamental, en el que casi se centra nuestro espectáculo. Al final de la república, cuando Julio César decide nombrarse emperador, Cicerón, aun siendo su íntimo amigo, fue capaz de enfrentarse a él por defender la ley y llegó, incluso, a promover su asesinato.

P ¿Cuántos Cicerones necesitamos?

R En cuanto a maestros de oratoria y elocuencia, harían falta miles, a tenor del lenguaje y de las vulgaridades y poco nivel que oigo, no solo en el Congreso, sino en casi todos los parlamentos. Y sus comportamientos son de sonrojo y vergüenza. Cicerón es un ejemplo de cómo debe usarse la palabra.

P Su figura debería ser de obligado estudio para todo aquel que se dedique a la política.

R Me encantaría hacer esta función en el Congreso de los Diputados. Si hiciéramos un examen sobre Cicerón a los políticos nos llevaríamos alguna sorpresa. Algunos de los que se dedican a la política no le habrán leído ni una línea o ni lo conocen. Y llegó a escribir libros titulados Cómo ganar la elecciones o Cómo gobernar un país.

P «El cambio de chaqueta» está a la orden del día.

R Una cosa es la estrategia política y otra no decir la verdad. Cicerón era un obseso de la verdad. Eso lo hace muy actual en este tiempo de fake news.

P El teatro es bastión de la reflexión.

R Sí, el teatro es una tribuna pública de reflexión. Quizás es un tópico, pero creo que la gente del teatro tenemos la obligación de colocar un gigantesco espejo sobre el escenario para que el público se vea y se reconozca y se entienda sí mismo. Pero no quita que el teatro sea también un elemento de ocio y cultura al mismo tiempo. Lo importante es que haya una amplísima oferta teatral. Para que aquel que quiera encontrar ese espejo, lo tenga, o quienes quieran ir a pasar el rato, también. Incluso en el teatro más ligero o menos comprometido siempre hay un componente de enriquecimiento personal para el espectador. Mi única preocupación es que ningún espectáculo que yo haga le haga perder el tiempo al público. No me perdonaría que el público saliera pensando que ha sido una pérdida de tiempo.

P ¿Uno actúa de otro modo en un teatro romano como el de Sagunt?

R La experiencia de estar rodeado de piedras de las que podemos decir que 2.000 años de historia nos contemplan produce cierta emoción en el actor. Igual que en el espectador. Cuando llegas a Sagunt se te cae encima el peso de la historia, para bien. Uno siente que está pisando el mismo espacio que hace 2.000 años pisaron otros actores, dijeron allí palabras semejantes y se reunían para lo mismo: entenderse unos a otros a través del teatro. Eso solo pasa en Mérida y Sagunt.

P ¿Trabajar con Mario Gas es sinónimo de éxito?

R Mario y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, tenemos mucho en común y un sentido del teatro muy parecido. Nos entendemos. Sabemos cómo es el espectáculo que queremos. Con él es un placer trabajar. Es un hombre sabio. Más allá de las horas de ensayo, da gusto pasar el doble de horas solo charlando con él de teatro, cine, cultura, política...

P ¿Qué personaje le gustaría hacer?

R Me gustaría decir que ninguno. Creo que ya merezco descansar. Son 50 años de trabajo. No he parado. Pero no me quejo. Me considero un privilegiado. Este no es un oficio fácil. Igual que nunca pensé que haría algo de Sócrates o Moby Dick, que hice en València, o este Cicerón. Si me hubieras preguntado hace cinco años no los hubiera dicho, pero han caído del cielo y ha resultado que nos hemos entendido. Me gusta pensar que alguien que quizás no conozco está escribiendo una función encerrado en un cuarto de su casa y me llegará a mí dentro de unos meses y me enamorará.

P Siendo director y estando al frente del Teatro Romea, ¿no le ha tentado crearse un personaje a su medida?

R He tenido la suerte de que me han llegado ofertas de personajes muy interesantes. Tuve el regalo inmenso de hacer al Rey Lear que hizo Calixto Bieito. Hay quienes se pasan toda la vida soñando con hacer este personaje, que se considera la cumbre máxima para un actor, el más difícil al que enfrentarse. Yo lo hice hace casi 14 años y te cambia completamente. Estoy seguro de que, más allá de lo que uno aprende de su oficio con los años, mi condición cambió desde el momento en que viví la experiencia del Rey Lear de Shakespeare. Salí siendo mejor actor y persona.

P ¿Alguna vez se ha arrepentido de haber rechazado un papel?

R Me han ofrecido montones de papeles muy buenos en cine. Y he hecho muchas películas, pero quizás no grandes personajes. Algunos los he rechazado porque estaba comprometido en el teatro. Me han ofrecido buenos personajes que luego, cuando lo han hecho otros, han resultado producciones fundamentales para las carreras de esos actores.

P ¿Alguno que se pueda saber?

R No, en absoluto. Sería una descortesía para los actores que los han hecho.

P Me decía que se merece descansar, pero no hago más que oír que un actor nunca se jubila, que eso va en la sangre.

R Eso me dicen. Tengo 75 años, hace 10 que podía estar jubilado, pero ni me di cuenta de cuando pasé por los 65. Soy pesado al decir que hay que poner freno, no trabajar de forma tan continuada. Me dicen que me aburriré y eso me molesta mucho porque puedo estar perfectamente sin hacer nada y no aburrirme. Mi cabeza da muchas vueltas, hay muchos libros que leer, mucho mundo que ver, conversaciones con amigos que tener. He sacrificado todo esto por horas continuadas en mi oficio y toca pensar más en uno mismo.