En mi trabajo es indispensable generar un contexto. Con personas que vienen a realizar sesiones individuales, porque ese contexto es necesario para que decidan compartirme sus más íntimos pensamientos y emociones, vamos, para que decidan confiar en mi. Con grupos o equipos de trabajo, para establecer las reglas que les permitan confiar a los unos en los otros, y así se lancen a vivir delante de los demás experiencias distintas de las que viven habitualmente, con las que evolucionan como personas. Bien, nuevamente, el contexto sirve para generar confianza.

También en mi trabajo escucho infinitas historias de relaciones que no funcionan (o no tan bien como mis clientes desearían) y, por muy diferentes que parezcan, muchas tienen en común una característica curiosa: el origen de la dificultad es una situación en la que no se ha generado contexto.

Para ilustrarlo, un ejemplo. Uno de mis clientes se enfrenta, como Director General, a un proceso de venta de parte de su empresa. Es una operación interesante y conveniente, ya que la empresa necesita de una inyección de dinero. El Presidente de la empresa está gestionando la operación de venta de manera precipitada a los ojos del Director General, pues está aceptando condiciones de los compradores que no les convienen, está sacando dinero de otra empresa que tienen, etc. El Director General está muy incómodo ante esta situación y saca las siguientes «conclusiones»:

- El Presidente no sabe lo que hace y puede tomar decisiones desacertadas, es «peligroso».

- El Presidente no confía en él porque no le cuenta que va a tomar dinero ni para qué, el Director General lo ha descubierto a través de la Directora Financiera.

- Al Presidente no le importa nada como se sienta el Director General, ya que lo ningunea.

Como coach, tengo la enorme suerte de que muchas veces escucho las dos versiones de la misma historia y esta es la que me explicaba el Presidente:

- La situación es límite, no tienen tesorería para pagar las nóminas de 40 personas en cinco días.

- La operación de venta es una oportunidad de oro única, ya que va a haber una modificación legal que podría dificultarla a partir de ahora.

- Sabe que el Director General lo está pasando fatal y que tiene miles de frentes, por lo que no quiere asustarlo más con todo lo anterior.

- Gestionar esta situación en solitario es algo muy duro y se siente irritable y con poca paciencia.

- No le convence la actitud del Director General que le pide explicaciones (si él es el Presidente!).

Ninguno de los dos ha generado un contexto con el otro y, como resultado, se está produciendo un sufrimiento: en el Director General, leído en clave de falta de confianza y de indiferencia por parte del Presidente; y en el Presidente, por sentirse solo, estresado e indebida e injustamente juzgado.

Pues bien, un simple comienzo, en el que cada uno contextualizó lo que le estaba pasando, cambió radicalmente la percepción de la situación. El Director General explicó que no entendía algunas decisiones y eso le generaba miedo; y el Presidente explicó los factores que exigían una rápida reacción, con la que no quería cargar al Director General. De repente, el miedo del Director General se había difuminado y, sobre todo, sentía que el Presidente le tenía en consideración. Por su parte, la soledad del Presidente se había atenuado al poder comentarlo y la sensación de sentirse juzgado también había desaparecido al sentirse comprendido. Prácticamente no hubo necesidad de profundizar más en la sesión ya que entender qué estaba pasando y sentir que a la otra persona le estaba importando, fue suficiente para que creciera inmediatamente la confianza entre ellos, que es lo que más les faltaba.

Por tanto, al generar contexto no estamos dando explicaciones, sino contenido para una comprensión de las circunstancias que alimente nuestra confianza y, ya de paso, además, le estamos diciendo a otra persona que nos importa€

¿O acaso es lo mismo llegar con mala cara a casa, que llegar diciendo que una ha tenido un mal día y que el humor que trae no tiene nada que ver con los habitantes de esa casa? Estoy segura de que mi familia se siente más valorada, sobrelleva infinitamente mejor mis momentos difíciles cuando lo anticipo así y, además, al entender qué me pasa, se adaptan mejor a lo que necesito en esos momentos.