La electricidad se ha convertido en la gran protagonista del panorama de la movilidad. Un elemento, el eléctrico, que ha pasado a ser algo más que una tendencia para demostrar lo ecológico que puede ser para transportarse bajo niveles de «cero emisiones»; para convertirse en una herramienta más de desplazamiento urbano que de incluso para el ocio.

Y un claro ejemplo lo representan las nuevas generaciones de bicicletas de montaña que recurren a la más actual tecnología de propulsión eléctrica. El auge experimentado por este tipo de monturas durante los últimos años se ha convertido en una de las grandes sorpresas del panorama de las dos ruedas. Hasta los aficionados más puristas a los pedales han sucumbido a esta nueva alternativa de las e-bikes que permiten afrontar las salidas por el monte bajo una perspectiva totalmente nueva.

En primer lugar, hay que definir con claridad lo que es una e-bike. Según la legislación vigente, las bicicletas eléctricas cuentan con un conjunto propulsor compuesto por un motor y una batería que lo alimenta, que proporcionan una asistencia al pedaleo. Es por tanto, una ayuda suplementaria la que recibe el usuario cuando pedalea, con una fuerza añadida que le permite alcanzar una mayor velocidad con un menor esfuerzo. No obstante, la tracción humana siempre es imprescindible ya que si se deja de pedalear, la asistencia del motor eléctrico desaparece. Esto también ocurre cuando se superan los 25 km/h, dejando a partir de entonces toda la «responsabilidad» a las piernas del ciclista. De este manera ofrece una combinación idónea de ayuda al pedaleo a la hora de afrontar las cuestas más duras, junto al ejercicio físico necesario que hay que realizar debido a la obligada actuación sobre los pedales. Esta potencia extra puede permitir llegar a sitios inaccesibles e incluso formar parte en salidas con gente de mayor nivel físico.

Además, en la práctica totalidad de modelos, se deja en manos del usuario el nivel de esfuerzo que quiere hacer en cada momento, al poder gestionar el nivel de asistencia del motor. En este sentido, si se opta por la mayor entrega de potencia el nivel de autonomía de la batería bajará. Si por el contrario se regula el caudal de fuerza que recibimos desde el motor se puede disfrutar de largas salidas sin tener que contar con un sobresaliente estado de forma. Por todo ello las e-bikes se han convertido en la alternativa perfecta tanto para aquellos aficionados que alternan sus salidas semanales con la bicicleta tradicional, como para los usuarios ocasionales que no buscan un elevado rendimiento ni cuentan con un elevado nivel de entrenamiento, pero que no quieren renunciar a disfrutar de la montaña sin por ello tener que pasar un clavario.

Es importante resaltar que, debido al montaje del motor y la batería, el peso de este tipo de bicis aumenta considerablemente respecto a una tradicional, por lo que es importante gestionar el nivel de carga para no quedarse sin energía. En este caso, mover los más de 20 kg que pesan puede ser una experiencia poco gratificante.

Por otro lado, la carga de las baterías es de lo más sencillo. Si bien existen diversos adaptadores en función de la marca de bici y motor, es suficiente con recurrir a un enchufe tradicional para poder «llenar» de electricidad la batería. Si bien existen multitud de alternativas en el mercado, es recomendable, por calidad y nivel tecnológico, centrarse en marcas de reconocido prestigio e incluso optar por la posibilidad de probarlas, tal y como ofrecen los principales establecimientos especializados y conocer de cerca todas las ventajas de esta nueva concepción del ciclismo.

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