Proveniente del mundo del rock con la banda Calor Urbano, en 2011 inició con el disco «Melodrama» una búsqueda por los orígenes musicales de su país, que continuó en 2015 con «Alamar» y llega a 2019 con «Candela», un disco directo y ecléctico que fusiona el merengue con los ritmos africanos y la música urbana. «La búsqueda nunca parará -avisa-. Hay tanta música para explorar que sería una pena dejar de buscar.

P De la bachata del primer disco, a la música afrocaribeña del segundo al merengue del tercero. ¿Qué nos dice de ti esta evolución?

R Cada disco mío es una evolución del anterior. En Melodrama usé la bachata para buscar en mi identidad y mis raíces. Para Alamar profundicé aún más en las músicas de mi país y en esa búsqueda me topé con el merengue y con los ritmos que fueron su origen. Y en esos orígenes empecé a encontrar mi color, inyectándole coros zulú, guitarras del Congo, bomba puertorriqueña, ritmos haitianos. Y también me alié de la electrónica, usando el «autotune», para contrastar la raíz con la actualidad.

P ¿Usar el «autotune» ha sido como intentar vencer al enemigo con sus armas?

R Realmente lo que ahora se llama música urbana no es el enemigo. Yo soy de República Dominicana y desde que tengo 12 años que empezó el reguetón lo he tenido muy cerca y lo he bailado y disfrutado. Como parte de esta generación, a pesar de que mi búsqueda está en otro lugar, no soy ajeno a la estética del reguetón o disfrute de un buen ritmo «dembow».

P ¿Por qué le hace falta ese lavado de cara al merengue?

R Lo puro y lo enraizado se hizo ya de la manera más pura en los campos, no creo que emularlo aporte mucho. El disco no responde contra eso, pero sí se alimenta de esa raíz para hacer pop.

P ¿Te sorprende que haya artistas a los que se les acuse de «apropiación cultural».

R Saber de dónde uno viene sirve de mucho, pero no hay que estar atado a una raíz, y menos en un mundo tan globalizado como éste, en el que hay acceso a todo. Llevo tres discos haciendo música caribeña, pero llega un momento que quiero trabajar otras músicas.

P Visitante, con quien compartes el proyecto de Trending Tropics, dijo que el punto flaco del reguetón son las letras. ¿Le ocurre lo mismo al merengue o a la bachata?

R Sí. Son géneros que empiezan en el pueblo, y que en sus orígenes, como le pasa al blues, son un retrato de la sociedad, son sus herramientas para comunicarse, la voz de pueblo. Pero son ritmos que salieron de los campos y empezaron a comercializarse y terminaron en el romanticismo básico. En vez de ser de personajes enraizados, los que los interpretan empiezan a hacer baladas sobre una base de merengue.

Con el reguetón ha pasado lo mismo, ya no se habla de la vida de la calle y el gueto, sino que son baladas con base de reguetón.

P Juan Luis Guerra colabora en este disco y tú lo has reconocido como una de tus principales influencias.

R Claro. Tuve la suerte de conocer a Juan Luis antes incluso de empezar yo en solitario, y forma parte de ese proceso mío de buscar el origen de la música dominicana. Con él vi que podía hacer música tropical con un trasfondo social.

P ¿Qué te queda del rockero de Calor Urbano?

R Aún mucho. Este disco tiene mucho punk, tiene mucho sucio, tiene mucha agresividad. Siento que incluso ahora que quiero trabajar de nuevo el soul, tendrá esa parte. Uno va variando y queda la esencia de lo que trabajó.

P En España el merengue está asociado a la fiesta y al baile. ¿Cómo afrontas una gira para un tipo de oyente que no tiene tan en cuenta la raíz y tus investigaciones de la música?

R La investigación es el trasfondo y lo principal es lo que se escucha. Ahora voy a Londres, donde tendré audiencia que no sabe español y comunicaré a través de guitarras africanas o los coros. Tal vez si mi interés por la música fuera el de llegar al número 1 en la radio estaría bastante preocupado, pero no es ese el sentido. Es más tocar la música y que la gente se sienta curiosa por lo que hago.