Sin perder el nervio social y político de sus dos discos anteriores -León Benavente (2013) y 2 (2016)-, Abraham Boba, Eduardo Baos, Luis Rodríguez y César Verdú se han plantado en el tercero mirando más a sí mismos y certificando que las cuitas individuales también pueden cantarse y escucharse como himnos generacionales. Vamos a volvernos locos es aún más electrónico y más sintetizado, sigue siendo rock que se puede bailar sin dejar estar de mala leche. Pero también se permiten cosas lejanamente parecidas a un medio tiempo y hablar de relaciones entre dos o incluso uno mismo. «Pensamos en lo que queríamos contar y en el momento en el que nos encontramos. Pensamos en las formas para hacer que lo íntimo pudiese ser a la vez expansivo», explica por teléfono Abraham Boba.

P El disco se llama «Vamos a volvernos locos». ¿Esto es una orden o una predicción?

R Más que una orden, es una iniciativa, algo más light. Es una frase que a primera vista es bastante simple, pero tiene diferentes lecturas y eso siempre nos ha gustado para las canciones de León Benavente y en este caso para el título. Sirve tanto como iniciativa como advertencia. Mucha gente se lo toma como referido a nosotros como miembros del grupo, pero tiene más que ver con el contenido del disco que intentan expresar una reflexión sobre el signo de los tiempos, que decía Prince.

P Da la impresión de que en las letras hay menos contenido político (por decirlo de alguna manera) que en vuestros dos álbumes anteriores. ¿Habéis intentando alejaros de la etiqueta de grupo indie con mensaje»

R Todas las canciones son políticas aunque no hablen de política, hasta las de amor. Quizá éste sea un disco más de mirada interior, pero siempre sin perder la brújula del momento que vivimos, de dónde vivimos y de lo que nos rodea. Somos un grupo que preferimos hablar de lo que hay alrededor que crear mundos imaginarios.

P ¿Hay demasiados mundos imaginarios y demasiado vuelto poético en el rock independiente nacional?

R No voy a decir lo que falta o lo que sobra, porque hay gente que hace muy bien una cosa y otra que hace muy bien la contraria. Pero en lo que se refiere a nosotros sí nos gusta que haya un componente poético, por supuesto, y que haya un componente costumbrista, que haya canciones que te lleven por el aire y que de repente te tiren al suelo con cualquier referencia cercana. Es el material con el que jugamos desde el principio.

P Entonces, esto de empezar a mirar a vuestro interior, como decíais antes, es también una forma de huir de la imagen que hasta ahora habíais tenido de banda generacional.

R Sí, pero sobre todo porque somos un grupo que tenemos inquietud y nos gusta sorprendernos a nivel musical y lírico. Esos caminos ya los hemos recorrido en los otros dos discos y cuando empezamos este nos marcamos una dirección muy clara que era la de no repetirse, ni en lo musical ni en lo lírico. Es un disco mucho más concreto en todos los sentidos, y puede ser más íntimo pero en el fondo hacemos canciones para comunicar cosas a las otras personas, que parten de lo íntimo para ser lo más universales posibles.

P Y que incluso pueden hacer bailar, como «La piedra que flota». ¿Debería ser ese el fin supremo del rock’n’roll, hacer bailar sin ser música de baile?

R Hacer mover los cuerpos cuando la música suena. Nos interesa del baile que se pueda bailar, al doble de velocidad o a la mitad.

P «Amo que esta canción este escrita con tópicos de enamorados», cantáis en «Amo». ¿Siempre habéis sido unos románticos y ahora os habéis quitado la careta?

R Claro, yo creo que sí. En esa y en la que abre el disco, «Cuatro monos» son de quitarse la careta. Son canciones a las que le hemos dedicado tanto tiempo que han llegado a un punto de concreción muy grande y que antes quedaban más diluidas.

P En «Canción del daño» cantáis «Te ves como un ser de la prehistoria» y «es terrible asumir que te adelantan a toda velocidad». ¿Aquí sí que actuáis como altavoces generacionales?

R El título del disco viene de ahí, y esa es la línea argumental. En el primer disco y el segundo quizá la insatisfacción era más política, y en este la insatisfacción viene más de dentro.

P Está claro que con canciones como esta vais a impactar antes en un chiquillo de 41 años que en uno de 15.

R Yo cuando tenía 15 años escuchaba canciones de Radio Futura que no iban dirigidas a gente de mi edad pero yo sí las hacía mías. Espero que esto pueda pasar con nuestras canciones. Es obvio que este grupo tiene un componente generacional bastante claro, pero cuando estás jugando con el material del día a día, de tu vida, para entrar a escribir como si tuvieses 15 años tendrías que construir antes un personaje.

P «Ser brigada», la última canción de vuestro primer disco, enlaza temáticamente con «California», la primera del segundo. Y ahora «Cuatro Monos», la primera de tercer disco, conecta con «Habitación 615», que era la última del segundo. ¿Vocación de continuidad por vuestra parte o de conspiranoia por la mía?

R Está totalmente pensado y premeditado. Cuando trabajas con un orden concreto y un discurso interno, sirve mucho poner un principio y un final. El disco anterior acababa con una especie de suspensión que tenía que bajar y creo que ha pasado con «Cuatro monos» de forma totalmente consciente. Es continuar otra historia. Esta habla de nosotros y de todo lo que ha pasado desde que acabó la anterior canción.

P ¿Y esta especie de autoconciencia musical os sirve de alguna manera para analizaros a vosotros mismos?

R Sí, desde luego. Y son temas que al principio da incluso vergüenza.

P ¿Sentís pudor por contar cosas que puedan ser demasiado íntimas?

R Sí, pero también lo había en «Habitación 615» y se acabó convirtiendo en una canción que transmitía muchas cosas a las personas aunque hablase de nosotros. Y conseguir eso es un logro.

P Vuestros conciertos siempre han tenido algo de teatral. ¿Cómo influirá en esos conciertos un disco con más menos tiempos como éste?

R Lo que pasa es que ahora el repertorio es más grande y podemos jugar más con las canciones. Y esos medios tiempos lo que te permiten es hacer otro tipo de concierto que quizá vaya más por la vía de la emoción, sin perder la fuerza pero en ese camino. Ya tenemos canciones para arrasar el escenario,y por eso crear otros ambientes a lo largo del concierto nos motiva muchísimo, y que haya más de un discurso en hora y media.

P ¿Es diferente el León Benavente que actúa en una sala que el que lo hace en un festival?

R Ya solo por tiempo sí, y si estás tocando a las 12 o a la 1 de la madrugada, igual ponemos los medios tiempos también. Pero no hacemos demasiada distinción entre salas y festivales, nos lo pasamos muy bien en ambos sitios, aunque la gente que va a la sala es público que sabe a lo que va, y en los festivales van más de paso.

P El disco lo habéis grabado durante varios meses y encerrados en el estudio El Cariño, en la casa de Baos en un pueblo de Zaragoza. ¿Necesitabais aislaros de las expectativas que había por vuestro nuevo trabajo?

R Desde luego. Puede sonar a lo de siempre, pero es verdad que nunca pensamos cuando hacemos un disco en que tiene que ser mejor que el anterior, ni a ver como lo reciben… Nunca tenemos la presión desde fuera, la tenemos en nosotros. Cuando acaba el día y no hemos conseguido nada interesante, nos cagamos en todo. Hasta que sale algo y empiezas desde ahí a confiar y creer. Han sido 90 días de grabación muy intensos.

P ¿Y habéis logrado reflejar esa intensidad?

R Sí, siempre afinas mucho más cuando tienes tanto tiempo. Hemos llegado a todos los sitios a los que queríamos llegar.