Cada año más de tres millones de personas mueren a causa del alcoholismo. Son cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esa realidad incómoda es la materia prima de la nueva obra de Teatro del Contrahecho, Delirium. Se trata de una tragicomedia, escrita por Marcos Luis Hernando y dirigida por Isabel Martí, que parte de la literatura de Lucia Berlin, Charles Bukowski, Baudelaire o Boris Vian y se completa con testimonios de exalcohólicos, una psicóloga especializada en adicciones y una trabajadora social. Un profundo trabajo de investigación que se sostiene, además, sobre datos del Ministerio de Sanidad.

Los protagonistas de Delirium son tres mujeres -Rosanna Espinós, Pilu Fontán y María Poquet- y dos hombres -Alberto Baño y Ernesto Pastor-, apostados en un bar como «pajaritos ensartados en un cable de alta tensión», compara el autor del texto, que se ha inspirado en «esos habitantes de barras que ves sentados en su taburete con la mirada perdida y la copa enfrente».

«La forma actual de consumir alcohol, como todas las adicciones, perturba nuestra capacidad de analizar la realidad que nos rodea, algo que por otro lado les interesa mucho a los poderes fácticos: nos quieren aturdidos e ignorantes, que seamos presa fácil de las opiniones de impacto, esas ideas que si se analizaran en profundidad caerían por su propio peso», añade Martí a las palabras de Hernando.

Delirium presta atención, también, a otras adicciones contemporáneas como las compras, los videojuegos, el consumo de porno online y el uso compulsivo del móvil, «una cortina de humo en su conjunto que espesan día a día para que no veamos la soledad, la pobreza y la alienación social», coinciden los responsables de esta puesta en escena que estará en la Sala Ultramar hasta el próximo 10 de noviembre.

El texto tiene un fuerte componente de género, hace hincapié en los estándares de belleza, en los prejuicios hacia las mujeres que beben y en la ingesta de alcohol como atenuante en casos de violación. «El arte en general y el teatro en particular no pueden ser ajenos a lo que nos rodea. Y es evidente que hay un cambio de paradigma, aunque en ocasiones se enarbola la bandera de la libertad de la mujer para fines perversos», critica Martí.

Para su puesta en escena, la directora no quería caer en el estereotipo del borracho. Para que el elenco no sobreactuara y resultara histriónico, cambió la perspectiva, de modo que no trabajan desde la mirada externa sino sobre la percepción interna, «porque la percepción que tienen las personas ebrias de sus propios movimientos no es la misma que la que se ve desde fuera».

Sala Ultramar, hasta el 10 de noviembre a las 20 horas.