Arizona Baby llega este sábado al Loco Club (22.30 horas y Calveras de teloneros) con Sonora, su último disco, bien rodado. «Ahora mismo sería un momento óptimo para grabar un buen disco doble en directo, en plan años 70 -explica Javier Vielba, voz, guitarra y compositor de la banda-. Nos ha dado tiempo a acomodarnos dentro de las canciones, a que funcionen a la perfección en el formato de trío en directo, e incluso han evolucionado. Hoy en día cada vez es más común que los grupos lleven cosas grabadas y planteen los conciertos con precisión suiza. Pero eso en Arizona Baby no tiene sentido, porque es un grupo que se caracteriza por su componente orgánico, humano, con cierto virtuosismo pero sin trampa ni cartón, sin quitarle el mérito de currante de la música. Tenemos la vocación del rock, somos como los últimos mohicanos de un rock que alcanzó la cúspide en los 70. Nos vemos como guardianes de esa llama e intentamos llevarla con orgullo».

P ¿Meter una canción de 14 minutos («Just say it’s so») en plan Grateful Dead es un ataque a la dictadura del single y los tiempos digitales?

R Absolutamente. Es una maniobra de rebeldía contra algunos aspectos de los tiempos que corren y que no nos estimulan. Está muy bien el formato single, es lo que funcionaba antes de los LP y se hicieron en esos tiempos grandes canciones. Pero hoy en día es otro paradigma. Ahora un artista musical tiene que hacer redes sociales, entrevistas, merchandising… Eres casi la industria condensada en una persona, y entiendo que sea más fácil hacer una canción que un disco completo. Además la música se consume de forma diferente, es todo más inmediato, escuchamos sin paciencia. Eso nos aborrega y nos priva de ir más allá y nos volvemos una sociedad culturalmente cada vez más superficial.

P ¿Hacéis música contra esta superficialidad?

R Es nuestro deber y salvación revertir esto y también decirle a la gente joven: los festivales están de puta madre pero, ¿has ido a una sala pequeñita para estar en primera fila y que te caigan gotas de sudor del cantante? ¿Y has visto conciertos de más de los 50 minutos que duran en los festivales? En una sala pasan muchas más cosas, puedes tirar de más canciones de tu catálogo que son igual de buenas, puede subir gente del público a bailar… Eso no pasa en un festival. El deber de un grupo como Arizona Baby es recordar a los veteranos que hay gente que aún hace discos variados y conciertos largos, y hacer una labor didáctica ante la gente joven.

P ¿Deberían los jóvenes empezar por dejar de escuchar música a través del móvil?

R Sí, con una etapa sonido, un plato de vinilo y unos buenos altavoces, la experiencia es totalmente distinta. Es como comer jamón york o chuletón. No todo lo moderno y lo nuevo tiene que ser mejor. Me refiero a patrones de consumo o técnica, no a la música. En la guerra casposa de reguetón esto y rock’n’roll lo otro no voy a entrar. El tiempo actual no nos asusta.

P ¿Pero hay esperanza?

R Siempre hay gente que quiere pasar el testigo y gente que quiere recibirlo. A lo mejor miras y no somos tantos, pero cuando yo era joven tampoco éramos muchos más. Cuando yo escuchaba a Nirvana la mayoría estaba con la lambada. El rock es un lugar en el que se encuentran los raritos de la clase, los que son un poco más curiosos, más inconformistas… Con tu grupo izas una bandera para avisar a esa gente que estás ahí y que vengan para que no pasen frío. El rock nos cría y nos junta.

P ¿Y no temes que al final se convierta en una cosa respetada y de puretillas, como el jazz?

R Hoy en día no hay criterio. Da igual Musorgski que Operación Triunfo. Todo vale. Pero no hace falta tampoco ser un snob para disfrutar de la música, tiene que llegar a todo el mundo, sobre todo esto que es música popular. Habrá partes del rock que se vuelvan muy de puretillas, pero también otra parte que se mantenga juvenil y fresca. Siempre habrá una vertiente Dire Straits y otra Motörhead. Ahora la parte más pendenciera parece estar en el trap y todo eso, pero también puede existir en el rock. Al final es una cuestión de actitud. El rock se puede volver peligroso en cualquier momento, solo hace falta un grupo que le tire gasolina.