Alejandro Platero es un buen cocinero. Lo recuerdo en su primer restaurante, Mulhandara. Era un chaval sin apenas experiencia pero cocinaba con un buen gusto que se echaba de menos en compañeros de su generación. Pero la tele le hizo famoso y pronto cambió Mulhandara por Macel.lum. Un salto hacia adelante que prosiguió con una mudanza hacia un gran espacio en la calle Conde Salvatierra. Una carrera ambiciosa que, seguramente, recorrió con demasiada prisa. Hoy se refugia en su primer local (que ahora se llama Come y Calla) y en esta hamburguesería que parece funcionarle muy bien. Es miércoles noche, y en la puerta hay cola esperando para doblar mesas.

Lo mejor que tienen estas hamburguesas es la calidad de la carne. Alejandro es un tipo honrado y no engaña cuando dice que esta hamburguesa es de buey del valle del Esla y aquella otra lo es de vaca vieja. La mejor carne es la de buey, que tiene un sabor potente y penetrante. No está mala la de cerdo (que es de bellota marca Extrem), pero no debería dejarla tan poco hecha. A la vaca le sienta muy bien la cocción corta pero la carne de cerdo cruda ni tiene sabor ni resulta agradable. En la carta hay una colección de 18 hamburguesas diferentes. Son todas muy golosas, con unos rellenos generosos y salsas muy apetecibles. A veces, incluso demasiado, porque con tanto aderezo pueden ocultar el sabor de esa carne tan buena. El pan es muy esponjoso, casi etéreo. Probablemente demasiado. Tiene muy poca consistencia, algo bueno para resaltar el sabor de la carne, pero se viene abajo enseguida hasta desaparecer aplastado por el primer bocado.

Además de hamburguesas ofrece un sandwich de pastrami que no es ninguna maravilla. Platero solía preparar su propio pastrami pero el ritmo de una clientela que abarrota el local le ha llevado a proveedores que le faciliten el trabajo. Debería volver sobre sus pasos. Ese pastrami resulta seco y correoso.

Me interesaron los entrantes: unas alitas de pollo bastante correctas, sus nachos con queso y los temaques (una especie de fingers rellenos de queso y cubiertos en maíz).

Los postres son un homenaje a los excesos. Sobre todo su cerdonut. Se trata de dos simples donuts marcados en plancha, bañado en chocolate y dulce de leche y coronado por una bola de helado. Más acierto luce su tarta de queso que, alejada de las modas, se plantea en los terrenos clásicos con el queso consistente y la masa quebrada.

16 euros por una hamburguesa puede parecer mucho dinero, pero no lo es si en ella encuentras 200 gramos de buey del Valle del Esla. En Utopic se come bien, pero echo de menos el amor propio de aquél cocinero que se exigía más a sí mismo. Se que es egoísta por mi parte pedirle a un empresario un esfuerzo que vaya más allá de la rentabilidad del proyecto, pero sé del potencial que Alejandro tiene y me decepciona un poco verlo bajar el pedal del acelerador. Ojalá coja aire y vuelva otra vez a ser ese cocinero con ganas de ofrecernos su mejor cara. Profesionales con su sensibilidad no abundan.