Comer hasta explotar, patinar sobre hielo, abrir los regalos de Papá Noel, escribir la carta a los Reyes Magos y llevársela a sus pajes, dejar leche y algo de comer a los pies del árbol para los camellos, e ir al circo. Una de las tradiciones navideñas por excelencia es la de ir al circo en familia después de las largas comidas que caracterizan estas fiestas. Para muchos, algunos de los recuerdos navideños de la infancia trascurren bajo la carpa de un circo.

Los adolescentes todavía conocieron los circos con leones haciendo coreografías, tigres saltando por aros de fuego y elefantes dispuestos -relativamente- a posar con niños encima para llevarse un recuerdo de la jornada circense. En la Comunitat Valenciana está prohibida la utilización de animales para este tipo de espectáculos desde diciembre de 2018, por lo que los circos se han tenido que reinventar para que los niños y los no tan niños sigan sorprendiéndose y disfrutando de lo que ocurre bajo la carpa.

Como no podía ser de otra forma, hay circos para todos los gustos. Mientras algunos siguen trayendo a escena las mismas actuaciones eliminando los espectáculos de animales, otros deciden disfrazar a algunos de los intérpretes de leones, lobos o jirafas.

Dos hermanas y dos hermanos dirigen, respectivamente, dos circos que marcan la diferencia. El Circo Raluy Legacy y el Circo Gran Fele. Son dos formatos muy diferentes con una esencia común: honrar al circo de verdad, el de toda la vida, el que tiene algo que decir. El primero hace de su carpa una pieza de un museo rodante, mientras el segundo abandonó la suya cambiándola por la comodidad del teatro.

«Lo diferente del Gran Fele es que trabajamos una puesta en escena. No hacemos circo en el concepto de números aislados, sino que creamos una historia, aunque sea muy sutil, pero no repetimos un numero tras otro, no jugamos al 'más difícil todavía'».

Desde sus inicios, hace más de 25 años, han apostado por espectáculos poco convencionales que cuentan historias fusionando teatro, danza y las distintas disciplinas circenses, con música original y en directo y cuidadísimas puestas en escena. Fue el pionero de los circos sin animales de la ciudad, «porque los animales se encuentran mejor en su hábitat natural», afirman.

Su director, Rafael Pla, explica por qué dejaron la carpa: «Trasladamos el circo de la carpa al teatro por un motivo económico, y es que casi nos arruinamos con la carpa. En el año 98 nuestro querido Ministerio de Cultura hizo lo de siempre, jugar a 'matar' a todos los artistas, entonces la única forma que encontramos para sobrevivir fue meternos en un teatro».

El Gran Fele presenta «una historia un poco más social que otros años, una protesta sobre las expropiaciones, tirar a la gente de sus casas, de sus trabajos€ Es una protesta silenciosa y divertida sobre todo eso». El circo acumula el Premio Nacional de Circo 2008 que otorga el Ministerio de Cultura, el premio Max Especial de Circo o el Premio Caleidoscopio de la Unión Europea, entre otros.

Por su parte, el Circo Raluy Legacy apuesta por mantener la esencia de la época dorada del circo trayendo «un espectáculo para adultos que ningún niño debería perderse». Un espectáculo en el que apuestan por un humor más inteligente y actual que huye de los payasos que se pegan «tortazos», pero que divierte a pequeños y mayores por igual. Desde el propio circo aseguran que están «muy lejos de los superhéroes y 'pitufos' que han desvirtuado el circo». El circo Raluy Legacy guarda su esencia original. Es el legado de una familia que empezó con Luis Raluy y que en 2016 cedió el testigo a la siguiente generación, dejándolo en manos de sus dos hijas. Se convierte así en el primer circo regentado por dos mujeres.

Un circo eco-friendly

El Gran Fele lleva por bandera su defensa del medio ambiente, ejemplo de ello es que no han utilizado nunca animales en sus funciones. «Como no queremos tener animales vivos, nos inventamos marionetas para que hagan de ellos». Pero no solo eso, también contribuyen donde no se ve. «Por ejemplo nosotros trabajábamos con unos motores eléctricos para elevar a la gente. Consumen poco pero consumen, y mi compañero Víctor (acróbata) ha diseñado un aparato que sube y baja a la gente pedaleando, de esta manera hemos apartado ese extra», explica Rafael Pla. «No hemos quitado todo, por supuesto, pero hemos cambiado muchos focos por led, lámparas de 850 vatios las cambiamos por unas de 30. Nosotros nos esforzamos en nuestro mundo», concluye.

Un museo ambulante

Todo lo que rodea el circo de la familia Raluy parece sacado de un cuento de época. El bar, la tienda de palomitas e incluso los cuartos de baño son caravanas de principios del siglo XX. Una de ellas incluso esconde en su interior la biblioteca de Luis Raluy. También una pequeña carpa de la misma época, donde cada día realizan su función, son parte de la colección del Circo Raluy Legacy. Son piezas únicas y en continua restauración. Además toda esta atmósfera va de la mano con el espectáculo, que mantiene la esencia del circo de los años 20. Cruzar la puerta del circo Raluy Legacy es como entrar en otra época. Un pequeño viaje en el tiempo que la familia Raluy ha conservado en herencia generación tras generación.