Una de las peculiaridades más conocidas del español hablado en México, y en toda América, es la ausencia del sonido Z. En América se sesea y en España se cecea.

Y es que el seseo americano, que aporta dulzura al habla, es su seña de identidad más característica. Pero también el origen de infinidad de faltas de ortografía.

La diferenciación entre la Z y la S suele ser uno de los principales quebraderos de cabeza de los maestros e incluso adultos bien formados escriben palabras como estasionamiento, distinsión o discapasitado sin ni inmutarse.

En un reciente viaje a las Islas Canarias he conseguido atar cabos: el sonido zeta no es que se perdiera en América, sino que nunca embarcó hacia allí. Buena muestra de ello es que ni siquiera llegó a Canarias, territorio colonizado casi a la par que el americano y parada obligada en la ruta hacia América.

Pero recapitulemos. En 1492 Colón llega a América. Parte del puerto de Palos de la Frontera, en Huelva, rumbo a una Gran Canaria recién incorporada a la Corona. De Gran Canaria pone proa a la Gomera, desde donde vislumbra la erupción del Teide en la aún desconocida isla de enfrente, Tenerife. Y en agosto abandona las Canarias rumbo a América por primera vez.

Se establece a partir de entonces una ruta que unirá Sevilla, corazón del comercio indiano, Canarias, último puerto antes de cruzar el Atlántico, y América. Es decir que el seseo americano y canario proviene de Sevilla.

Además, no hay que olvidar que finales del XV, cuando se colonizan las Canarias y América, son los años de la culminación de la Reconquista del Al Andalus.

En el sur de España el uso de la zeta se relacionaba con lo morisco y era símbolo de bajeza de clase. Eso hizo que la lengua española adoptara en Sevilla esa particularidad. Otra situación diferente observamos en Granada, último reducto musulmán, donde la S desaparece y se cecea en exceso.

Los navegantes pasaban muchos meses en Sevilla antes de poder embarcar hacia el Nuevo Mundo lo que hacía que adoptaran el seseo antes de partir. Al mismo tiempo la supresión de la Z suponía una simplificación del idioma muy útil para facilitar la enseñanza de la lengua a los indígenas.

La lengua hablada era la de Sevilla, pero la escrita la marcaba la Corte, y en Castilla sí se diferenciaba entre S y Z. No hubo pues la simplificación de la escritura que con frecuencia se solicitó.

Siglos más tarde, en el XIX, hubo varios intentos para reintroducir la Z en América pero no hay más que cruzar el charco para comprobar el poco éxito del que gozaron esas iniciativas.