Me declaro fan de El Rodamón y abrumado admirador de Luca Bernasconi. Me gusta El Rodamón de Russafa porque se come bien por un precio irrisorio. Envidio a Luca porque por su gaznate han desfilado las mejores referencias del planeta vitivinícola y de todos guarda una completa ficha en su memoria. Es, sin duda, uno de los sumilleres más cualificados de la Comunitat e, incomprensiblemente, uno de los más queridos. Bajo su aspecto tosco y bravucón, se esconde un tipo generoso y entregado a quien los compañeros profesan un afecto sincero. Todos hablan bien de él y lo defienden ante la más mínima crítica, seguramente, porque es una persona leal que nunca engaña a nadie. Luca ha volcado esa honestidad personal en todos sus restaurantes. Desde la Santa Companya (su primera enoteca donde hacía maravillas en un cuarto frío sin cocina), hasta este El Rodamón. Pasando por El Celler de El Tossal, restaurante que cerró definitivamente hace unos meses. En ninguno de esos restaurante ha intentado parecer lo que no es ni ganar un duro más de lo que el plato permitía. Más bien al contrario, siempre ha antepuesto la calidad al beneficio.

El Rodamón es el lugar ideal para una comida informal. En una ciudad donde (salvo honrosas excepciones) tapear supone enfrentarte a unas puntillas del índico o un calamar del pacífico sur, encontrar un sitio como éste suena a privilegio. Tienen claro su target; público que no busca un homenaje pero no tolera la mediocridad. Por eso huyen de los productos de prestigio pero cuidan las elaboraciones para que el cliente disfrute sin hacer un roto a la cuenta corriente. No hay gambas, pero sí unas croquetas sedosas y sabrosas. Nadie te ofrecerá aquí una cigala, pero te servirán un fish and chips que ennoblece la comida rápida británica. La carta supone un paseo por los best seller gastronómicos del globo. Cuatro grandes éxitos de las cocinas orientales (tataki incluido), tres especialidades italianas con la piadina por bandera, roast beef, costillas estilo Kansas€ Vale la pena ser ambicioso y acabar con un buen pescado de lonja, un entrecotte o un buen arroz. La cuenta subirá un poco más pero nos seguirá pareciendo un chollo.

Desde que Luca y Marta Abarca (su socia) cerraron El Celler del Tossal están mucho más volcados en este restaurante. La consecuencia es que ahora aquí se bebe mejor que nunca. La carta oficial es buena pero corta y de precios muy asequibles (lo cual limita obviamente sus ambiciones). Pero si Luca detecta que eres un entendido con criterio te ofrecerá una lista de joyitas que guarda para quienes saben apreciar lo bueno. El problema es que no conocemos la contraseña que abre la puerta de su sociedad iniciática, de modo que puedes llegar y marcharte sin haber accedido a esos tesoros. Si por el contrario tuviste suerte y Luca te abrió su bodega personal encontraras vinos míticos y escasos a precios que suenan a regalo. Vale la pena intentarlo, incluso suplicarlo. La recompensa de un Luca entregado puede ser memorable.