1996 la banda 091 decidió dar por finalizada una de las carreras más notables de la historia del rock español. «Pensábamos que nuestro ciclo había terminado y que lo habíamos dejado en un nivel óptimo -recuerda su guitarrista y compositor, José Ignacio García Lapido en conversación telefónica con Urban-. Pero luego las circunstancias tienden a hacer que te contradigas». Y esa contradicción vino en forma de exitosa gira en 2016 y de nuevo disco de estudio en 2019. Se llama La otra vida, mantiene sin despeinarse el nivel de las obras maestras que 091 grabó en las décadas de los 80 y 90, y lo presentan hoy viernes en la sala Repvblicca de València.

P ¿Qué influyó más en la vuelta de 091 a un estudio, el éxito de público de la gira de 2016 o comprobar que volvía a haber química entre sus miembros?

R Una mezcla de las dos cosas. Sin el éxito de la gira de 2016 quizá esto no hubiera sucedido. Pero le hecho de comprobar que nos sentíamos bien tocando juntos después de tantos años también ayudó a plantearnos la posibilidad de volver a un estudio a hacer canciones. Pero sobre todo la decisión fue entrar para hacer algo que mereciera la pena, que no fuera una mera excusa para salir a los escenarios, que tuviera enjundia artística.

P ¿Volver a la carretera para presentar canciones nuevas es una cuestión de respeto al público o a uno mismo?

R Siempre hemos tenido esos condicionantes que nos ponemos a nosotros mismos, y quizá hemos pecado de exceso de ética profesional. Girar con los clásicos de 091 ya lo hicimos en 2016, así que grabar nuevos temas y que estuvieran a la altura era condición sine qua non para volver.

P ¿Daba más vértigo volver a los escenarios en 2016 o a los estudios en 2019?

R Entrar en el estudio crea sentido de la responsabilidad porque pesa tu historia anterior, las canciones que grabamos en los 80 y 90, cierto vértigo, como bien has dicho. Pero desde el principio, al sacar las nuevas canciones, vimos que iba a funcionar. Antes de entrar en el estudio sabíamos que teníamos buen material para grabar.

P Además de historia, tenéis un halo de banda legendaria que se fue agrandando desde vuestra separación en 1996. ¿Había que enfrentarse también a eso?

R Eso ha pesado también. La gente, e incluso nosotros mismo, tendemos a crear mitos y leyendas y relacionamos canciones que escuchamos en nuestro juventud con un momento determinado de nuestras vidas. Y es difícil competir con esas dos premisas. Pero por eso ponemos el nivel tan alto de la autoexigencia, no íbamos a grabar lo primero que saliera, queríamos trabajar duro e intentar competir contra la nostalgia y contra eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hemos querido hacer un disco del siglo XXI, no retomar la historia donde la dejamos.

P Y antes de ser banda histórica y de leyenda, también fuisteis banda de culto, de esas que gustan a los que entienden de esto pero no que venden lo que merecen.

R Este tipo de etiquetas las llevas con resignación porque nadie en su sano juicio monta un grupo de rock para ser un músico de culto, a todo el mundo le gusta que su trabajo sea reconocido por el mayor número de gente posible, que las críticas sean buenas pero también las ventas. Pero vaya, las etiquetas son lo que son, y lo que a nosotros realmente nos pesaba era dar lo mejor de nosotros mismo en todo momento, en los 80 y ahora en 2020.

P El disco habla mucho del amor y de la muerte, pero con cierta distancia e incluso humor negro. ¿Esto es cosa de la edad?

R Supongo que con los años se pone distancia, sobre todo en la forma de expresar las cosas. Uno adquiere cierta serenidad a la hora de expresar el amor y la muerte, cosas que ya estaban presentes en nuestro cancionero pero que ahora, aunque somos los mismos, vemos con cierta perspectiva.

P ¿Entre las canciones fruto de la inspiración de la juventud, y las fruto del oficio de la madurez, con cuáles te quedas?

R Estoy muy orgulloso de muchas canciones que hicimos entre los 80 y los 90. De otras, no tanto. Empezamos muy jóvenes y casi sin experiencia. Todo era más precario y muchas de aquellas canciones son intentos fallidos. Pero hay otras por las que el tiempo ha pasado muy bien, incluso algunas fueron proféticas. El repertorio que llevamos al directo es una mezcla perfecta entre lo que fuimos antes y lo que somos ahora.

P En este ejercicio que hay ahora de revisión de los 80, de la Movida y tal, ¿estás entre los que defiende que fue la mejor de la historia del pop español o de los que piensa que no fue para tanto?

R Nuestra experiencia personal es que lo pasamos genial. Yo tenía 20 años y con esa edad ponerte a tocar en un grupo de rock’n’roll por todo el país, conocer a gente interesante...

P Como Joe Strummer...

R Exacto, hasta ídolos nuestros... Fue una experiencia impagable. Luego, hubo cosas que merecieron la pena, muchas canciones que quedaron como clásicos. Pero otra cosa es el fenómeno mediático fruto de la nostalgia y en el que no estoy tan de acuerdo. En los 60 ya hubo muchos grupos y artistas que hicieron grandes cosas...

P Vosotros que ya ibais bastante a vuestro aire en los 80, ¿habéis encontrado vuestro lugar en esta época en la que el rock ha dejado de ser la música de referencia?

R No he querido ni planteármelo, porque si ya es difícil encontrar tu lugar en el mundo como persona, encontrarlo como banda que resucita 25 años después es un ejercicio intelectual agónico. Ahora mismo el rock no tiene la preponderancia cultural e intelectual de antes, ya no es un referente... Se ha convertido ya en lo que se convirtió el blues y el jazz, géneros atemporales en el que los que lo practicamos nos sentimos muy a gusto. Un género en el que, por encima de los condicionantes de moda o edad, están las canciones y los discos. Cuando vas a ver a un músico de blues o de jazz no te planteas la edad que tiene, a nadie le importa, igual que no importaba la edad de Johnny Cash cuando sacó la maravilla de discos que sacó antes de morir.