Hace dos semanas os contaba la técnica que había aplicado para gestionar mis prioridades, en un momento en el que me sentía sobrepasada. A ello le han acompañado algunas medidas adicionales, dos de las cuales os quiero contar hoy, y sobre las que estoy haciendo una labor personal y profesional (formando a equipos de trabajo y grupos de personas). Cuando me preguntan sobre medidas anti-estrés, suelo destacar dos claves: la capacidad de constatar la abundancia, de disfrutar de todo lo hay (en contraposición a todo aquello que nos pueda estar faltando) y la capacidad de accionar para generar más abundancia.

Para conectar con la abundancia yo practico y propongo el mindfulness, como recurso para vivir el presente con plenitud. El Dr. Jon Kabat-Zinn, redescubridor del mindfulness lo define así: «La conciencia que surge cuando se presta atención a propósito, atendiendo a lo que ocurre en el momento presente, suspendiendo los juicios». Cuando prestamos atención, atención plena, podemos observar una información rica y diversa que, cuando estamos «con el automático puesto» porque vamos como máquinas pensando constantemente en lo siguiente que tenemos que hacer, se nos escapa a la consciencia. Por el contrario, solemos tener encendido una suerte de «radar» que detecta a la perfección aquello que no está como nos gusta, aquello que nos falta o no hemos conseguido. Sin embargo, cuando practicamos el mindfulness, y ponemos la intención de atención, es cuando descubrimos esa información donde habita la abundancia. Hablando nuevamente de listas, si conectamos con el presente de este modo, podemos entonces hacer una lista de lo que «sí está sucediendo o hemos conseguido», pese a que conviva con lo que no nos gusta. De esta forma podemos percibir la abundancia, ya que suele ser más larga la lista de lo que «sí hay», que la de lo que «no hay». Además, al tratarse del presente, se trata de cosas reales, que están sucediendo de verdad. Cuando vamos «con el automático», no sólo detectamos lo que no nos gusta, sino que resulta fácil caer en proyecciones pesimistas o miedosas de lo que nos espera. Lo interesante es que ni siquiera han sucedido, pero al imaginar que pueden suceder, tomamos decisiones que contribuyen a que se confirmen. Cuando creemos que puede pasar algo (tanto si es positivo, como si no lo es), de alguna manera, actuamos teniéndolo en cuenta y, si se trata de una adversidad, se produce lo que llamamos una profecía autocumplida. Por eso, en mindfulness se suspenden los juicios, se acepta lo que hay (y lo que no hay) tal y como es, y se cargan las pilas para abordar nuestros días con plenitud. Para poder parar y practicar el mindfulness en esta vida, compitiendo con todos esos mensajes que llegan con un alto sentido de urgencia y por los que vamos corriendo como locos, propongo dos alternativas:

(i) cuando nos metemos en la cama, poner la mano en la barriga y observar cómo respiramos, como sube y baja nuestro vientre, como nos entra el aire y como sale... Y, si nos distraemos, sin juzgarnos, volver a la respiración y al cuerpo tranquilamente.

(ii) cuando realizamos una actividad rutinaria placentera (cuando nos duchamos o tomamos el café, por ejemplo) observar todo lo que sucede en esa experiencia desde lo físico (la temperatura del agua, el olor del gel, el agua recorriendo nuestro cuerpo, la sensación de relajo..., por ejemplo), en lugar de correr a ponernos en «modo automático» pensando en las tareas del día.

Esos momentos de plena consciencia, producen un efecto beneficioso para nuestro organismo que reduce enormemente el estrés.

Y la segunda práctica para reducir el estrés que quería destacar hoy es la de «pedir». Pedir aquello que necesitemos, accionando para generar abundancia, y sin miedo de que nos juzguen negativamente por ello. Dos ideas muy importantes al respecto:

(i) cuando pedimos algo a alguien, le estamos transmitiendo que tiene algo valioso para nosotros, así que cultivamos esa faceta de la generosidad, que consiste en generar espacio para que nos den lo que tengan de valioso para nosotros. Todo ello sin olvidar que, además, podemos conseguir «darnos» a nosotros mismos lo que necesitamos, lo cual también es un acto de generosidad.

(ii) preparémonos para un «no» por respuesta. En el momento del «no», en realidad, se puede abrir una ventana a una negociación. Esa negociación no deja de ser una cocreación de solución para una petición nuestra, nuevamente, dando valor a la contribución de la otra persona. Eso sí, la aceptación que se practica en el mindfulness es de gran utilidad para tales procesos de cocreación, donde aflorarán también necesidades ajenas y, tal vez, necesitaremos gestionar nuestras emociones...desde la aceptación.

Y hasta aquí, dos recursos más que puedo afirmar en primera persona que son efectivos en la reducción del estrés. ¿Te animas a practicarlos?