Actriz y productora. Mostrar que los malos tratos no responden a un rango de edad ni a un estrato social. Ése es el objetivo de Llueven vacas la película que la actriz Mónica Regueiro protagoniza.

¿Qué es Llueven vacas?

Son diferentes actores que encarnan el mismo papel, una pareja, Fernando y Margarita. Cuenta su relación desde el arranque y queríamos dejar muy claro que los malos tratos no responden ni a una franja de edad ni a un estrato social. Por desgracia están más cerca de lo que nos gustaría. La forma más gráfica de mostrar esto era que la misma pareja fuera interpretada por diferentes actores de distintos rangos de edad y estrato social. Y que no se identificara con ninguna época concreta. Tiene una estética que te puede llevar a los años 50, a aquellas mujeres perfectas, pero intentamos que todo llevase a pensar que esto se puede dar en cualquier momento, lugar y con cualquier tipo de pareja. Ésa era la idea, bueno, eso y otra cosa.

¿Qué cosa?

Por motivos de producción empezamos a ofrecerles el proyecto a actores que pensamos que nos iban a de cir que no, ¡pero todos nos decían que sí!

¿Trabajar estos dos personajes con actores tan diferentes es equilibrismo, ingeniería...?

La parte estética ayuda muchísimo. Vamos todos vestidos exactamente igual. Hay que alabar la labor que hicieron las directoras de arte adaptando el vestuario para todas las actrices y los actores, con tamaños completamente diferentes. Eso ayuda a identificar los personajes, el espectador no se pierde porque tiene claro en todo momento que se trata de los mismos, Fernando y Margarita, y la historia ayuda a conseguir esa continuidad. Que seis actores y seis actrices interpreten a un mismo personaje enriquece la historia porque se ve a una Margarita mayor, a una pareja más joven... También parejas que en principio resultaban muy curiosas, como la que forman Asier Etxeandía y María Barranco o Laia Marull y Secun de la Rosa, y que funcionan muy bien en cámara.

Eres actriz y productora, ¿cada una de esas facetas te ayuda en la otra?

Son complementarias. Hay una parte en la producción que es muy artística y que es la que más me gusta. Ayuda porque desde dentro ves las cosas de forma muy diferente. Los actores no somos conscientes de un montón de cosas que, estando en la producción, descubres. Mi Fernando en la película es Sergio Peris-Mencheta, que también es productor y, además, actor. Eso enriquece el trabajo actoral. Mi gran vocación era la interpretación, pero ahora creo que no podría vivir sin una de las dos facetas.

¿Cómo es su Margarita?

Somos una pareja extraña. Mi Margarita es una de las del final, cuando la historia está muy avanzada. Hay una cuestión física que se lograba muy bien con nuestras diferencias de tamaño: él tan grande y yo muy pequeñita. Eso ayudaba a la historia.

Hablas de la parte física, pero esta película se centra en la violencia psicológica, ¿no?

Sí, en el maltrato psicológico, que muchas veces es el más difícil de reconocer y denunciar. Cuando hicimos los primeros visionados de la película con el equipo, además del valor artístico, de que te guste más o menos, vimos que no dejaba indiferente. La historia era muy potente. Cuando los actores que habían interpretado a Fernando comenzaban a verse se quedaban muy impactados. Decían: «¡Ostras! No me considero machista en absoluto y hay un montón de comportamientos ahí que podrían ser míos, no del personaje». Asier Etxeandía, en el pase del Festival de Málaga, cuando se estrenó, no pudo verse. Se salió de la sala cuando llegó su parte. Parece que lo más evidente es el maltrato físico, pero el maltrato psicológico es durísimo y reconocerse ahí, también. Si no lo ves desde fuera, no le das la suficiente importancia. Creo que, en ese sentido, esta película cumple una labor muy importante, es como poner un espejo. Parece que esto está alejadísimo de nuestra realidad, pero en el fondo no está tan lejos.

A alguna de las actrices que dan vida a Margarita les pasó algo parecido, reconocerse en la víctima.

¡Claro! ¡Sí! El gran potencial de Llueven vacas es que todos nos podemos reconocer en algún momento tanto en Margarita como en Fernando. Fíjate en Laia [Marull], por ejemplo. Venía de hacer Te doy mis ojos, una superpelícula con todos reconocimientos y premios del mundo. En un principio no le planteamos el texto porque pensamos que no le apetecería hacer otra vez una película sobre el maltrato, pero leyó el guion y vio que el enfoque era tan diferente que se tiró de cabeza. Creo que Llueven vacas refleja una parte desgraciadamente muy reconocible. Ésa es la bofetada. Hay cuestiones de las que no somos conscientes hasta que las vemos reflejadas en otros. Lo ves en la pantalla y te das cuenta de que no está tan alejado de tu realidad, de aquella relación tan tóxica que tuviste. Es muy fácil reconocerse.

Para lograr esto debe haber mucho trabajo de investigación.

Sí, y tenemos la suerte de que después de que tuviera su vida en salas de cine, está teniendo una vertiente que no esperábamos y que es maravillosa: la pedagógica. Ahora la han incluido en el catálogo de Platino Educa, una plataforma que difunde en Latinoamérica y Estados Unidos películas con valores sociales. Esa parte pedagógica nunca fue nuestra intención porque no somos expertos en violencia de género, pero en algunos pases con coloquio había expertos que decían que estaba muy bien reflejada la problemática real. Estamos muy contentos

¿Cómo están las mujeres en la industria del cine?

¡Pues fatal! Como en todas partes. Los datos son devastadores. Si nos vamos a las cifras de la Asociación de Mujeres Cineastas los porcentajes son absurdos. El de mujeres jefas de equipo en personal técnico es bajísimo. El de directoras, también. Hay una brecha gigantesca que sólo se solventará cuando las mujeres ocupemos lugares de decisión. Mientras los sigan ocupando hombres lo vamos a tener muy complicado. Pensemos que el cine es una industria y las mujeres somos el 50% de la población y, además, su porcentaje más alto de consumidores son mujeres de más de 40 años. Desde el punto de vista económico es absurdo que se mantenga así.

¿Y respecto a los papeles?

Aunque se escriba para mujeres y haya mujeres que dirijan, los papeles para mujeres de 40 los interpretan actrices de 20. Estamos en las mismas otra vez. Hay una doble barrera que saltar. Se han dado pasos de gigante. Al menos se habla del problema y las niñas de quince años saben qué es el feminisno, algo que no pasaba en mi generación. Se ha avanzado, pero queda muchísimo por hacer y el techo de cristal está ahí. Además, la imagen es tan importante que estamos doblemente esclavizadas, cosa que no ocurre en el caso de los hombres. Conseguiremos avances, pero hasta que no estemos en los puestos de decisión esto va a tardar.

¿Hay algún momento de Llueven vacas que le impacte especialmente?

Intentando no destripar mucho de la película... Cuando entra una tercera persona en escena, un tercer personaje, Coral. Ese momento es muy duro. Me parece devastador. Se presenta oficialmente la amante, algo totalmente aceptado y que no está tan alejado de la vivencia de muchas parejas de no hace muchos años. Era algo consensuado, se la tenían que comer. Ese momento me pareció especialmente duro, pero hay muchos más.