La serie que fue pensada para ser el «fondo de armario» de Netflix ya es un fenómeno cultural en todo el mundo. La cuarta temporada de «La casa de papel» ha llegado para acompañar en el confinamiento a millones de espectadores. Este thriller de acción, aventuras e incluso romance es la serie más vista en los salones de una España en cuarentena. Los nuevos episodios nos ha hecho salir de las cuatro paredes de nuestra vivienda para darnos cuenta que, pese a todo, aún existen las posibilidades. Todavía nos podemos enamorar, perderlo todo, así como generar nuevas alianzas. También nos ha preparado para la pérdida, ya que si algo nos ha enseñado la nueva entrega, la más criticada hasta la fecha, es que nadie -ni nada- es sagrado. La banda de atracadores de El Profesor, el líder sociópata y nerd de la era del streaming, ha vuelto a la pequeña pantalla para intentar responder a la escalada de audiencia de sus anteriores temporadas. Aunque esta última ha marcado un antes y un después en su evolución. El bicho raro de la televisión española ya es un gigante, y uno muy comercial.

«Me llamo Tokio. Pero cuando empezó esta historia no me llamaba así». Así se inició en 2017 «La casa de papel», que se centró en narrar el plan loco de una banda de desheredados: atracar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Un plan suicida para la mayoría, aunque perfecto para quienes no tienen nada que perder. El inicio de este atraco fue en Antena 3, la cadena privada que decidió apostar por la historia de Vancouver Media, productora capitaneada por Álex Pina. Sin embargo, al poco tiempo la audiencia dejó de prestar atención a esta trama enigmática y desvió la mirada hacia otras series del momento, como «El Príncipe», «Allí abajo» o «Cuéntame cómo pasó», producciones que nunca han tenido un hueco en Internet años después. La cadena dio por terminada la serie. El reparto, formado por caras conocidas de la televisión española, lamentó la decisión de la cadena, pero se lo tomó como cualquier otro fracaso televisivo de su carrera, ya que muchos estaban acostumbrados a otras producciones breves, como el caso de «Física o química» con Úrsula Corberó o «Bandolera» con Álvaro Morte. Sin embargo, una llamada lo cambió todo. Netflix llamó a la puerta de Antena 3 para «llenar huecos». En pleno lanzamiento internacional, la plataforma de streaming necesitaba series españolas que atrajeran a los suscriptores de este país. Y así comenzó el fenómeno llamado «Money Heist», el nombre que tiene «La casa de papel» en el plano internacional. El éxito sorprendió a todos, incluso a los protagonistas. Vistos en el extranjero como estrellas internacionales, lo cierto es que tanto Úrsula Corberó, Alba Flores, Nawja Nimri o Álvaro Morte siempre habían sido eclipsados por grandes rostros de la gran pantalla española. Pese a no ser intérpretes de «Goya», sus rostros pasaron a ocupar los salones de medio mundo. Y todo gracias a Netflix. A los pocos meses de su incorporación al catálogo, alguien ya se había tatuado la cara de Tokio (Corberó) en la pierna y una banda de atracadores ya había adoptado la máscara de Dalí como su signo de identidad. Nadie era indiferente a «La casa de papel». Brasil, Colombia, México, Turquía, Italia, Estados Unidos... Durante el rodaje de la tercera temporada, el equipo tuvo que parar de rodar por culpa de las aglomeraciones de fanáticos.

¿Pero por qué tanto alboroto por una banda de atracadores? La lectura puede hacerse a dos niveles. La idea de un atraco a lo V de Vendetta siempre ha sido atractiva para el espectador, y más viniendo de personas con muy poco en el bolsillo. Por otra parte, Pina ha sido capaz de crear personajes poliédricos, lo que le permitido promover la empatía del espectador hacia los personajes. Ha ocurrido en papeles como el de Berlín, un villano contradictorio que inspira en ocasiones compasión. Aunque no ha sucedido con Arturo, el personaje del valenciano Enrique Arce, el más odiado de la serie, pese a ser el más humano.

Arte con sello valenciano

El director de arte de la serie, el valenciano Abdón Alcañiz, es uno de los culpables del éxito de la serie. La máscara de Dalí se ha convertido en un símbolo de lucha para las clases trabajadoras de todo el planeta. También él es el artífice del salto cualitativo de la producción en su paso a Netflix con todas esas explosiones y esos lingotes de oro sumergibles. Aunque los artificios no han servido para que la cuarta temporada haya sido la más debatida por los amantes de «La casa de papel». Y hay varias razones. La pérdida de algunos de los pilares de la serie han mermado los ánimos del espectador. También se han visto algunas grietas en la trama -desgastada después de tanto robo- y en los personajes. La figura de Tokio ha perdido peso para cedérselo a otros integrantes de la banda. Sin embargo, fue ella la principal razón por la que los espectadores quisieron ser reclutados por El Profesor desde la primera temporada. Tanto su papel como la trama han llegado a un punto de no retorno. El desafío al que se enfrenta la banda no es más que el de reinventarse o morir. Aunque queda una quinta temporada. ¿Conseguirán volver a dejarnos pegados a la pantalla? No cabe la menor duda, pues todavía quedar algunos misterios por resolver, entre ellos, el caso en el que se inspiró la serie. Dicen que Pina se fijó en el «Robo del siglo», un atraco de una banda argentina cuyo líder se hacía llamar El Maestro. 14 años después, siguen siendo tratados como héroes, por lo que cabe entender que el «Bella Ciao» seguirá sonando por muchos años.