Lo difícil, a veces, es asumir y aceptar la situación. El proceso, cuando hablamos de enfermedades es complicado, complicadísimo. Superlativo, si además, el paciente es un niño. Pequeños que no entienden qué les pasa y que tampoco preguntan. Y es allí, en su encierro hospitalario, cuando llegan ellos para con humor, fantasía y risas, inyectarles positividad. Ellos son los clown de Payasospital. «Nuestro objetivo es mejorar su salud y su calidad de vida; intentamos que, desde un estado positivo, aumenten sus defensas», comparte Sergio Claramunt, director artístico y fundador de la asociación. Estos días, y por el confinamiento, el trabajo de los 24 artistas profesionales y 48 voluntarios que forman parte de la entidad ha cambiado (estos últimos lo hacen de forma altruista). Ahora ya no visitan los ocho hospitales a los que acuden con regularidad sino que «atienden» a los pacientes de manera «virtual». Las sonrisas recíprocas, por tanto, son online. «Nos hemos tenido que reinventar para seguir cumpliendo con nuestra misión. Por una parte, unos payasos están haciendo videos adaptados a diferentes franjas de edad; otros, y a través de youtube e instagram, hacen actuaciones; y los más, gracias a la complicidad del personal sanitario, conectan con los niños por videollamada», explica Claramunt. Precisamente fue, durante su estancia en Paris hace un par de décadas, cuando él lo inició todo. «Hacía teatro y allí conocí a compañeros que trabajaban de payasos en hospitales. Hice una visita y me impactó tanto como me emocionó. Ese dia empecé a formarme para ello», relata. Al regresar a España, en enero de 1991, el clown contactó con un médico del Clínico y, días después, se fundó la asociación. «¡Y ya han pasado 21 años!», exclama.

Los payasos y payasas de Payasospital reciben una formación específica -hospitalaria y sicológica- para realizar con éxito su trabajo y deben seguir en su práctica un estricto Código Deontológico. Además de ser gente con recursos artísticos, experiencia en niños y empatía, deben tener motivación y equilibrio emocional para afrontar el sufrimiento, dolor y muerte.

«Se trabaja en colaboración con los servicios sanitarios y, según lo que el niño necesita, se hace una intervención u otra. Intentamos desdramatizar la hospitalización y mejorar la calidad de vida del hospitalizado. No estamos para acompañar a los niños un rato sino para intentar abrir la llave del juego, la imaginación y el humor», defiende. «Escuchamos mucho. En nuestro trabajo no hay cuarta pared porque todo es vivo y permeable a la escucha del niño y a lo que él propone. Hacemos espectáculos de clown, malabares, magia...», apunta el conocido como «Doctor más recetas» que, como el resto de compañeros, actúa vestido de doctor, con batas de colorines y en pareja como lo establece la histórica tradición del clown.

En las largas jornadas, presenciales y virtuales, el equipo sanitario de nariz roja recibe «lecciones de premios Nobel», suspira Claramunt. «Siempre pienso en qué suerte he tenido por mí y los mios. Cómo nos cambia la vida por estar sanos. Es emocionante ver como los niños, a pesar de todo, juegan y ríen», se emociona para, acto seguido, añadir que el personal sanitario «también agradece» reirse «un poco». Porque, como insiste el clown, «¡Es más fácil curar peques felices!» Y eso es lo que, unos y otros, persiguen.