xiste un número inmenso de personas no voy a decir buenas, pero sí concienciadas acerca del planeta donde vivimos. El resto, a ponerse las pilas ¡ya! Después de lo vivido y lo que nos queda, deberíamos haber aprendido algo, por ejemplo que una alteración del ecosistema afecta al medio ambiente y puede manifestarse en una epidemia. Y ¿quién altera el ecosistema? El hombre y la mujer, los dos juntitos. ¿Pero qué hacemos? Buscar culpables fuera; en los animales, que no hablan: el pangolín, el murciélago... Valdría la pena recordar que Mao ordenó en China exterminar todos los gorriones del país para evitar que se comieran el grano. La población se puso manos a la obra y ¡lo consiguió! Lo que ocurrió a continuación fue la gran hambruna China debido a las plagas de langostas y otros insectos de los que también se alimentaban los gorriones.

El monumental exceso de plástico que estamos generando ahora debería hacernos saltar nuestro propio estado de alarma. «Es que es necesario» dicen. Vale, pero ¿qué tal si todos llevamos la bolsa de casa?, ¡obligados!, ¿qué tal si se exigiera ese plástico biodegradable 100 %?, ¿a qué animal echaremos la culpa cuando tengamos más micropartículas de plástico en sangre que leucocitos? Y como humano acaba en ano, por ahí nos pasamos los desastres ecológicos y las pandemias. Pero también humano acaba en mano, no para ponerla encima, sino para tenderla al resto de seres vivos, porque si se la tendemos a ellos, nos la tendemos a nosotros mismos.

Mis queridos animales. 97.7

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