Son rivales en la mesa y compiten por la hegemonía en terrazas y restaurantes. El vino y la cerveza han caminado tradicionalmente por senderos opuestos, pero en los últimos años ambas han buscado un nexo de unión, y mientras las grandes cerveceras han apostado por bebidas más elaboradas y han proliferado las microcerveceras artesanas; muchas bodegas han replanteado su portfolio de vinos con productos más fáciles de entender, en la mayoría de los casos con carbónico, menor graduación alcohólica y cierto dulzor que buscan un hueco en las terrazas de verano.

Pero siempre hay quien decide «tirar por la calle de en medio» y adentrarse en la producción de vino y cerveza. En la Comunitat Valenciana hay varios casos (Mariano Taberner en Bodegas Cueva siempre ha coqueteado con la elaboración de cervezas artesanas -en ocasiones difíciles de catalogar- y Bodegas Vicente Gandia lanzó hace algo menos de un año «Albufera Monster», una cerveza artesana, ecológica y vegana del tipo «Blonde Ale»), aunque los que mayor notoriedad y penetración en el mercado han conseguido son los de Diego Fernández Pons y Toni Arráez. El primero es un reputado enólogo que asesora a varias bodegas valencianas y actualmente lidera su propio proyecto (Bodegas Fernández Pons). Su primer vino se acuñó con la cosecha de 2007, y dos años después comenzaron a producir cerveza. «Habíamos hecho varios viajes por Europa y América para vender nuestros vinos y vimos que había un movimiento común en todos los países respecto a las cervezas artesana -comenta Diego- así que nos lanzamos a producir nuestra propia cerveza, artesana y ecológica. Fuimos casi pioneros aquí, tuvimos muy buena acogida en la calle y pronto comenzaron a surgir otros proyectos de cerveza artesana». En la actualidad elaboran seis tipos diferentes de cerveza, y toda se comercializa exclusivamente en la Comunitat Valenciana, mientras que los vinos «tienen más mercado en otros países», afirma el enólogo.

Toni Arráez es la tercera generación de una saga de bodegueros con raíces en La Font de la Figuera. La bodega familiar dio un vuelco cuando asumió la gerencia hace alrededor de una década. Comenzó con el vino Mala Vida, y en pocos años ha logrado completar una gama de imagen transgresora con la filosofía de que «el buen vino es algo que debería poder disfrutar todo el mundo, a cualquier hora en cualquier sitio», según dice Toni. El éxito de Mala Vida les permitió crear entorno al sello un proyecto que abarca otros tipos de elaboraciones como la cerveza. «Siempre me había causado curiosidad el mundo de la cerveza -asegura Arráez-. Nosotros estábamos presentes con Mala Vida en muchos festivales de música independiente y vimos que una cerveza artesana con nuestra imagen podía tener aceptación. Coincidió que teníamos muy buena relación con la gente de La Socarrada, que nos facilitaron el soporte necesario para crear nuestra birra. La verdad es que en tres años los resultados son muy positivos y estamos trabajando en nuevos proyectos alrededor de la cerveza».