Hace 30 años Isabel Sanchis decidió dejar porque se «aburría» su trabajo de oficinista, montó una academia de corte y confección y, como quien no quiere la cosa, se convirtió en lo que hoy conocemos como una emprendedora. De hacer ropa para sus muñecas y coser para sus amigas, Isabel empezó a confeccionar prendas a medida para conocidas y ofrecer algunas piezas a tiendas de València para ser vendidas. Su fuerte eran los vestidos de ceremonia. Corría el año 1990. En Benaguasil, donde residía y reside, abrió su taller. Su sueño empezaba a tomar forma. Paso a paso, la perfeccionista modista se convirtió en diseñadora y fue uniendo a costureras a su proyecto. «Nunca hay que dejar de soñar y tener ilusión», afirma. «Pero no te creas -suspira- el proceso ha sido largo y costoso». Hoy, Isabel Sanchis (1956) es todo un referente en la alta costura y no hay celebrity que no tenga en su vestidor una prenda suya. Una firma internacional que desfila, entre otros escenarios, en la Semana de la Moda de Paris y que accede a mercados tan singulares como Kuwait, Singapur o Taiwan. «Crecimos en España gracias a la bonanza económica y con la crisis decidimos salir al extranjero. En Paris, en un showroom privado en el Hotel Ritz, mostramos nuestra colección y unos clientes árabes creyeron en nosotros inmediatamente. Ahora vendemos en más de cuarenta países y el 90 % de las compras de la marca proceden de mercados extranjeros», relata la diseñadora que ha transformado su taller para, temporalmente, confeccionar batas sanitarias y mascarillas. «Para dar trabajo a nuestros 50 empleados, y a muchos externos, nos hemos puesto a producir material sanitario. En breve retomaremos nuestro trabajo habitual», afirma Isabel que estos días no lo ha dudado y, como una más, se ha puesto a plegar batas en un taller de casi 3.000 metros con capacidad para ampliarlo en una nave anexa.

Dedal de Oro 2015, premio honorífico Prenamo 2015 a la moda y la excelencia empresarial y premio Estrella de Oro del Instituto para la excelencia profesional 2018, la firma que celebró el 10 de marzo su 30° aniversario en París con un desfile en la Embajada de España, saca dos colecciones cada temporada y en todas ellas busca hacer «bella» a la mujer, sea como sea su tipo, cuerpo o edad. «No importan los kilos y siempre intentamos que la mujer que vista un diseño nuestro se sienta especial. Una mujer se debe ver esbelta aunque tenga una talla 50. Nuestras piezas son joyas que, yo siempre digo, se deberían heredar; prendas bonitas, elegantes y atemporales», define Sanchis que, ahora, comparte tareas de diseño y patronaje con su hija Paula Maiques. «Un gusto», dice. Porque lo que más entusiasma a Sanchis de su aventura es el carácter familiar de la empresa. «Son grandes trabajadores», manifiesta orgullosa. En las mujeres de la familia, explica, se fija para diseñar los muestrarios. «En casa somos cinco mujeres, mis tres hijas y mi nuera, y siempre les pregunto qué se pondrían si tuvieran una recepción, un cóctel o una ceremonia. En las colecciones intento ofrecer trajes del gusto de todas porque no pienso en una única mujer. Tampoco viste igual una mujer europea que una árabe a la que le gusta mucho los bordados, por eso nuestras colecciones son amplísimas», argumenta.

La inspiración de las colecciones, relata, le llega de temas variados como la pintura, el diseño, el cine, los libros de los años 40 o 50, o la naturaleza. «Me dejo llevar por las sensaciones, por los tejidos», sostiene. «Las telas hablan», afirma, mientras examina la exquisita colección de mascarillas solidarias, con apliques de Swarovski, que acaba de sacar a la venta. «Me gusta revisarlo todo. Aquí probamos todo, absolutamente todo lo que se monta. Yo soy partidaria de que lo bien hecho se debe vigilar y me gusta controlar lo que hacemos, el servicio, la flexibilidad, las tallas... Es imposible ofrecer un servicio personalizado si no se tiene un taller con la producción aquí mismo», afirma. Quizás por ello, la marca sigue fiel a sus raíces y a pesar de su crecimiento internacional mantiene su taller en Benaguasil. «Vivir en un pueblo es un placer y yo vivo aquí. Me gusta la tranquilidad y eso no tiene precio», lanza.

Conocida por la feminidad de sus diseños, por no escatimar en los mejores materiales y por conseguir un patronaje muy preciso, Isabel reconoce que rodearse «de un buen equipo, en el que prima la pasión por el diseño, es la clave de sus buenos resultados». Y, junto a su equipo, la valenciana se ha situado en la cima de la alta costura.