Llevábamos casi dos años hablando de ella y ya está aquí. «Patria» se ha estrenado en HBO y no podía haber más expectación por la serie. Incluso más que cuando la plataforma anunció la adaptación del bestseller de Fernando Aramburu, que retrata el conflicto vasco desde el punto de vista de dos mujeres. Como buena serie, sus primeros pinitos en los medios fueron por una polémica. La campaña de márketing que eligió HBO para arrancar la euforia por «Patria» se inició con dos fotos. En la primera aparecía una mujer rota de dolor en el suelo, sosteniendo el cadáver de su marido asesinado por ETA. Y la otra, era la de un etarra echado en el suelo de una sala de interrogatorios frente a tres policías fumando y charlando entre ellos. Esas dos instantáneas describían dos realidades del momento, cuando la banda terrorista estaba en su pleno apogeo. El de matar y el de ser perseguidos por los GAL. Se armó la gorda. Hasta Aramburu se quejó, argumentando que las dos escenas no estaban al mismo nivel. Son todos víctimas, pero no se igualan en cifras. Las aguas se calmaron cuando HBO estrenó «Patria», y fue entonces cuando nos acordamos de lo que el conflicto armado había sido. Una pesadilla que enfrentó a padres e hijos, enemistó a vecinos y generó tal hostilidad en el País Vasco que si habías sido víctima de la banda más valía que te fueras de tu casa, que te mudaras, con tal de que tu presencia no se convirtiera en un recuerdo permanente de la triste realidad. Y así fue durante más de 20 años. Como en cualquier conflicto, la lógica queda sumergida bajo una capa de miedos, sospechas e inseguridades colectivas que hacen que la convivencia sea en sí una opresión sin igual. Aramburu consigue mostrar esa cruda realidad a través de planos secuencia largos, primeros planos y poesía visual que hace constante referencia al libro.

La serie se sirve de cambios temporales para explicar las capas de unos personajes poliédricos. La imagen, la moda, la música y hasta el maquillaje nos ayuda a situar la acción sin la necesidad de recursos visuales, como fechas en la esquina de la pantalla. El ritmo no es frenético, lo cual es positivo si queremos sumergirnos en el conflicto.

La única pega es la gran ausencia del euskera en la serie. El idioma vasco aparece en la producción como algo decorativo, presente, pero pasajero. Aparece en la calle, cuando se saludan los vecinos, en la misa y en la música. Pero ni rastro en las conversaciones que mantienen personajes clave en la trama. Aunque una amiga me hizo ver recientemente que esta ha sido una decisión difícil, pero acertada. Suficiente estigmatizado está el euskera como par ahora asociarlo exclusivamente a los etarras de la serie. Aún así, podría haber estado más presente con tal de perder el miedo a las lenguas autóctonas y a leer en general. Lo dicho, vean y lean Patria, por favor.