Cuatro años después de su debut con 1976, Atlàntic vuelve a las andadas «powerpoperas» con una colección de canciones tan melodiosas como contundentes, y tan íntimas como reivindicativas, contradicciones que a veces vienen servidas en diferentes composiciones pero otras conviven perfectamente en la misma canción. «Es así porque es un disco superimprovisado en el local de ensayo», confiesa Josep Bartual, cantante y guitarrista de este proyecto paralelo a Moonflower en el que también intervienen Maria López, Thomas Mantovani y Fran Mesado. «Aunque no quieras, si compones en casa y llevas las canciones al local, acaban teniendo un margen de maniobra limitado. Pero si vas al local y le dices a la banda ‘venga, a ver qué sale’, cada uno le aporta su visión y el resultado puede ser diferente a lo que tú te habías planteado».

¿Es arriesgado dejar un disco a merced de la improvisación?

Ha sido una experiencia muy buena, ni siquiera pensábamos que nos iba a salir bien. Improvisar es arriesgado, normalmente el primer día te mola pero el segundo igual no es tan fantástico como habías pensado. Sin embargo, conforme íbamos sacando las canciones veíamos que tenían una frescura especial, que no nos decepcionaban.

¿Por eso de improvisar este disco tiene más en común con Moonflower?

Sí, hay canciones que tienen esa relación, es como si hubiese una transición entre ambas bandas. Seguramente al tener los dos grupos es normal que se mezclen las ideas, pero no ha sido buscado.

¿«1976» era un disco más de Josep Bartual y «Volem els ponts» es de toda la banda?

Sí. De hecho los derechos de autor los he registrado a nombre de todos, porque considero que es un trabajo de todos. Ha sido un disco colaborativo, en el que cada uno hemos aportado nuestra visión de la música.

En estos tiempos en los que no se venden discos ni se dan conciertos, ¿qué busca uno cuando se mete en un estudio a grabar?

Lo de cualquier músico: que la gente llegue a identificarse con lo que uno hace. No es tanto buscar el reconocimiento sino compartir cosas. Claro que hay gente que sí quiere vivir de esto, vender discos o hacer cientos de conciertos, pero la mayoría creo que hacemos música por amor al arte.

¿Qué tiene el power pop que no te puedes quitar de él?

Es lo que hemos mamado cuando éramos jóvenes y es difícil dejar eso. A mí no me sale sacar un disco de sintetizadores. Es como que lo tienes en el ADN y te sale solo. Y hacer otra cosa que no te mola no tiene sentido.

¿Sois nostálgicos?

Creo que la música va y viene y no es de una determinada época ni se acaba en otra determinada época. Ahora hay muchos grupos que tiran de sintetizadores, que ya eran los reyes en los 80. No se puede decir que haya una música de ahora porque el pop siempre te recuerda a algo que existe. Hay tanta gente tocando y tantos millones de canciones compuestas que creo que está todo inventado.

En el disco predominan las letras con un evidente argumento social.

Es consecuencia de lo que estamos viviendo, que es lo que nos da los argumentos de las canciones, y ahora estamos en un momento que a mí personalmente me quema mucho. Hay muchas batallitas, está todo muy polarizado y la sociedad en vez de avanzar parece que va hacia detrás.

¿Entonces «volamos» («volem») los puentes o «queremos» («volem») los puentes?

Primero queríamos «volar» los puentes, que reviente todo. Pero también hemos querido transmitir que hay una necesidad de fraternizar más, de reformular la sociedad para avanzar de alguna manera.

«Si no vas a protestar mai podras tocar el cel» cantáis en «Lluna». ¿Le falta al power pop valenciano, y en valenciano, más llamadas a la rebelión?

Claro, se puede hacer pop en valenciano y con un mensaje contundente. Hay que alejarse de los referentes que te vienen a la cabeza cuando te hablan de música en valenciano, abrir el abanico y demostrar que se puede hacer rock y pop en valenciano de muchas formas diferentes.

«Ambulancia» habla de una València que cambia y de los «haters» del cambio.

Esta canción es un poco fruto de la casualidad. La melodía del bajo parece una ambulancia y, sin que tuviera la letra aún, le pusimos ese título. Después ya decidimos que estaría bien a hablar de eso, de cuando parecía que no había más problemas en València que el carril bici y que las ambulancias no podrían pasar. Es pura ironía.