Después de pasar 10 divertidos años en México, Gabino se ve obligado a volver a España. Ya es mayor de edad, por lo que tiene que responder a su familia, la que le envió en los años 40 a estudiar al cuidado de su familia materna a las Américas. Todo sigue igual cuando vuelve, Franco sigue siendo el Caudillo de España y Madrid está igual o más triste que antes. Pasada la posguerra, la sociedad intenta hacerse a una disciplina de hierro mientras los jóvenes aprovecharse de los ideales morales del régimen. Lo propio es trabajar en una empresa española, casarse y tener vástagos que adoren a Franco. Y si puede ser, denunciar a algún disidente a España de vez en cuando. Gabino no tiene muy claro que este sea su destino, sobre todo, porque desde pequeño siente el impulso de atentar contra esta «salubridad» española. Ese es el inicio de «Alguien tiene que morir», la serie de Netflix dirigida por Manolo Caro. Toda una sorpresa, ya que la producción combina una historia llena de misterio (y morbo) con una fotografía espléndida que sabe transmitir el sopor y la tenebrosidad de esa España de los 50, empeñada en vivir de puertas para dentro con un crucifijo en la pared.

Caro saltó a la fama por dirigir otro fenómeno, «La casa de las flores», la telenovela mexicana que fue éxito en España. «Alguien tiene que morir» también es una novela, pero teñida de negro. Engancha tanto a la abuela como al nieto de 15 años. Caro es el puente que une México y España en esta serie, así como Cecilia Suárez, la actriz mexicana que daba vida a Paulina de la Mora en «La casa de las floras». En «Alguien tiene que morir» defiende un papel muy diferente, el de una mujer reprimida que comienza a despertar de un coma anímico profundo, provocado por un marido maltratador al que encara de manera estupenda Ernesto Alterio. El actor sabe interpretar como nadie a los cretinos, al igual que Carmen Maura. La intérprete encarna a Amparo, la matriarca de esta familia madrileña que guarda más de un secreto entre los oscuros muros de la finca en la que vive.

La serie pone el foco sobre la sexualidad en una época falta de libido, pues si de algo se nutre el erotismo es de la libertad, algo que escaseaba en la España de los 50. Además, la producción da voz a aquellos disidentes que no quisieron ir con la corriente. La homosexualidad, así como el renacer sexual en plena edad adulta son plasmados espléndidamente en esta serie que vale para todos. Sobre todo, debería ser recetada para aquellos decorosos que todavía se tapan los ojos ante escenas de tensión sexual. La producción se aleja de otras que han retratado esta misma temática, como «Arde Madrid», pues «Alguien tiene que morir» es austera, seria y mesurada. No tiene nada de comedia. De hecho, no les hará ninguna gracia ver a Carmen Maura como Carmen Polo vestida de luto.