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«¿Si la piel de serpiente o cocodrilo se trata para hacer objetos de lujo, por qué no la del salmón o la dorada?»

Mascarillas: una segunda vida al pez

Alba García muestra alguna de las mascarillas confeccionadas con piel de pescado. dani tortajada | DANI TORTAJADA

Hace solo un año, un año, era extraño tener una mascarilla en casa. Como mucho, y solo los más precavidos, era posible que tuvieran guardada en un cajón alguna de las llamadas quirúrgicas. Todo ha cambiado. Ahora hacemos acopio. La pandemia, la maldita pandemia, ha convertido este pequeño complemento en tan imprescindible que, su no uso, está sancionado. Y lo peor es que vamos a tener que acostumbrarnos a llevarlas porque han venido para quedarse. ¡Quién nos lo hubiera dicho hace un año! Desde su obligatoriedad la oferta es amplísima: higiénicas, quirúrgicas, autofiltrantes, caseras con filtro renovable en el interior, reutilizables... Las hay caras, baratas, lisas, estampadas, creativas, sencillas, divertidas... De papel, de tela... y de piel de pez. Sí, de piel de pez. Fishmasks. Exactamente de dorada, trucha o salmón. La artífice de esta idea, que se ha popularizado a través de las redes sociales, es la diseñadora valenciana Alba García. Sus mascarillas, en el amplio sentido de la palabra, son exclusivas. No hay dos iguales. Son artesanas y huelen al mediterráneo. Julio Igual, su suegro, es quien pesca de madrugada las piezas en el Puerto de València, la familia quien se come la carne y ella quien trata la piel del pescado hasta llegar a convertirla en objeto de lujo. El proceso es, eso sí, largo y minucioso. «¿Si la piel de las serpientes o de los cocodrilos se trata para hacer objetos de lujo como bolsos, cinturones o calzado, por qué no reutilizar la piel de los pescados y explorar qué poder hacer con ella?» lanza la diseñadora, propietaria de la firma Cache croche . Una pregunta que, desvela, fue la que le llevó a experimentar con este curioso material. «Con el estado de alarma, se suspendieron bodas, comuniones y actos sociales; la gente dejó de ir a eventos y el trabajo de confección lo notó. A mí nadie me encargaba nada. En casa y sin trabajo pensé que era el momento de reinventarme. Por ayudar, porque gente de mi entorno me lo pedía y porque en casa tenía muchos retales empecé a confeccionar mascarillas con telas de algodón, con encajes y reflectantes de estilo militar. Cuando el gobierno las obligó, la oferta se amplió y el mercado de saturó. Muchas firmas de moda sacaron colecciones y ahí fue cuando pensé que tenía que hacer algo diferente, algo único. Tras horas y días de darle mucho a la cabeza pensé en darle una segunda vida al pescado», relata, mientras sostiene la dorada que, un poco después, pelará para una vez seca la piel, tratar con una capa de tinte vegetal y, a partir de ahí, según la morfología de la cara del cliente sacar el patrón para hacer una de sus exclusivas mascarillas que, para prevenir, copias, la valenciana ya ha patentado. «Mientras otros se hunden y se pasan el día lamentándose, yo me tomé la crisis como una oportunidad para explorar otras cosas. No puedo estar quieta y soy de las de Al mal tiempo buena cara», bromea.

Lo de innovar se le da bien a Alba, Premio a la innovación por sus complementos en 3D -con impresora creó corsés, zapatos y bolsos-, la diseñadora también lanzó hace dos años una colección de tejidos inteligentes que, con la luz cambiaban de color. Piezas, con tejidos del futuro, que la llevaron a desfilar en la Madrid Fashion Week. Ahora, con las mascarillas, se siente aún más feliz. «Llevo años soñando en alcanzar el éxito por el diseño de un vestido pero, mira por dónde, es el diseño pero de mascarilla el que me está dando a conocer».

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