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Olga Pericet: un cuerpo infinito

Olga Pericet. paco villalta

Un cuerpo infinito es un viaje de autoconocimiento físico y espiritual alrededor de la legendaria figura de Carmen Amaya. Y el último espectáculo de Olga Pericet , Premio Nacional de Danza 2018. En él, pensadores en movimiento y pensadores del movimiento se conjuran para explorar el enigma. Los cuerpos van más allá de los mitos oficiales, buscando el gran cuerpo astral de Amaya, reformulando el amor a la danza y enfrentándose al reflejo propio: el paso del tiempo, el dolor, la desaparición. Porque infinito es sólo el cuerpo que se deja anhelar, rastrear, evocar más allá de las evidencias documentales y más allá de los mitos oficiales, en un sistema de signos donde presente y pasado quedan engarzados porque la memoria de verdad es siempre borrosa, y el arte del recuerdo es siempre un arte del desenfoque. Porque el silencio es el lugar del sonido donde todo comienza y donde todo finaliza, el muro contra el que se estrellan las palabras cuando su sentido resbala. En ese hueco, lleno de ecos, de vibraciones, se instala Pericet para hacer germinar la memoria descifrada de un cuerpo infinito, y descubrirla desde el polo magnético de otro tiempo: el suyo, el nuestro. Porque la memoria es una forma de atracción, o de gravitación. Desde este espacio vacío de la memoria, hecho de retornos y circulaciones, Pericet y su coro observan, escuchan y sienten a Amaya como un gran cuerpo de materia oscura que, invisible en todo momento, llena, sostiene y da densidad a todo un universo de movimiento; que los expone a temperaturas extremas, entre el cero absoluto del vacío y la incandescencia plena de las estrellas; o entre el cero absoluto de la memoria desistida, y la incandescencia del icono insistente, en busca de Amaya como de algo tan cercano que resulta inasible (o tan presente que resulta invisible). El verdadero trance es transitar por Amaya como por un espacio: círculo donde el tiempo es diferente e intermitente, porque pasado y presente han salido de sus goznes, y son invisibles las puertas, los umbrales de intensidad que los abren.

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