Envueltas en un pop perfecto, aparentemente sencillo pero lleno de recovecos y sorpresas, en ‘El desencanto’, el nuevo disco de Alberto Montero tras el monumental ‘La catedral sumergida’, encontramos letras sobre no saber de qué hablar, ira que no se puede controlar, aferrarse a algo que no va a suceder o elegir a un Mesías que te va a decepcionar. El desencanto, admite Alberto, es consustancial al ser humano, a él mismo «y a la época en la que vivimos. Son

tiempos difíciles o al menos eso es lo que percibimos por redes sociales o televisión. Es un horizonte muy oscuro».

¿La negrura se nota más si la envuelves de melodías pop?

Fíjate que lo primero que hice, como siempre, fue la música. Así que primero tuve un disco luminoso que se oscureció con las letras. El otro día hablando con un amigo me decía que le sonaba por eso muy Smiths.

Le pasaba también a los Love, ese reverso oscuro del hippismo.

Sí, eran algo así como la bajona del verano del amor.

¿Qué tiene que ver este «desencanto» con la recepción que tuvo un proyecto tan ambicioso como «La catedral sumergida»?

En el disco hay varios desencantos y uno puede ser este, sí. En «Mira» igual estoy hablando de esta decepción al ver que entregué lo que creo que fue lo mejor de mí y quizá no obtuve el eco que esperaba. Aunque eso quizá es una cuestión muy de músico, que nos montamos unas expectativas y luego lo que hay es lo que hay. En general las críticas fueron muy buenas, pero también fue mi primer disco en el que un par de reseñas decían que no había por dónde cogerlo.

¿Hay que quitarse muchos prejuicios cuando se pasa de un disco tan arriesgado como aquel a otro tan pop como éste?

Sí, ya lo hice con «Madera muerta», que es una canción que no me atrevía a sacar y ahora es muy querida por la gente. Hacer este disco fue quitarme prejuicios y corsés y dar rienda suelta a una vertiente más pop que no había tocado hasta ahora.

Me siento muy cómodo haciendo canciones cortas sin tanto desarrollo ni complicaciones. Aunque hablamos de disco pop pero tampoco es que sean canciones de tres acordes...

Ni mucho menos. Creo que una de las gracias de este disco esa falsa sencillez que tenían, precisamente, los Love o los franceses de los 60.

Yo soy un fan absoluto de Love, me encanta Gainsbourg y ahora estoy muy metido en Brel. Supongo que ese es mi bagaje musical y cultural y que eso se transmite.

Tienes a Laetitia Saidler, de Stereolab, cantando en «Le soleil».

Es una canción que viene de un sueño que tuve en la que aparecía una chica cantando en francés. Cuando la escribí me dije que sería un puntazo que la cantara Laetitia y sabía que era factible porque Xavi Muñoz, mi bajista, toca con ella. Al final se hizo realidad y me ha hecho una ilusión tremenda.

El disco concluye con una tema que cantas con tu hija Ariadna. Pero creo que también está presente de otras maneras, en letras que parecen hechas pensando en ella.

Sí, de hecho el disco empieza con «Buscando un lugar donde vivir», una canción en la que le explico que nos tenemos que ir de Barcelona, la ciudad en la que ha nacido y tiene sus amigas y su universo, para buscar un lugar, València, en el que vamos a estar mejor. Y al mismo tiempo es una manera muy familiar de hablar sobre como el turismo ha cambiado las ciudades o de lo complicado que es pagar una vivienda.

¿Es un disco más fácil de llevar al escenario que «La catedral sumergida»?.

Muchísimo más. De hecho esa era la idea, disfrutar más del directo. Con «La catedral sumergida» los directos eran muy bonitos pero tenía que estar con el piano, y si como guitarrista me considero del montón, como pianista más todavía. Y estar tocándolo, cantando, recordando las letras y dirigiendo el cuarteto de cuerda era para mí muy tenso.

Pero ahora lo de las giras está complicado.

Está muy jodido. Esta semana teníamos previsto también la presentación en la sala Apolo de Barcelona y la hemos tenido que cancelar. Queríamos salir con un par de conciertos antes del disco y ha sido imposible. A ver si cuando todo esto se vaya despejando podemos plantear una gira, pero ahora es muy difícil.

¿Qué te hace seguir rompiéndote los cuernos para que la gente escuche tu música?

Ahora mismo estoy también en ese desencanto. Romperme los cuernos creo que forma parte de mi crisis personal. Estoy a punto de cumplir los 40 y me veo ya un poco fuera de lugar. Quizá esto me sirva para abandonar la búsqueda egocéntrica de reconocimiento y encontrar de nuevo la parte lúdica de la música, con menos autoexigencia y más serenidad y diversión.

¿Este disco es el primer paso de la nueva etapa o el último de la anterior?

Creo que es el último de la anterior. Me lo planteé como una última bala, hacer la rueda de promos en medios y redes, intentar hacer muchos conciertos... Y si no tiene repercusión planteármelo de otra manera. Pero sí que tengo esta sensación de fin de ciclo.