Tres generaciones de una familia atrapadas en los trastos viejos de una casa de pueblo. Un padre que pervive en las tacitas de café, una madre que no acaba de irse, unas hermanas que no se entienden, y una hija que no encuentra su camino y una hija que no encuentra su camino. En «Família Normal», última producción de la compañía L’Horta Teatre, se muestra cómo tres mujeres de dos generaciones distintas -la madre, la hija y la tía-, y con formas diversas de ver la vida, se enfrentan a su pasado y a su futuro a través de los objetos y los recuerdos que habitan la casa familiar, que ahora tienen que vender. La perspectiva de perder el único legado familiar que les queda sirve como hilo conductor de una comedia en la que unos personajes excesivos, pero muy humanos, protagonizan situaciones imprevisibles, hilarantes y a la vez tiernas.

Verònica Andrés, Rosanna Espinós y Laura Pellicer son las encargadas de interpretar una comedia que se sostiene en diálogos rápidos y ácidos, pero en la que afloran reflexiones y preocupaciones. «Família Normal» habla de la tolerancia y la aceptación de los cambios generaciones en el núcleo familiar, así de cómo los más jóvenes son herederos y responsables de una tradición que sienten que tienen que mantener.

En un plano metafórico, la obra también trata de poner en valor, desde una perspectiva actual, nuestra herencia más genuina; la de una sociedad, la valenciana, que ha sido vendida al turismo, a las grandes superficies y a la gentrificación durante las últimas décadas. ¿De qué cosas podemos deshacernos a través de la venta y cuáles tienen que perdurar para siempre?

Esta es la primera pieza teatral para adultos que dirige en solitario Pau Pons para la compañía valenciana. «Existe cierta conexión entre Familia Normal y Horta, mi anterior producción para L’Horta Teatre -explica la directora y dramaturga valenciana-. En las dos existe la voluntad de hablar del espacio de la memoria y de nuestra propia tradición como valencianos. Partimos de objetos y detalles locales (una pieza tradicional de cerámica colgando de la pared o una casa de planta baja en un pueblo) para hablar en términos universales sobre la identidad de las personas y su sentimiento de pertenencia a un lugar, y sobre cómo la globalización y el modo de vida superficial y rápido que llevamos nos aleja de nuestra memoria colectiva sin darnos cuenta. Horta trataba este tema desde el punto de vista de los niños, utilizando canciones y oficios valencianos de toda la vida. En una primera lectura, refleja conflictos generacionales y personales, pero la pregunta es cómo podemos reconciliar la evolución de la humanidad con la preservación de nuestra memoria como pueblo».