La tradición vinícola en la Comunitat Valenciana traspasa cualquier frontera que pueda imponer el tiempo. Existen hallazgos en varios puntos de nuestra geografía que constatan que ya se producía vino en tiempo de los Íberos y algunas bodegas se asientan sobre viejas edificaciones con varios siglos de antigüedad. E incluso, una de las diez bodegas en funcionamiento de forma ininterrumpida más longeva de España, se ubica en la Comunitat Valenciana.

Así las cosas, no es de extrañar que en muchas bodegas valencianas se haya ido pasando el testigo de generación a generación, un mérito que, en el mundo del vino, tiene un valor fundamental que se traduce en un mayor peso de la tradición, el respeto por el viñedo y un legado que perdura en el tiempo. Son decenas las firmas en las que el apellido familiar tiene un papel clave en la forma de trabajar, algunas transmitidas de padres a hijos ,como el caso de Bodegas Vicente Gandía, una de las mayores de la Comunitat Valenciana. Fundada en 1885 por Vicente Gandía Plá, la bodega (y por extensión la familia) ha sido protagonista y testigo de excepción de la evolución en el mundo del vino.

Actualmente la compañía está dirigida por la cuarta generación de esta saga de vinateros, representada en la figura de Javier Gandía, que tomó el relevo de su padre, José María Gandía Perales, quien se había incorporado a la empresa a mediados de la década de los años sesenta y que en la actualidad ostenta la figura de presidente de la firma. Aunque las cosas han cambiado mucho entre una y otra generación, Javier tiene claro que «si algo sigue igual que antes es la actitud que la familia ha tenido siempre por innovar y anticiparse a lo que pueda demandar el mercado. Es algo que va en nuestro ADN y, sin duda, el mayor legado que nos ha dejado la generación anterior».

Aunque dirige la bodega desde hace unos años, se incorporó al día a día de la compañía hace tres décadas, desempeñando diferentes tareas bajo la tutela de José María. «Desde que entré en la bodega la prioridad ha sido mantener la filosofía de trabajo que imprimió mi padre a la empresa, creando productos de la mayor calidad posible, defendiendo nuestras raíces y apostando por la internacionalización y la diversificación para seguir creciendo», afirma Javier.

Otra de las bodegas valencianas que ha trasmitido el legado de padre a hijo es Bodegas Antonio Arráez, una compañía que se ha reinventado en la última década para acercarse a los gustos de nuevos perfiles de consumidores con vinos de innegable calidad y una puesta en escena transgresora que, en muchos casos, ha marcado tendencia en el sector.

Toni Arráez conversa con su padre en los viñedos que rodean la bodega

Toni dirige la bodega desde hace algo más de diez años. Su padre, Antonio, sigue en activo aunque alejado de las responsabilidades de la dirección de una bodega cuyo volumen de producción se ha multiplicado en los últimos años gracias, en gran medida, a las líneas de vino impulsadas por el nuevo equipo. Acaban de estrenar bodega, emplazada en un paraje rodeado de viñedos en el término de La Font de la Figuera. «Aunque al principio fue complicado tanto para él como para mí, creo que mi padre no puede estar más orgulloso de lo que estamos haciendo. Cuando decidí asumir la dirección, la situación no era buena. Él me decía que se nos morían los clientes porque no parecía haber relevo generacional en el consumo de vino. Esa frase me la clavé a fuego y desde entonces hemos buscado crear referencias pensadas para nuevos amantes del vino», asegura Toni Arráez.

Adolfo, junto a su padre, a los pies de una encina de la finca El Renegado

Adolfo, junto a su padre, a los pies de una encina de la finca El Renegado

En el caso de la familia De las Heras el relevo ha supuesto la llegada de la segunda generación. Adolfo De las Heras Marín había basado su negocio en el sector del aceite, hasta que se enamoró de la finca El Renegado, entre los términos municipales de Venta del Moro y Caudete de las Fuentes. La compró en 1985. Durante los primeros años se limitó a gestionar los cultivos de viñedo de la finca, hasta que, en los años 90, su hijo Adolfo decidió dar un paso al frente y comenzar a producir vinos a partir de sus propias cosechas. Casi tres décadas después, Nodus, es un referente en la Comunitat Valenciana, con vinos ensalzados por críticos y consumidores y un proyecto enoturístico que ha servido de inspiración para otras firmas vinícolas.

Adolfo tiene claro que «nada de lo que hemos hecho hasta hora hubiese sido posible sin la valentía de mi padre. Además del sacrificio y el esfuerzo, él nos ha inculcado valores como los del respeto al medioambiente y el cuidado de la naturaleza. A día de hoy todos nuestros cultivos cuentan con certificación ecológica y eso es algo que tiene mucho que ver con lo que él nos ha transmitido a lo largo de los años». Aunque el volumen de negocio de la bodega ha crecido significativamente, Adolfo reconoce que el modelo «sigue siendo familiar. Mi padre sigue al pie del cañón, Almudena, mi pareja, forma parte del equipo, y mis hijos comienzan a participar del día a día de la bodega».