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Barón Rojo-Obús: Estalla una rivalidad de 40 años

La polémica derivada del apoyo de Sherpa a Vox y el desmarque de Fortu representa el nuevo capítulo de un largo historial de fricciones entre las bandas que lideraron el heavy metal en España en los 80.

Los integrantes de Barón Rojo.

Los tuits de José Luis Campuzano, Sherpa, líder de Los Barones (escisión de Barón Rojo con el batería histórico Hermes Calabria), en los que apoyaba a Vox frente a «los comunistas de la hoz y el Martini», levantaron polvareda: incendio en las redes, entrada en escena del colectivo Rock contra el Fascismo y suspensión del concierto que esta banda iba a ofrecer con Obús el 30 de octubre en La Riviera (Madrid), ya que Fortu y compañía quisieron desmarcarse de una noche que podía derivar en «un mitín político».

Un episodio más, acaso un tanto grotesco, en la larga historia de tensiones y rivalidades que une a la saga de Barón Rojo con Obús desde principios de los 80, cuando ambas bandas señorearon en el rampante heavy metal español. Competitividad espoleada en su día por el sello discográfico de una y otra, Chapa Records, subsidiario de Zafiro. Pasamos revista a sus contrastadas maneras de hacer a lo largo de estos 40 años.

Aunque ambas bandas apuntalaron el universo metalero hispano y compartieron público, Obús fue desde el principio más radical. Mientras Barón Rojo cantaba «Larga vida al rock & roll» identificándose con el rock como casa común, Obús concretaba más y exigía en su primer álbum (‘Prepárate’, 1981; inmisericorde producción de Tino Casal) una «Dosis de heavy metal», ya que «nos toman el pelo / con tanta new wave / Extraños montajes / te quieren vender».

En «Concierto para ellos», los ‘barones’ evocaban al caído Bon Scott (AC/DC) y abrían el espectro más allá del metal: «Por Janis, Lennon, Allman, Hendrix / Bolan, Bonham, Brian y Moon». En Barón Rojo se apreciaban más las raíces en el hard rock de los 70, y Obús se miraba en el espejo contemporáneo de Judas Priest, con más cuero, más tachas y el turbo-voceador Fortu, de invasivos tonos agudos.

En noviembre de 1981, Barón Rojo grababa su segundo álbum, ‘Volumen brutal’, en los londinenses estudios Kingsway, de Ian Gillan (Deep Purple), incluyendo una versión íntegra en inglés, y aprovechaba para ofrecer tres conciertos en el Reino Unido, uno de ellos en el venerable Marquee. Desde Obús siempre ha habido quejas por la pompa con que la prensa española trató esos logros cuando ellos, aquel mismo mes, se anotaban un Pabellón del Real Madrid lleno hasta arriba (6.000 personas). Meses después, Barón Rojo actuaba en Reading-82 y se ganaba una (modesta) plaza en el imaginario metalero europeo. Desde aquellos días, a los ‘barones’ les han quedado amistades con ‘vips’ del ramo como Michael Schenker.

Mientras Sherpa y compañía evocaban el romanticismo de Manfred von Richthofen, el Barón Rojo de la Primera Guerra Mundial ( «Héroe de cuento / amo de las nubes / señor del viento»), o clamaban por la paz mundial en «Hiroshima» del cuartel general de Obús salían rimas más a ras de suelo, puro asfalto (y otras sustancias). Tomemos nota de la grácil poesía de ‘Yo solo lo hago en mi moto’ (»Mi jefe me echó del curro / me he ligado a su mujer / El dinero del subsidio / en gasolina lo gasté») o el fino costumbrismo de «cuando pillo una raya / yo me la paso por la punta de la nariz» (’La raya’).

Los chicos de Obús siempre fueron los más chulos de la clase, con su ‘macarrismo’ irredento y su glorificación de la delincuencia callejera, como ilustra el himno «El que más», loa del campeón de barrio «levantando un coche», «pasándote costo», «tirando de un bolso» y «burlando a la poli».

Ninguna de las dos bandas logró conservar su formación clásica a lo largo del tiempo, si bien Obús ha mantenido siempre a sus dos puntales (voz y guitarra; Fortu y Paco Laguna) mientras que Barón Rojo ha tirado millas con los hermanos Carlos y Armando de Castro (guitarras y voces) y perdiendo muy pronto (1989) a un miembro troncal, el vocalista-bajista Sherpa. La afición suele coincidir en valorar más la obra moderna de Obús (a raíz del álbum de renacimiento ‘Desde el borde del abismo’, 2000) que la de los ‘barones’, con piezas tan vapuleadas como «Tommy Barón» (2013), intrépida «recreación épica» de la ópera rock de The Who. Más discutido fue el salto de Fortu a la telerrealidad con su paso por ‘Supervivientes’ (2015).

Estridentes diferencias en el modo de festejar su 30º aniversario, una década atrás: Obús lo hizo con un álbum bien recibido por su gente (‘Cállate’), mientras que Barón Rojo gastó la carta más deseada, la reunión del cuarteto original, de un modo torpe y mal digerido. Sherpa cargó entonces contra los hermanos De Castro por haber vetado la grabación de un álbum y por no haberse rascado el bolsillo en la producción escénica del ‘tour’. «Barón Rojo es un grupo cadáver», afirmó, asfaltando el terreno para el buen rollito. El colmo fue el establecimiento de dos formaciones simultáneas: el cuarteto clásico a un caché alto y la formación pre-reunión, para clubes y plazas humildes. Honda herida, agravada tras la marcha de Sherpa y Hermes Calabria para crear Los Barones.

El último capítulo de las diferencias lo firma Sherpa con su rebote político, situándose a la derecha de la derecha. El año pasado, compartía en las redes el vídeo de una cacerolada contra el Gobierno, y en ‘ABC’ confirmaba las sospechas presentándose como «el facha número uno del rock español». Sherpa había colado pistas antipolíticas en canciones como «Tierra de nadie» de Barón Rojo (1987): «No crees en partidos, tú vas a perder / No crees en promesas que no cumplirán».

Alertando contra «los moritos que vienen a pegar a españoles», advirtiendo de la «deriva bolivariana» de Pedro Sánchez y simpatizando finalmente con Vox, precipitó días atrás el pronunciamiento tanto de Barón Rojo (recordando que Sherpa no es miembro del grupo) como de Obús, formación que, declaró también a través de un comunicado, «bebe del manantial de la libertad y el respeto». Última estación del largo y convulso camino de una familia llena de enemigos íntimos.

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