Zoco ha venido a demostrarnos que no hacen falta grandes infraestructuras para ofrecer al cliente un producto de razonable calidad. Zoco es un restaurante sin cocina, o prácticamente sin ella. Buen producto, casi todo frío, servido con gusto y algo de originalidad. Sin casi equipamiento. Eso sí, tirando del conocimiento de un profesional con décadas de experiencia. Jose Romero se curtió en La Sequieta cuando aquel restaurante era una de las mejores propuestas de la periferia valenciana. Allí, junto a su hermano Sebas, armaron un espacio muy serio. Aún hoy, La Sequieta sigue siendo un referente aunque la oferta se haya vuelto más informal.

El local es muy pequeño, pero tiene una terraza enorme y muy agradable que enfrenta al mercado de Rojas Clemente. Dentro es sencillo, pero acogedor. Fuera invita a la comida entre amigos con alguna risa de más. Una parte importante de la carta descansa sobre el laterío. Una buena lata evita complicaciones y, si está bien escogida, ofrece mucho. Berberechos, navajas, sardinillas y unos mejillones enormes. Todo de la ría de Santoña. València no es ciudad de latas, pero en Madrid hay quien se cruza la ciudad buscando las mejores. En esa misma línea, encontraremos un buen jamón, quesos, chacinas…Sin embargo, vale la pena aventurarse en esa otra cara que ofrece la carta que, sin ser platos cocinados al momento y ni siquiera in situ, dan el tipo y mantienen un nivel aceptable. Me refiero, por ejemplo, al plato de raíces asadas. Combina nabo, chirivía, napicol y boniato asados con hierbas . También vale la pena el paté de triana «un humus tocado con un poquito de hierba buena» o las perlas de bacalao (rebozadas y servidas con all i oli y miel).

Veronica Figueroa muestra una de sus tartas.

Para quienes se quedan con ganas de más, Zoco ofrece un paletilla de chivo de Canillas (Málaga). Siempre he defendido los producto de quinta gama. No todas las marcas ni en todos los productos. Pero hay recetas que pueden dar muy bien la cara como precocinados. El rabo de toro, por ejemplo, las legumbres, e incluso algunos postres que se venden hoy en el mercado, son tan buenos que hacen dudar sobre la necesidad de que el cocinero los prepare en el restaurante. Yo siempre les aconsejo que sean humildes. Si tu carrillera está mejor que la de foodVAC, adelante con los faroles. Pero si no es así… cómprala hecha sin complejos. Ganarás tiempo y dinero y tendrás al cliente más contento. Esta vez, sin embargo, me decepcionó esa paletilla que, o no era gran cosa, o estuvo mal regenerada. Entré en la cocina para conocer a Verónica Figueroa. Ella dice que no es cocinera sino cocinillas. Yo no la creo. Probé su tarta de frutos rojos (lo más elaborado de cuanto cayó en mi mesa) y me encantó. Aquel pedazo de tarta me bastó para entender que ella tiene la sensibilidad y el buen gusto necesario para hacer avanzar esta carta. Sin entrar en grandes complicaciones, pero visitando el mercado. Tiene justo enfrente el mercado de Rojas y Clemente y en él a Vicky Vaño (una de las mejores pescaderías de la ciudad). Es una pena que dos negocios de calidad como ellos no se den la mano para ofrecer algo rico a los vecinos de un barrio que anda escaso de buenos bares.

Cabrito al horno.

José es sumiller y le gusta el vino. Cuando dibujó sus sueños sobre este local imaginaba más una enoteca que un restaurante. Pero dos años de pandemia con el proyecto parado le han minado las posibilidades y la carta de vinos que hoy ofrece es más bien de circunstancias. Ojalá el negocio funcione pronto y bien y vaya llenando renglones con esos vinos que a él y a mí nos gustan. De momento ha tenido muy buena acogida en el barrio. Normal. El público no es tonto y lo que él hace está por encima de lo que suelen ofrecer este tipo de propuestas.