A sus 78 años ha pasado más de media vida en el Consejo Regulador de la DOP Valencia, donde entró a formar parte en 1973 como inspector. Más tarde accedería al puesto de jefe del servicio técnico, de ahí a la secretaría y, en enero de 2009, a la presidencia del organismo regulador. Cosme Gutiérrez ha decidido que es momento de que llegue savia nueva a la presidencia de la Denominación de Origen Protegida Valencia. Se va con la cabeza alta, con la satisfacción de haber hecho todo lo posible para dinamizar un sector, el del vino, que poco tiene que ver con el que se encontró hace casi medio siglo cuando comenzó su labor de inspección, principalmente en las bodegas instaladas en el Grao, epicentro vinícola de la Comunitat Valenciana en la década de los años setenta.

Entró con apenas 30 años al Consejo Regulador para ejercer como inspector técnico. ¿Cómo era entonces el mundo del vino?

Muy diferente a lo que es hoy... yo diría casi opuesto. Entonces prácticamente todo el vino de la Comunitat Valenciana se comercializaba a granel, muy pocas bodegas embotellaban, y siempre en una cantidad casi testimonial. Las grandes firmas estaban en el Grao, con diez o doce bodegas generando trabajo en el puerto de manera continua, sobre todo sirviendo partidas de vino para otros países. Hoy casi toda la producción se embotella y las bodegas se ubican junto al viñedo.

Estaba pensando en jubilarse cuando a finales de 2008 le proponen presentarse a la presidencia del Consejo Regulador. ¿Qué recuerda de aquel proceso?

En aquella época yo estaba a punto de jubilarme, pero poco antes un grupo de bodegueros me plantearon la posibilidad de optar a la presidencia del Consejo. La verdad es que me vi muy arropado tanto por las bodegas como por las administraciones y eso me animó para ir adelante. Accedí al cargo por mayoría absoluta. Luego vendrían dos reelecciones, en ambos casos por unanimidad.

Durante su mandato ha crecido exponencialmente el embotellado, se han creado nuevas tipologías de vinos y se han aprobado diferentes variedades de uva. ¿De qué se siente más partícipe?

Hemos fomentado el uso de variedades autóctonas, porque pensamos que es lo que nos identifica como zona vinícola. Pero también hemos apoyado la implantación de variedades foráneas, siempre con rigor y tras tener la certeza de que se adaptarán bien a nuestros suelos y clima. La creación de la tipología de vinos de baja graduación, los Petit Valencia, creo que también ha sido algo importante para el sector que nos ha permitido llegar a otros perfiles de consumidores.

Lleva años reivindicando que el consumidor pida sus vinos por su nombre, es decir, que pidan un ‘Valencia’, ¿lo ha logrado?

En líneas generales creo que sí. Veo muchos vinos de la DO Valencia en todos los restaurantes de la Comunitat. Por supuesto queda trabajo por hacer, pero en este sentido hemos avanzado mucho y se nos valora y reconoce de manera muy positiva dentro y fuera de España.

En los últimos años se han visto envueltos en diversos conflictos con otras DO’s, ¿que puede decir al respecto?

Si algo he de lamentar sobre estos años al frente de la DO Valencia es no haber podido llegar a un acuerdo en determinadas situaciones. Nosotros jamás hemos querido apropiarnos de ningún territorio, simplemente teníamos la necesidad de consolidar unos acuerdos que previamente ya teníamos con Alicante y Utiel-Requena. Esta situación afecta de manera negativa a todo el sector y tengo la esperanza de que más pronto que tarde se llegue a un acuerdo, porque tenemos que ayudarnos unos a otros a sacar adelante el vino de la Comunitat Valenciana.

¿Qué va a echar de menos cuando abandone el cargo?

En realidad todo. A muchísimas amigas y amigos, a mis bodegas y al equipo de profesionales del Consejo Regulador. Yo me voy, pero se queda un equipo muy solvente que hemos ido construyendo durante estos últimos doce años. Personalmente he disfrutado mucho del trabajo, el esfuerzo ha merecido la pena y dejo el cargo con la seguridad de no haber engañado nunca a nadie.