Shakespeare no inventa historias para dar sentido a la existencia, sino para existir dentro de ellas. Con «La tempesta», su última obra, se despide del teatro hablando de venganzas, del deseo de libertad, de la capacidad de perdonar y del teatro dentro del teatro. Un Shakespeare juguetón que lanza una mirada nada inocente sobre la condición humana.

En «La tempesta», el clásico que se presenta en el Rialto del 2 de febrero al 13 de marzo con versión y dirección de Roberto Garcia, Shakespeare sigue jugando al metateatro, y su protagonista, Próspero, que ha espiado el comportamiento de los náufragos que han llegado a su isla como si estuviera en un laboratorio, se dirige al público para pedirle un aplauso que libere la ficción que, de alguna manera, él mismo ha creado. En este caso, Próspero es consciente de ser el observador, observado. O podríamos decir el soñador soñado.

La función, una comedia tardía de Shakespeare estrenada en 1611, es una producción propia del Institut Valencià de Cultura con un reparto encabezado por la veterana actriz Teresa Lozano, reciente Premio de Honor de las Artes Escénicas Valencianas, en el papel de Próspero, a la que acompaña un elenco formado por Marina Alegra, Álvaro Báguena, Paula García Sabio, Nelo Gómez, Jaume Ibáñez, Jacobo Julio Roger, Jaime Linares y Manuel Maestro.