Hace calor y los pies piden hacer el tránsito hacia el calzado más destapado. Es el momento de sacar las sandalias . Pero todo requiere su tiempo. El Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV) avisa de la importancia de hacer una correcta transición del calzado cerrado a las sandalias para proteger la salud de los pies. «Las talalgias y la fascitis plantar junto a rozaduras y laceraciones son algunas de las dolencias más comunes que aparecen en nuestros pies en esta época del año al cambiar el tipo de calzado que usamos de forma habitual. Hemos de tener en cuenta que pasamos de usar un calzado cerrado que sujeta muy bien el empeine y el talón, habitualmente con suelas gruesas, a unas sandalias que seguramente tendrán menor agarre, una suela más fina, y en muchas ocasiones ni siquiera llevan sujeciones adecuadas al pie», explica Pilar Nieto, presidenta del ICOPCV.

Realizar una transición progresiva al nuevo tipo de calzado. Por ejemplo, comenzar con uno que sea más abierto pero confiera seguridad al movimiento del pie sujetando empeine y talón.

Optar por un calzado ligero que permita al pie estar más fresco y más suelto. Son buenas opciones aquellos que son de tela o de pieles tratadas, los materiales técnicos cada vez más estudiados y perfeccionados, muy transpirables y que evitan el exceso de sudoración.

Evitar pasar del calzado cerrado a las sandalias directamente.

Evitar usar un calzado excesivamente plano para que no se cargue la fascia plantar.

Repasar el estado de las suelas del calzado de verano del año anterior y, en caso de deformidad, retirarlas.

En el caso de las personas diabéticas, realizar todos los días revisiones de los pies. Al dejar de utilizar calcetines pueden aparecer ampollas o heridas que, en su caso, pueden tener dificultades de cicatrización y derivar en úlceras. Si hay ampollas o laceraciones, es aconsejable acudir al podólogo para tratarlas y hacerles seguimiento.

Realizar una revisión con un podólogo para asegurarnos de que no han aparecido patógenos contagiosos o infecciosos como hongos o papilomas, por ejemplo. Y, en caso de hayan aparecido, aplicar el tratamiento adecuado con la máxima celeridad posible.

Realizar una quiropodia en el podólogo para eliminar durezas, repasar las uñas y, por supuesto, revisar talones, y tratarlos cuando sea necesario, para evitar las dolorosas grietas.