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Rosángeles valls | Coreógrafa

«Hay poca danza comprometida, con mensaje»

El claustro de San Miguel de los Reyes presta su tierra roja para convertirse en «Kabul», espectáculo de la Dirección de General Cultura, a través de los ojos de Rosángeles Valls. En él visibiliza la represión de las mujeres afganas.

Rosángeles Valls Vicente A. Jiménez

El público que asista -este sábado y domingo- al espectáculo de danza Kabul, en el claustro del Monasterio de San Miguel de los Reyes, no acudirá a ver una obra al uso. Ni por espacio ni por mensaje. Además, lo hará desde una perspectiva igualmente inusual: desde el primer piso del claustro y de pie. Kabul es una producción de la Dirección General de Cultura y Patrimonio, con guion, dramaturgia y dirección de Rosángeles Valls y documentación y textos de Rodolf Sirera. Además, cuenta con la participación de Marina Cuesta como cello y soprano, la actriz Rebeca Valls, ocho bailarinas, un actor y cuatro niñas.

«Hay poca danza comprometida, con mensaje»

¿Cómo surge «Kabul»?

Es una decisión de la Dirección General de Cultura y Patrimonio, que arriesga por espectáculos comprometidos, donde se enfatiza un espacio como el Monasterio de San Miguel de los Reyes, muy especial y muy hermoso, con una historia viva, doliente. Surgió de manera natural en un momento en el que tanto Carmen Amoraga, la directora general, y yo estábamos sensibilizadas y disponibles. Se unieron nuestras energías y decidimos crear para ese claustro, que aún no se había utilizado y que es tan hermoso, un espectáculo también hermoso y potente, en el que la belleza estuviera presente a través del horror. Es el horror que están viviendo las mujeres y niñas afganas a raíz de la segunda entrada de los talibanes en el país, después de 20 años de cierta libertad. Están sucediendo cosas tan terribles que uno de los poderes del arte, que es la sensibilización, no debemos dejar de aprovecharlo.

Como creadora, ¿cómo conviertes el horror en belleza?

La danza es mi lenguaje y he contado con una documentación de Rodolf Sirera que nos ponía las cosas muy fáciles. Son unos textos bellísimos, en valenciano, que cuentan sin esconder lo que se está viviendo en Afganistán en este momento. Eso y la belleza de la danza, junto a la interpretación de Rebeca Valls, se materializa en el claustro que, como Kabul, es un escenario de tierra roja.

No habrá sido fácil trabajar en un espacio así.

Es arriesgado y lo más difícil que hemos hecho nunca, pero el tema merece el riesgo, salir de la cuarta pared, utilizar los inconvenientes para convertirlos en algo posible con el esfuerzo de todos, incluidos los espectadores.

El público, además, asiste al espectáculo desde el primer piso del claustro y de pie.

Sí, se ve desde arriba por decisión creativa, para que las coreografías sean hermosas verlas en picado, algo que no se ha hecho nunca. Me he arriesgado. Esa decisión enfatiza el espacio escénico, el claustro, y hace que el espectador tenga otro tipo de visión que no ha tenido nunca. Creo que ha sido muy atractivo.

«Hay poca danza comprometida, con mensaje»

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¿Cómo responde el público?

El público sale emocionado. No sabes cuántos espectadores lloran y me dicen que están conmocionados por el mensaje y la puesta en escena. Es muy hermoso saber que el esfuerzo sensibiliza al público porque cualquier espectáculo se hace para los espectadores pero este todavía más.

¿La danza es la mejor disciplina para reivindicar el papel de la mujer?

La danza es un lenguaje universal, hay mucha danza que es solo danza por movimiento, pero hay poca danza comprometida, con mensaje. A mí me gusta la danza en general, puedo ver un espectáculo de danza hermoso y emocionarme, pero cuando creo intento que mis espectáculos sean algo más que la danza por el cuerpo. Hay mucha gente que baila bien, que hace cosas bonitas, pero ir más allá es mucho más complicado y para eso se necesita talento.

Eres referente de la danza contemporánea y Ananda Dansa, que en 2020 se bajó de los escenarios con 40 años de trayectoria, una de las compañías valencianas más reconocidas del sector. ¿Cómo está el panorama de la danza valenciana?

Hay mucha gente que hace espectáculos, cada vez hay más creadores que hacen obras, pero hay que girarlos, tienen que hacer funciones, pero no con primos y amigos, sino con público en general, para que las compañías puedan crecer. Ahí hay un problema grande de distribución y de compromiso con la danza. No sirve hacer tres o cuatro días de funciones. Las obras deben tener cierta trayectoria en el tiempo para que se consoliden y los creadores puedan ejercer como tal. Aprender del público es la única manera de crecer.

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