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La lucha de "Júlia" abre el teatro romano

La adaptación de la novela de Isabel Clara-Simó "Júlia" abre las representaciones del Teatro Romano de Sagunt a Escena. Bajo la dirección y dramaturgia de Gemma Miralles, la obra gira alrededor de Júlia, interpretada por Glòria Roman, una joven que, en medio de la revolución del petróleo de 1873 en Alcoi luchará por dejar de ser obrera.

Una de las escenas de «Júlia». | JUANI RUZ

El festival Sagunt a Escena abre la programación del Teatro Romano mañana con Júlia, una adaptación de la novela de Isabel Clara-Simó, llevada a cabo por la compañía La Dependent bajo la dramaturgia y dirección de Gemma Miralles.

«Estamos ilusionados por formar parte de Sagunt a Escena este año, e incluso abrirlo. En 2017 también tuvimos la suerte de participar con De Sukei a Naima, una pieza que dirigí, y recordamos la experiencia, sabiendo que es un espacio muy comprometido», reconoce la directora.

La obra gira alrededor del personaje de Júlia Solbes, interpretada por Glòria Roman -actriz que ha trabajado con Eva Zapico, Víctor Sánchez y Javier Sahuquillo, entre otros-, una joven que se deja la piel en los talleres alcoyanos y, en medio de la revolución del petróleo de 1873, luchará por cambiar de estatus y dejar de ser una obrera para convertirse en señora. Su legado familiar obstaculizará el objetivo que persigue, pues un padre muerto en la cárcel de Alicante y una madre pobre no son buenos antecedentes para empezar a forjar una nueva vida.

«Para mí, Júlia habla sobre alguien que es capaz de enfrentarse a todo, a la sociedad y a las normas establecidas, por ser quien quiere ser, con todas las consecuencias y las sombras que eso supone» reivindica la directora exponiendo la vigencia del texto. «Ovidi cantaba ‘tot aquest món ja és ben divertit, ja no hi ha amos ni criats, tots som colaboradors’, criticando como seguimos teniendo estas relaciones -que se muestran en la obra- de obediencia, de esclavitud, de seguir las normas como borregos o de continuar los patrones de dónde hemos nacido, con las pautas sobre lo que tenemos que hacer».

El libro, publicado en 1983 y traducido tanto al inglés como al castellano, fue la primera novela de la alcoyana Isabel Clara-Simó, y «es un clásico porque tiene todos los componentes para que enganche y perdure; es una historia humana con muchos sucesos históricos, que toca el tema social, político y emocional. Es una obra que conmueve porque habla de lugares y situaciones muy conocidas, de un tipo de personas y un modo de hablar y relacionarse muy cercana. En mi casa todos han sido obreros: mis padres, mis abuelos,… y la obra habla del mundo de la fábrica, un mundo que he vivido y conozco de algún modo» subraya Miralles.

«La Dependent me hizo la propuesta de adaptarla, ellos habían trabajado ya con un texto de Isabel en Cómplices el 2003, y deseaban hacer algo más suyo. Justo esta adaptación era una asignatura pendiente, y cuando, desgraciadamente, falleció Isabel, se la tomaron como una necesidad para hacerle un homenaje, a ella y a su obra, en la que hay mucho de su esencia, de quién es, y de su compromiso».

En cuanto a su relación previa con la primera novela de Clara-Simó, la directora, que recientemente ha dirigido Historia de una maestra de Paula Llorens, y codirigido con Jordi Galceràn El método Grönholm, recuerda leerla «de forma obligatoria en el instituto, sintiéndola como una de esas primeras lecturas que te dejan impactada», y afirma que «ha sido bonito trabajarla, porque era un terreno conocido y sentía haberla tratado ya desde otro sitio, no desde el análisis maduro, si no desde otra mirada, tal vez más pura e inocente.»

Gemma Miralles. | ALESSANDRO LOURENÇO

Entre las tareas llevadas a cabo para la puesta en escena de la obra, se encuentra la labor de adaptación de la novela literaria al lenguaje teatral, un trabajo de dramaturgia que la alcoyana Gemma Miralles realiza, teniendo que tomar la decisión de «escoger entre dos caminos, ser fiel o hacer una versión más libre», eligiendo ser «todo lo fiel que pude, porque así como en la novela te puedes entretener en grandes descripciones y en explicar la historia en un tiempo dilatado. En el teatro estamos condicionados por el tiempo, que pese a la larga duración de este caso -dos horas-, sí exige el tener que tomar decisiones respecto a elegir personajes, a escoger lo que consideras esencial de la trama, a seleccionar conflictos y a explicar en diálogos todo lo que pasa. Adaptar es reescribir y elegir, elegir todo eso que consideras imprescindible, qué se queda y qué se va».

El lenguaje teatral se caracteriza por significarse con recursos mayormente visuales, y en Júlia, una escenografía de gran formato se ciñe formalmente al contenido de la pieza, «necesitábamos poder jugar con varias alturas, esa es una de las claves escénicas y un referente que todos tenemos: en la parte de arriba se encuentran las oficinas, donde están quienes mandan, y miran a la parte de abajo, lugar en el que se encuentra el pueblo trabajador. Estas dos alturas permiten un juego escénico que evidencia la lucha de clases. También hay mucho hierro en la escenografía, elegido para recordar los puentes de Alcoi y la ubicación del pueblo industrial».

Júlia es una obra que rescata la memoria histórica valenciana, «como De Sukei a Naima, que hablaba de la época morisca y su expulsión. Hay mucha historia valenciana para transportar al teatro, que siempre conlleva conexiones con la actualidad, y se debería navegar más en ella para subirla al escenario», y esa pulsión de la directora de recordar nuestro pasado se rescata también en el ámbito musical de la pieza, que es «un elemento muy importante del espectáculo, ya que se canta en directo y hay tanto canciones populares de la época, como otras escritas explícitamente para la obra, compuestas por el músico valenciano Rafael Arnal, un cantante y compositor excepcional de gran recorrido».

El espectáculo, que lleva recorriendo escenarios desde finales de 2021, como el Teatro Principal de València, el Teatro Calderón de Alcoi o el Teatro Principal de Castelló, es una obra «muy grande, tiene 11 actores, y aunque eso añade dificultades para la exhibición, la hemos representado, aunque no en exceso. El título convence, pero es difícil programar obras tan grandes», añade la directora, «de los 11 intérpretes, todos maravillosos, muchos se desdoblan en varios personajes. Es una obra coral y la necesidad escénica es esa; tres de los personajes más relevantes no doblan, pero el resto de actores cambian de personaje».

En cuanto al reto de exportar la obra a nuevos escenarios, la autora se muestra entusiasmada por ser «la primera vez que Júlia se hace al aire libre. Cambian bastantes elementos, la iluminación y el aforo es diferente, y debemos incluir microfonía al ser un espacio tan grande y en exterior, cosa que no utilizábamos en el teatro cerrado. Tenemos algunos días para poder ensayar y llevarla a la escena, actuar al aire libre tiene mucho encanto, pero también sus particularidades. Hay que adaptarse, pero es un reto bonito, los cambios siempre están bien, nos obligan a ponernos las pilas».

El futuro de Júlia, interpretada por Marta Chiner, Manuel Climent, Vicent Domingo, Joan Gadea, Joan Manuel Gurillo, Manuel Maestro, Pilar Martínez, Pepa Miralles, Glòria Roman, Robert Roig y Pau Vercher se muestra prometedor, y nos revelan que tienen «algunos bolos programados para la temporada que viene», y esperan «que la cosa continúe así y que la obra se pueda ver lo máximo posible».

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