Raphael actúa hoy en la Ciudad de las Artes y las Ciencias (21. 30 horas). Hasta aquí regresa, un año después, para con su espectáculo Raphael 6.0, celebrar sus 60 años como uno de los principales artistas de habla hispana. De su colección de ‘joyas de la corona’ destacan himnos atemporales como «Mi gran noche», «Qué sabe nadie» o «Yo soy aquél»; canción con la que su carrera internacional despegó de forma meteórica en 1966. «Hay que reinventarse siempre sin dejar de ser uno mismo. No por reinventarse hay que hacer una payasada», dice.

¿Se imaginó celebrar sus 60 años de carrera profesional así, sobre los escenarios de medio mundo?

No. Jamás lo pensé. Yo imaginaba que con 60 años encima, mi voz habría cambiado. Y no, yo no he cambiado nada. Acabo de grabar el nuevo disco en Londres, y mi voz sigue sonando exactamente igual, que es una cosa milagrosa. Todavía no ha llegado el momento de retirarse.

Iba a preguntarle si concebía esta gira como una despedida, pero está claro que no.

¡No! Yo me iré algún día, por supuesto. Pero no voy a hacer anuncios. Me levantaré un día y me diré a mí mismo: «Ya no estás en condiciones, que lo sepas. Si quieres hacer tonterías, hazlas». Y llamaré a la oficina y diré: «Señores, hasta aquí». Y ya está. Y viviré la vida que me quede yendo mucho al teatro y viendo a los compañeros que vayan surgiendo.

Los artistas suelen decir que prefieren retirarse en su mejor momento para no decaer, pero usted parece que siempre está en su mejor momento.

Exacto. Eso es lo bueno en mi caso, que cada vez que me levanto y canto, digo: pues nada, seguimos. Cada vez que grabo un disco, los técnicos de sonido se quedan con el ojo cuadrado. Y yo digo: «Pues nada, seguimos». Hasta que la Madre Naturaleza diga: «Hasta aquí».

¿Es más un mandato de su propia voz que una decisión propia?

Es totalmente un mandato de ella, porque es la que tiene que ver en este asunto. Es así. Ya no es si me llaman o no me llaman, es si la voz suena. Y suena.

Raphael actúa hoy Urban

Está claro que voz, hay. ¿Y ganas?

[Ríe] Desde luego. De sobra.

El hecho de que la voz no haya cambiado en 60 años, ¿responde a un milagro, o tiene truco?

El tema es que sí ha cambiado, pero va cambiando lentamente. El público se va acostumbrando al nuevo sonido, no es que empieces de golpe a soltar gallos. Tienes la misma tonalidad. Así que no hay motivo aparente para dejarlo.

Y el público, al parecer, sigue teniendo ganas de verle después de 60 años. ¿Qué les da? ¿Hay que reinventarse, o seguir siendo el mismo de siempre para que le renueven la confianza sus seguidores?

No. Hay que reinventarse siempre sin dejar de ser uno mismo. No por reinventarse hay que hacer una payasada. Tú tienes que seguir tu camino, el que el público conoce y quiere. El público quiere verme a mí y oírme a mí y las canciones que quiere y yo se las doy. También le doy canciones nuevas, como este disco que acabo de terminar, para que vayan aprendiéndolas y no tenga que cantar siempre lo mismo. Ahí tenemos un momento de silencio maravilloso. Las canciones nuevas son preciosas, pero el público manda.

"El primero que se cansa de sus canciones soy yo"

Muchos artistas consagrados rehúyen de sus propios clásicos en favor de los temas nuevos.

A mí lo que me pasa es que el primero que se cansa de sus canciones soy yo. Entonces, de pronto, las quito del repertorio. Igual quito cinco o seis cosas de las importantes. Como canto otras, el público ni se da cuenta, y al mes las vuelvo a poner. Son mi obra, no puedo rehuirlas.

Habla de la entrega del público. Tiene un auditorio muy diverso y ecléctico en lo relativo a la edad. ¿Hay relevo en las butacas?

En mi público hay cuatro generaciones. Eso es lo más bonito que me ha podido pasar en la vida. Están los padres, los abuelos y los nietos.

¿Y los nietos se saben las canciones?

Sí. Los niños de 9 y 10 años se las saben de memoria, sobre todo las primeras, tipo Escándalo.