Los «ugly foods» están de moda y puede decirse que están entre los más buscados del mercado. Los alimentos feos, esa es la traducción, son menos agraciados pero pero son los más naturales.

La sostenibilidad también se aplica a la cocina y ,a las puertas de 2023, sigue siendo una de las tendencias gastronómicas. Hace un par de años que los «ugly foods» –alimentos feos– están de moda y puede decirse que están entre los más buscados. Aunque una manzana tenga una mancha o que una naranja no sea redonda o que un rábano tenga varios picos. No importa su imperfección, son comestibles; «feos» –según los estándares– por fuera, ricos por dentro. Están tan buenas como las otras, o puede que más, porque esas piezas menos proporcionadas no se enceran ni abrillantan. Los menos agraciados estéticamente son los más naturales, y su consumo evita también el desperdicio que supone descartar la comida. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que un 40% de las frutas y hortalizas que se cosechan en el mundo se desechan por culpa de su apariencia poco armónica.

Esto viene a resultar que 1 de cada 3 alimentos que se producen se retiran por feos. Parte de las pérdidas surgen durante la post cosecha o en el procesamiento. Si una manzana tiene un roce porque ha golpeado contra el árbol o tiene un punto de diferente color, se descarta. Lo mismo si son limones, berenjenas o calabacines, aunque estén torcidos. Pese a su apariencia, tienen el mismo poder nutricional y, aunque parte de esos productos se convierten en mermeladas o en conservas, no es suficiente.

El movimiento «ugly food» está relacionado con otra tendencia más asentada, la de utilizar todas las partes de la materia prima, lo que se llama «trash cooking» que, aunque pueda sonar a innovación gastronómica por su nombre en inglés, no viene más que a referirse a la cocina de aprovechamiento de toda la vida, algo que ya hacían las abuelas. Aunque los chefs aprovechen mondas de patata y de fruta, vísceras de pescado o huesos de carne para crear nuevos sabores y texturas. Porque con los huesos del pollo siempre se han hecho sabrosos caldos, con las espinas, sopa de pescado, o con esos tomates que ya están demasiado maduros una saludable salsa casera.

La cocina de aprovechamiento reivindica no tirar nada, lo mismo que comerse los productos «feos». Es todo un círculo que engloba mucho, desde salud para el cuerpo y la mente al compromiso con un mundo mejor y sostenible. Porque las piezas menos estéticas muchas veces están relacionadas con materia fresca y de proximidad, que no ha sido tratada con fitosanitarios. Rechazadas por otros, los feos reaparecen como símbolo de autenticidad y cercanía.