El perdón, reflexiones a flor de piel

Juana Acosta y Chevi Muraday actúan en l'Auditori de Torrent

Juana Acosta y Muraday durante el espectáculo El perdón

Juana Acosta y Muraday durante el espectáculo El perdón / Urban

Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer sentir de verdad el dolor del otro. Esa reflexión es El perdón, la función que hoy se representa en l’Auditori de Torrent (20 horas).  Juana Acosta y el coreógrafo y bailarín Chevi Muraday, se unen en un espectáculo que, a través del cuerpo y la palabra, la luz y la sombra, la música y el silencio, la emoción y la razón, intenta taladrar la conciencia de los espectadores a propósito de ese acto difícil pero absolutamente necesario que es El perdón. El testimonial punto de partida es el asesinato del padre de Juana Acosta cuando ella tenía 16 años. La violencia impuso su ley robándole la alegría, las ganas de vivir, de sentir, de bailar. A partir de ahí, las preguntas sin respuesta, la búsqueda de sentido y la necesidad de soltar el dolor son un vehículo para reconocer nuestra humanidad compartida en toda su luz y su sombra. Ese contraste entre extremos impone el ritmo de esta pieza en la que se exploran las profundidades y los recovecos de nuestra alma. ¿Hasta dónde es capaz de llegar el perdón? ¿Es una decisión irrevocable o requiere de un continuo examen de conciencia? ¿Perdonamos con nuestra mente o con nuestro corazón? ¿Es la justicia lo opuesto al perdón, ya que, como aseguraba Séneca, el perdón es la remisión del castigo debido y por lo tanto no hay que hablar de ello sino de clemencia? 

Acosta y Muraday, protagonistas de El perdón

Acosta y Muraday, protagonistas de El perdón / Urban

 Y es que, ¿qué queda frente a la muerte violenta de un padre que le ha enseñado a su hija a amar la vida, el arte y la humanidad? En pleno tránsito a la adultez, relata Juana Acosta, su padre fue asesinado. La violencia impuso su ley robándole la alegría, «las ganas de vivir, de sentir, de bailar». «Junto a mi compañero Chevi Muraday, exploramos las profundidades y los recovecos de nuestra alma, reflejando en el cuerpo y la voz, una búsqueda de años; el acto valiente de ponerse en los zapatos del otro para tratar de entender lo que no tiene nombre, la oscuridad de ciertas preguntas y la libertad que encuentra quien decide amar en lugar de odiar. Resignificar el dolor y encontrar en la empatía una perspectiva liberadora. Volver a nacer, volver a vivir, volver a sentir, volver a bailar. Y perdonar», comparte la actriz.