El cuento de los Farruco

Los Farruco se suben el lunes al escenario del Teatro Olympia para, en un espectáculo dramatizado, reivindicar el flamenco

imagen del espectáculo

imagen del espectáculo / Paco Manzano

Amparo Barbeta

Amparo Barbeta

Noche de Reyes. Unos niños no pueden dormir. Han dejado sus zapatos en el salón esperando que los Magos los colmen de regalos. Cuando impacientes saltan de sus camas y acuden a comprobarlo ven con desilusión que sus Majestades todavía no han llegado. Para entretener la espera, Soleá –así se llama la niña mayor de los Farruco (11 años)- dice a sus hermanitos que les va a contar un cuento que, a ella, le contaba su abuela Farruca: a quien, a su vez, se lo contó su padre el Farruco. Soleá, explica Farru -director del espectáculo y mediano de la saga de Los Farruco.- les cuenta una historia de hace mucho tiempo que empieza cuando una familia de artesanos herrantes que se ganaba la vida vendiendo canastos de mimbre tiene que pasar la Nochebuena en medio del campo y a la intemperie porque, ya de noche, no les daba tiempo de volver a su casa. Les cuenta cómo esa buena familia quiso celebrar el nacimiento de Jesús, cantando y bailando, a pesar del frío y del cansancio del camino. Y les relata que, cuando a la mañana siguiente aquella buena gente se despertó, descubrieron que les habían robado, los canastos con los que se ganaban la vida habían desaparecido y en su lugar solo encontraron dos extrañas botas rojas. ¡Vaya disgusto! Pero, ¿qué significaba eso? ¿Era una broma? Ellos vivían de vender canastos. ¿Para qué querían unas botas rojas?

Uno de ellos, que tenía los zapatos rotos, se acercó y se puso las botas: así, al menos, tendría unas botas nuevas. Pero su sorpresa fue cuando, de pronto, aquellas botas empezaron a moverse por sí mismas: ¡empezaron a bailar! A bailar un baile nuevo, desconocido hasta entonces... A cada uno de los niños les habían regalado el don del arte.

Así comienza Un cuento de Navidad, el espectáculo que el lunes se podrá ver en el teatro Olympia, un novedoso musical - «el primero navideño de la historia del flamenco, pero que podría ocurrir en cualquier época del año», recalca Farru- que combina el relato infantil con números dancísticos y vocales, para alternar la ficción con la fuerza arrebatadora de los Farrucos, la cuarta generación de artistas, una de las sagas más importantes de la historia del flamenco. «El espectáculo habla de dónde venimos y hacia dónde vamos e invita a creer en la ilusión y en la magia de que cada uno puede llegar a ser lo que quiere ser y reivindica con arte valores como la hospitalidad, la generosidad, la capacidad de compartir y el celebrar el reencuentro con nuestros seres queridos», defiende Farru que, debutó en escena con dos años, con diez (1998) ya tenía su propia compañía y en 2010 fue nombrado mejor bailaor de año. Y es que, solo o con su familia, Farru -nombre artístico de Antonio Fernández Montoya- ha recorrido medio mundo mostrando su arte en los mejores escenarios posibles y, ahora, se reúne con 30 miembros de la familia (21 sobre el escenario), para contar una historia donde todos asumen papeles por primera vez en la interpretación. «Al final, de alguna manera, es la historia de mi familia, porque ellos fueron gitanos artesanos y poco a poco se fueron aficionando al arte y, de una u otra manera, todos hemos llegado hasta aquí», relata.

Imagen del espectáculo

Imagen del espectáculo / Urban

El espectáculo, en el que los niños tienen su protagonismo, participan figuras del flamenco como Farruquito, la Farruca, El carpeta o Soleà Fernández que, desde su participación en Eurojunior (2020) ha lanzado cinco singles y colaborado con Emilio Aragón en el programa BSO.

Farru tras reivindicar la «atemporalidad» de su espectáculo porque «es la historia la que tiene peso» y «el Titanic se puede ver en cualquier momento», remarca el director, lamenta que, cada vez más, las zambombas se han vuelto recurrentes en los espectáculo de un flamenco que, a veces, se publicitan como tal cuando no lo es. «No se puede vender como flamenco lo que se ha fabricado y solo es un sucedáneo aunque éste llegue a multitudes. Hay que tener cuidado. El flamenco tiene mensaje y llega al alma y con artistas como Paco de Lucía o Camarón, se llegó a mucha gente y ellos hacían flamenco del mejor. La popularidad no está reñida con la calidad pero no toda la calidad es popular», comparte.

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