Son las doce de un caluroso sábado de junio y un tipo alto y apuesto entra por la puerta del Colmado Lalola. Entra empujando un carro de la compra, sudoroso y estresado. Es Jesús Ortega, el propietario del local. Nada más verme se acerca a mi mesa y me grita victorioso «¡he conseguido huevas de calamar, ¿quieres probarla?!» Así es él, entregado y apasionado. Admiro mucho a este personaje. Lleva toda la vida (y tiene ya más de cincuenta) en el entorno de la hostelería. Ha hecho de todo, pero siempre desde una apuesta firme por la calidad. Él fundó y dirigió durante más de 10 años Le Club (un espacio vanguardista donde se escuchaba la mejor música de València). Mientras otros daban garrafón y ponían música enlatada, el marcaba tendencias con dj de prestigio y convirtió ese espacio en local de culto.

Calidad a rentabilidad

Cuando Jesús aterrizó en la hostelería lo hizo con la misma filosofía, anteponiendo la calidad a la rentabilidad. Lo hace en sus otros locales que también posee, pero este colmado es el mejor ejemplo de su vocación. Está en el núcleo de corazón turístico de la ciudad, junto a la plaza de La Reina, enfrente mismo del Miguelete. Si Jesús pensara mínimamente en la cuenta de resultados hubiera planificado otro tipo de negocio para este lugar. Imagino a un avezado inversor diciéndole con soberbia «tío, estás perdiendo dinero, deberías montar una franquicia de helados» y a Jesús mirándolo descreído pensando «chaval, no lo estás entendiendo, el dinero no lo es todo».

urban Langostinos

Colmado La Lola tiene el aspecto de una antigua botiga. Es colorida y está totalmente abierta a la calle, con unos techos altísimos y un bonito ambiente desenfadado. Una gran vitrina con quesos, verduras y salazones te da la bienvenida, pero lo mejor se esconde en una esquina del comedor. Se trata de un mostrador frigorífico donde descansa el tesoro que Jesús trae en ese carro del Mercado Central: ostras, calamar, marisco… Bocados de precios razonables aptos para un tapeo de calidad. Esto, no lo olvidemos, es un bar y aquí se tapea. Otra cosa es que encuentres aquí cosas que no soñarías poder pedir en restaurantes con mantel de algodón. Por ejemplo, unos buenos langostinos, gambas blancas o raors (también llamados loritos, son unos pescados pequeños con una carne tan suave como la de la palaya, muy típicos de las islas).

Urban Berenjenas a la miel

En cada detalle se percibe la vocación por la calidad. Pides un vermut y la camarera se entretiene contigo intentando adivinar tus gustos para aceptar con la elección, propones un plato de jamón y te lo cortan a mano de una buena pieza ibérica, añades una fritura en la comanda y te encuentras con unos pescados fresquísimos que resultan crujientes y jugosos. A mí me los preparó Cuca García Bono. Es una de esas profesionales que ya no quedan. Luce el aspecto de una mamma italiana y se ha pasado la vida entre fogones. Lleva once años con Jesús «y de aquí no me sacan ni con agua caliente», confiesa con orgullo.

Cuca García Bono. Urban

Buen producto, buenos profesionales y buena bodega (desde Alicante a Galicia pasando por una interesante colección de jereces). Jesús Ortega junta los mimbres y surge la magia para disfrutar de uno de los mejores tapeos de València en el centro mismo de la ciudad.

¿Dónde? Carrer dels Brodadors, 10, València.

Teléfono: 637 62 72 47

Lo mejor. La vocación por la calidad. Hay personas que no trabajan por dinero y creo que Jesús es uno de ellos.

Lo mejorable. La visibilidad. Está en el paso pero no se ve. Mejor así, que quede escondido de las miradas indiscretas.

Lo imprescindible. Replicar a Jesús. Hacen falta muchos como él en la hostelería valenciana.

 PRECIO MEDIO. 30 Euros.