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Entrevista | Rafael Álvarez, El Brujo Dramaturgo

“El humor es la respuesta al absurdo de la existencia humana”

Rafael Álvarez, El Brujo, llega este sábado al Teatro Romano de Sagunt con «Iconos o la exploración del destino», un monólogo de humor que reflexiona sobre el destino en la tragedia griega a través de Medea, Edipo, Antígona y Hécuba y lo compara con la mitología hindú.

Rafael Álvarez, El Brujo, con "Iconos" en el Teatro de Mérida.

Rafael Álvarez, El Brujo, con "Iconos" en el Teatro de Mérida. / Jero Morales

Voro Contreras

Voro Contreras

València

En «Iconos o la exploración del destino», Rafael Álvarez, El Brujo, compara las historias de los personajes griegos que solían enfrentarse -sin demasiado éxito- a la «fuerza ciega» del porvenir, con los relatos de la mitología hindú, donde el concepto de karma incluye el de la libertad de elección ante lo que aparentemente nos depara el futuro. Ya saben, aquello de la causa y el efecto. El Brujo asegura que, si no fuera por Sófocles, Esquilo, Eurípides y compañía, entre la mitología griega y el Majábharata tampoco habría tanta diferencia. Ni, por supuesto, tanta tragedia. Por eso él todo esto se lo toma con bastante humor.

¿Entonces, si nos hubiéramos saltado a Sófocles para apuntalar nuestra cultura occidental estaríamos hablando de una Europa y una América distintas?

Efectivamente. Joseph Campbell ya vio que todas las mitologías procedían de un tronco común y una raíz única con diferentes modalidades culturales debida a la historia y la procedencia geográfica. Lo que ocurre en Grecia cuando surge el teatro es que hay una simbiosis de una civilización arcaica que viene de una concepción más intuitiva de la vida y una civilización más moderna que va al discurso racional, a sacar conclusiones. De ahí viene la tradición de la racionalidad europea que nos ha llevado al mundo de hoy. Pero hay una parte de la cultura griega que tiene que ver con la intuición mitológica, la sagacidad, algo que le está faltando mucho a la civilización de hoy, que es un poco coja y desequilibrada.

¿No nos llevará la razón al mejor lugar al que podamos llegar?

Es que la racionalidad es solo un aspecto del conocimiento, pero insuficiente para comprender una serie de cosas. «El corazón tiene razones que la razón no entiende», ¿te acuerdas de eso? Hay un conocimiento que no depende del discurso lógico y racionalista que incluso en la ciencia moderna ya se está empezando a vislumbrar a través de la física cuántica. Y también está en Shakespeare cuando Hamlet le dice a Polonio que hay cosas que jamas comprenderá su filosofía.

Shakespeare creo que también decía eso de que el destino baraja las cartas pero nosotros somos los que jugamos.

Exacto, el destino es irrevocable pero una vez tú ya has sentado los precedentes. Con tu libertad eliges hacer ciertas cosas que se convierten en situaciones irrevocables.

¿Usted con qué ha conducido más su carrera, con el instinto o con la racionalidad?

Mi evolución ha sido primero instintiva y luego intuitiva, que son dos cosas diferentes: el instinto nos conecta con la naturaleza por medio de la animalidad y la intuición lo hace por medio de la divinidad que llevamos dentro. Y después ha sido racional con el aprendizaje y luego una fusión y una mezcla de todo.

¿Y cuándo asumió que su destino era el de ser cómico?

Ha sido algo gradual, tampoco es que un día me levantara y dijera: quiero ser cómico. Yo estudié Derecho y he acabado en esta situación de ahora a través de pasos intermedios y progresivos.

¿Pero le hubiera gustado ser otro tipo de actor, no uno que hiciera ya reír con solo salir al escenario?

Al principio pasaba que cuando me ponía a hablar el público ya empezaba a descojonarse y eso me cabreaba bastante. Pero el director de entonces, que era José Luis Alonso de Santos, me dijo: no te preocupes que eso es un tesoro maravilloso que se llama vis cómica. Eso si lo trabajas tienes un tesoro de posibilidades, porque esa vis no la tienen todos los actores ni se aprende en la escuela.

¿La vis cómica la muestra solo en el escenario o le sale también cuando se baja de él?

¿Tú para qué quieres saber eso?

Curiosidad, supongo.

Pues nada, te contesto con mucho gusto. Creo que fuera del escenario también tengo ese carácter humorístico. Pero porque todos los humoristas son grandes trágicos, porque el humor es la respuesta al miedo, a la fatalidad, a la paradoja, al absurdo e incomprensible de la existencia humana. En «Antígona» Creonte, que es el malo malísimo, te da al final pena porque todo lo malo que hace acaba cayendo sobre él. Es tan trágico ese final que casi es humorístico. Por eso las grandes tragedias griegas se tendrían que representar con títeres…

Eso de representar la vida con títeres es también muy oriental.

Sí, sí. Eso lo estudió mucho Gordon Craig, que decía que el actor perfecto es un títere. Por eso los grandes actores de teatro no son naturalistas, parecemos muñecos ridículos, absurdos en los movimientos y las expresiones. Por eso yo tengo algo de muñeco roto en el escenario.

¿Y por eso en esta obra usa el humor para hablarnos de la tragedia?

Efectivamente, porque la tragedia y la comedia son dos caras de la misma moneda. El teatro esencial no se mide en tragedia y comedia, esa es una clasificación burguesa. El teatro es teatro y lo mismo puedes estar llorando y conmovido que al siguiente momento estar riéndote sin parar.

¿Entiende igual el destino el joven que irá a ver su obra que la persona mayor?

Supongo que no. A cada público hay que darle con un lenguaje diferente. Yo cuando llego al teatro trato de que todo esto que te estoy contando explicarlo de forma más sencilla. Y la gente se queda más con el momento mágico, con la transmisión de energía, con el silencio, con la risa… La gente no sabe con lo que se queda, pero tampoco necesita saberlo.

¿Está usted más a gusto entre los clásicos o entre los modernos?

Entre los clásicos, porque en los clásicos está la esencia y a través de la esencia puedes llegar a lo moderno, a lo antiguo, al presente, al pasado...

Se han dicho y escrito muchas frases notables sobre el destino, pero quizá ninguna tan clara como eso de «a cada cerdo le llega su San Martín».

Es una expresión chusca sobre el destino pero contundente, que en el Mahabharata tiene una forma más poética que dice que el tiempo es el monstruo que se lo come todo en esta vida, incluso al propio tiempo.

¿Piensa mucho en ese día de San Martín que esperemos tarde mucho en llegarle?

A veces sí, por ejemplo cuando se muere algún amigo cercano y digo ‘joder, esto es un sueño que pasa rápido y tal’. Y también cuando veo acontecimientos políticos, lo que pasa en el mundo. Lo que pasa en el mundo ya ha pasado mogollón de veces y las reacciones de los políticos y los científicos y los profesores son como si no hubiera pasado nunca y así pueden decir su frase genial. Pero nada es nuevo, ni las cosas que pasan ni como respondemos a ellas.

¿Le gustaría llegar a su San Martín sobre el escenario, como Moliere?

Prefiero no pensar dónde va a ocurrir eso. Me da igual, la verdad. El escenario puede ser cualquier situación del mundo si tu conciencia está despierta.

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