Bacai, la IA no tiene paladar

La inteligencia artificial es el principal reclamo de Bacai. En su carta de presentación nos dicen (aunque de una manera bastante ambigua) que gracias a esta tecnología pueden conocernos más y preparar platos pensados en nuestros gustos. Me intrigaba la fórmula. En lo que a la gestión de la reserva se refiere el recurso funcionó a la perfección. Inmediatamente después de hacer la reserva una máquina empezó a chatear conmigo  con tal naturalidad que creí que estaba tratando con una persona. “No puede ser sólo eso”, pensé. Imaginé que el ordenador del restaurante habría investigado en mis redes sociales ó en internet para adivinar mis preferencias.

Pero lo cierto es que la maquinita no adivinó que yo era el crítico gastronómico de Levante-EMV. Agradecí el anonimato (siempre lo agradezco), pero pensé que tan lista no era la IA. Visto que no habían aplicado la metodología para conocer al cliente, imaginé que tal vez  la habían aplicado al food pairing (un método de trabajo desarrollado por  Bernard Lahousse que analiza los aromas para buscar puntos de encuentro entre alimentos que parecen no tener nada en común). Tampoco por ahí andaban los tiros. Acabé con la conclusión de que el eslogan era poco más que un reclamo publicitario.

Obviado el tema de la inteligencia artificial, decidí centrarme en la experiencia gastronómica. Pedí un plato de cuchara para atacar el frío, pero me dijeron que formaba parte del menú de día que sólo se servían entre semana (era domingo). Pedí el menú degustación (que según la carta no se limita a ningún día de la semana) pero me indicaron que ese día no podía ser (sin darme ninguna explicación del porqué). Pedí 5  platos para poder hacerme una idea del restaurante. Como era mucha comida para una sola persona pedí medias, raciones. Me las negaron. Nada objeté. Es la propuesta del restaurante y no tienen por qué hacer excepciones. Pero no es habitual esa indiferencia.

La sala de Bacai está servida por una plantilla de profesionales muy eficientes, muy sonrientes y muy poco empáticos. Los platos llegaban con una rapidez poco habitual, pero a nadie pareció importarle que esos platos volvieran prácticamente llenos.  Comencé con un ajo blanco que recordaba más a un all i oli que a esa sopa fría de almendras que a mí tanto me gusta. Continué con una anodina ensaladilla de pulpo. Le siguió un ceviche de lubina que identificaron como “a la valenciana” al que no supe ver el carácter local de la receta y sí la falta de garra en el aliño. Solo la croqueta de jamón de wayu me resultó algo más sabrosa. Tenía mi confianza puesta en un civet de jabalí que me parecía adecuado para un día de otoño, pero éste fue sin duda el peor de los platos que probé. 

Visité Bacai por la recomendación de un amigo en quien confío. “Debieron tener un mal día”, se excusó él. Es posible, aunque no lo creo.  En cualquier caso no importa. Si así fuera, un restaurante no puede tener un día malo (al menos no tan malo). Los clientes pagan igual todos los días y esperan siempre el mismo servicio. Ojalá mi amigo lleve razón y esta no sea la tónica habitual de la casa. Pero yo sólo puedo opinar por lo que probé, y no por lo que me han contado.

Ficha

Carrer de Vicent Marco Miranda, 6 València

Tf 692 66 64 71

Precio medio: 50 euros

Calificación: 1 estrella

Lo mejor: El sistema de reservas. Apoyado en la inteligencia artificial, resulta eficiente y empático.

Lo mejorable: La cocina debería probar los platos antes de servirlos. 

Lo imprescindible: El servicio debería de aprender a leer las emociones del cliente.