Kasta: ecléctico, informal y muy sabroso
Los platos elaborados por Álvaro Calzada están ricos y el público lo respalda con llenos en el comedor
Kasta abrió hace apenas ocho meses y ya se ha convertido en un referente entre la hostelería de precio comedido. El propietario es Álvaro Calzada, un joven cocinero que lleva ya mucha carrera a sus espaldas. Acabó lo estudios de hostelería en el año 2011, en los duros años de la crisis económica. Su familia provenía de la construcción y no había un tabique que levantar en toda València de modo que la unidad familiar se volcó sobre el oficio de Álvaro. Comenzaron con un food truck y acabaron montando un restaurante que también funcionaba como casa de comidas. «Aquello parecía la guerra de Kosovo», confiesa sin ninguna nostalgia el cocinero. «Un día cualquiera podríamos dar de comer a 500 personas entre el comedor y la tienda». Los habituales desencuentros entre padre e hijo obligaron a Álvaro a buscar otros horizontes. Trabajó en La Cerdanya, en Llisa negra y en Contrapunto (donde ofició como jefe de cocina durante cuatro años). Hasta que este local (que había estado cerrado durante algún tiempo) se le puso a tiro por un precio muy razonable y se decidió a nadar en solitario. No parece que la jugada le haya salido mal.
La oferta de Kasta es ecléctica. En la misma carta conviven platos rotundamente españoles (como el morteruelo que envasan en La Ponderosa) con recetas hindúes como su Dahl de lentejas con calabaza asada y queso holloumi (un plato muy sabroso) o platos de inspiración peruana (como el tiradito de urta que acompaña con helado de tomate). Lo único que tienen en común unas recetas con otras es el buen gusto de Álvaro.
Los platos están ricos y el público lo respalda con llenos en el comedor.
Me gustaron mucho sus paletillas de conejo (adobadas y fritas), tanto como el guiso marinero de pochas con oreja y gamba rayada. No tanto el arroz, que estaba desmesuradamente salado (probablemente redujo demasiado el fondo) y cae en la tendencia de dejar caer sobre la paella los ingredientes al final de la cocción convirtiendo el grano en una mera guarnición.
El ticket medio de Kasta es de 29 euros. Incluso olvidándome de ese precio que suena a ganga resultaría muy recomendable. Veo lo que Álvaro hace con ese dinero y quisiera verlo trabajar con más recursos para ver de lo que sería capaz. Pedí un steak tartar que costaba 15 euros. No estaba mal pero hubiera resultado mucho más sabroso con una carne de más calidad. Sin embargo, yo hubiera pagado esos 15 euros sólo por los dos fabulosos puerros sobre los que se servía el steak tartar.
Sorprende encontrar un bar de calidad como éste en un barrio periférico. De alguna manera hemos asumido que los locales de éxito han de estar en el centro de las ciudades. Sobre todo en lo que a la restauración informal se refiere. No nos importa desplazarnos a un restaurante de prestigio allá donde se encuentre. Sin embargo, la restauración más informal parece esclava del ocio y busca de las zonas donde se concentra la actividad nocturna para triunfar. Pero algo está cambiando y empezamos a encontrar grandes bares diseminados por la periferia de la ciudad. Giramón, Anyora, o Kasta, del que hoy hablamos, son buenos ejemplos.
Ficha
¿Donde? C. Alcublas, 2, Campanar
Teléfono: 665 21 78 1
Lo mejor. El sabor de los platos..
Lo mejorable. El espacio entre mesas. Imposible no escuchar la conversación del grupo que come a tu lado.
Lo imprescindible. Pedir vino. La carta es buena y los precios muy atractivos.
Precio medio: 29 Euros.
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