La memoria de ‘Postals’: Una cronología del turismo entre el humor y la crítica social
El Teatro Rialto programaPostals, una obra que combina ironía con reflexión en torno al fenómeno social por antonomasia del siglo XXI: El turismo. A caballo entre la realidad y la ficción, el punto de partida son unas postales reales de 1968 que servirán para viajar a través de los momentos más icónicos, desde el bikini hasta los cruceros y cómo todo eso ha terminado repercutiendo en la expulsión de los vecinos de sus ciudades.

Una escena de 'Postals' que se presenta en el Teatro Rialto este fin de semana. / URBAN
No hay forma de ponerse de acuerdo en eso de «qué es la patria». Para unos es, indudablemente, la infancia, pero otros abogan por los momentos felices como un lugar en la memoria donde podríamos quedarnos a vivir. Esos recuerdos, materializados en fotografías, souvenirs, son la base sobre la que se construye ‘Postals’, la comedia de la compañía Horta Teatre que se puede ver en el Teatro Rialto este fin de semana. Fue la guionista Guadalupe Sáez quien encontró en el rastro de València una caja con postales enviadas a una mujer llamada Mari Paz Mínguez desde todas partes de España en el verano de 1968. La conmoción al leer aquellos recuerdos fue suticiente para embarcarse en un viaje a través del turismo, desde los felices años 60 con sus ‘bikinis’ al histórico baño de Manuel Fraga, al canibalismo urbanístico de los 90 y la explosión de los cruceros para terminar en el presente: la expulsión de los residentes de sus ciudades en pro del turista.
Dirigida por Pau Pons y Kika Garcelán, la obra bascula entre la ironía y la crítica social de un fenómeno que fue una revolución, pero que se ha convertido en una condena. «Fue una explosión que prometía avance y progreso, que trajo desarrollo económico, pero que ha terminado por degradar el paisaje natural y urbano», explica Pons.
Así, compusieron una obra donde la realidad se fusiona con la ficción, en diversos códigos del teatro donde los actores y actrices - Verònica Andrés, Carmen Díaz y Alfred Picó- juegan con los saltos temporales hacia décadas históricas como los 60, los 70 y los 80. Hay cambios constantes en la escenografía, apoyados en las postales a Mari Paz Mínguez, con música en directo -Carmen Díaz toca la batería- y teletransportando al espectador a lugares como Benidorm, cuna y meca del turismo en España. De ahí pasarán al ‘boom’ urbanístico y a los cruceros como la máxima expresión del turismo de masas, el del consumo rápido, para terminar abordando la realidad de las grandes de ciudades con la expulsión de sus habitantes para ofrecérselo todo a los dioses extranjeros. Todo ello mientras cantan, bailan y actúan, en una muestra de capacidad interpretativa más que reseñable.

Una escena de 'Postals' que se presenta en el Teatro Rialto este fin de semana. / L-EMV
«Todo eso lo hemos planteado desde la sonrisa, desde lo poético, yendo a lo realista y lo contundente como es el problema de la emergencia habitacional, con ese desarrollo innegable entre el desarrollo turístico y la falta de casas», dice Pons. «Con humor y estos cuestionamientos, el espectador se va reflexionando a casa», señala la codirectora.
Así, los tres amigos que interpretan Andrés, Díaz y Picó comentan las postales que van saliendo, en una escena que se desarrolla en una sala de hotel clásica para espectáculos, con cortinas brillantes donde no parece que el tiempo pase. «Hay una parte muy teatral y de escenificación donde además incluimos karaoke», dice Pons, atravesado por el discurso social que gira en torno a este debate en boga sobre la ruptura del equilibrio entre viajar y colonizar.

Una escena de 'Postals' que se presenta en el Teatro Rialto este fin de semana. / URBAN
La codirectora resalta que el proceso ha sido «muy interesante» porque se ha implicado a todas las partes y se han nutrido de conversaciones comunes, de amigos, sobre la democratización de las vacaciones como fenómeno social del siglo XXI y las consecuencias que eso ha tenido para los destinos turísticos.
La obra reflexiona también sobre la pérdida de la identidad de los lugares más visitados, de simplezas tan profundas como perder una esquina donde alguien se dio su primer beso, o tuvo su primera cita. El uniforme del turismo lo pinta todo del mismo color, perdiendo en el proceso la idiosincrasia de cada lugar.
Porque ahí está la clave de esta obra: hace reflexionar no solo hacia el turismo como fenómeno externo, sino que también nos plantea qué tipo de turistas somos cuando viajamos y qué huella dejamos en los lugares que pisamos.
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