La caza mayor

La caza mayor

La caza mayor

Nos lo comentaba un oyente en el twitter del programa al acabar la narración anoche del Valencia-Real Madrid «esto es lo que se le pedía a Unai». Y es cierto que con los números en la mano uno puede pensar que para un club el clasificarse para la Champions (también el objetivo de este año) es lo que prima por encima de todo. Pero esa es una parte del fin último que llena a los dirigentes pero no le dice nada a los aficionados. No digo que no sea meritorio, sería demagogia barata. Pero el fútbol (el de calle, el de la grada) convive con las estadísticas sin llegar a nutrirse de ellas de una manera absoluta. Te permite vivir, pero depende de la manera en que se llegue al objetivo te produce más o menos satisfacción. El sentimiento de la gente en la grada se alimenta en tardes/noches de locura como la de ayer. Con la felicidad que te permite llegar a la oficina hoy y vacilarle al compañero de enfrente o «tocarle las narices» al cuñado madridista de turno en la comida familiar del día de reyes.

Aquello de que el corazón tiene razones que la razón no entiende se hace fuerte en el mundo del fútbol, y los dirigentes tienen la obligación de dar con la alquimia correcta a la hora de manejar ambas materias primas. No es fácil, pero manejar el populismo sin resultados a la larga es letal, de la misma manera que la irracionalidad de los sentimientos no entiende de balances contables cuando tu vecino madridista o culé te restriega por la cara el marcador del último partido.

Los terceros puestos se alimentaron casi sin oposición de aspirantes y a base de mucha caza menor. Un día atrapabas un pajarito, otro una liebre, al siguiente un tordo, pero jamás tumbabas un elefante. Y no porque la escopeta no diera para ello, pero a quien debía apretar el gatillo le temblaban las manos tanto como al realizador de Canal Sur en la noche de fin de año. Unai no lo entendió jamás. O quizá le convenía no entenderlo para tejer su martirologio de cara a los medios nacionales basado en la incomprensión de una afición «demasiado exigente», según el cliché establecido por los medios que tienen su sede de la M-30 para adentro. No sé si el Valencia acabará jugando la Champions. Si no la juega, la victoria de ayer no valdrá para mucho pero si lo hace, adelantó para sus aficionados el regalo de Reyes. El rifle dio para la caza mayor. Ahora cabe no olvidar la menor para llegar al objetivo.

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